Lo que dijo el padre que olvidó a su hija en el coche

En Israel se están imponiendo nuevas leyes. Si un niño no se presenta al jardín de infantes o al primer grado dentro de la primera hora de clase, la maestra es responsable de comunicarse con los padres para averiguar dónde está el niño. Esta es una precaución tomada para prevenir el tipo de tragedia que, desgraciadamente, ha estado ocurriendo con mucha frecuencia últimamente. Padres amorosos y de buen corazón, debido al ajetreo de la vida, olvidaron a sus hijos en el coche y comenzaron su jornada de trabajo. Si el padre recibe un llamado telefónico de la Ganénet – la maestra del jardín de niños – dentro de la primera hora del día para preguntar dónde está el niño, disminuyen las probabilidades de que los padres olviden a un niño dentro del coche y pueda sofocarse dentro.

RABBI YOSEF FARHI

Me dieron ganas de llorar cuando escuché a aquel padre hablar en la radio durante la shivá por su única hija. Él citó el Talmud que menciona cómo en la época de la destrucción del Templo Sagrado le fue concedido al Rabí Iojanán Ben Zakai un deseo por parte del César. Él pidió que salvara a la ciudad de Yavne con sus Sabios. El Talmud pregunta, cómo es posible que Rabí Iojanán Ben Zakai, maestro de Hilel y uno de los más grandes Rabanim que alguna vez existió, pudo haber hecho semejante error de no pedir al César que salvara la ciudad de Jerusalem y el Bet Hamikdash. El Talmud responde que en tiempos de decreto, Di-s quita la sabiduría a los sabios. Y entonces, no importa cuán grande es la persona, comete errores. El desconsolado padre dijo que siente que este fue un decreto; que Di-s le hizo olvidar que su hija se quedó en el coche.

Con una evidente falta de sensibilidad, el presentador de la radio le formuló al padre la siguiente pregunta: “últimamente hubo historias de esta epidemia en la radio y el diario. Hasta ahora, ¿cuál era tu reacción a ellas? ¿Acaso te decías a ti mismo que esta tragedia o este error jamás te ocurrirá a ti?”.

Él lloró y dijo: “cuando la policía me interrogó para establecer mi culpa o demostrar que fue un accidente, vio cuánto yo la quería y cuán difícil es para mí atravesar esta tragedia ocurrida. Ellos concluyeron que lo mío es considerado un error y no negligencia. Un error que le puede ocurrir a cualquiera”. El presentador de la radio insistió más aun y volvió a preguntar: “¿Qué pensabas, hasta ahora, al oír o enterarte de esta clase de tragedias? ¿Pensaste alguna vez que podía ocurrirte a ti?”.

Él respondió: “jamás relacioné las historias de olvido de niños en el coche, conmigo. Pensé que no tenían nada que ver conmigo”.

Mi folleto sobre la Parashá se limita a aprender lecciones de la Torá, cómo vivir mejor y una vida con más significado. Yo no tomo lecciones de tragedias, pues siento que la pérdida es siempre mayor que la lección. Es por ello que me cuesta tanto escribir en esta época del año; escribir lecciones que aprendemos del jurbán. Pues la esencia de Tishá Beav es doler y lamentar la pérdida del Bet Hamikdash, lamentar nuestra falta de conexión con Di-s, lamentar la distancia que nos separa de lo grande que podemos llegar a ser y lo grande que podemos hacer de este mundo. Aun así, quiero mencionar algo que el policía le dijo al padre destrozado.

“Esto le puede pasar a cualquiera”. A veces necesitamos establecer un sistema recordatorio, un chequeo con nuestro Rav, maestro o coach para despertar la consciencia y evitar que las cosas resulten como no quisiéramos que se lleven a cabo.

Tantas veces en la vida no nos damos cuenta de nuestros propios errores (que a veces rayan en negligencia) y de su alto precio. Durante bastante tiempo los judíos supieron que la destrucción de Jerusalem y sus consecuentes tragedias eran inminentes. Durante cuarenta años seguidos, todos los Yom Kipur, cuando el Sumo Sacerdote hacía la lotería de “l´ Hashem” y “l´azazel”, el boleto de la cabra para sacrificar en el Templo salió en su mano izquierda. La izquierda refleja el atributo divino de Justicia. Esto significaba que el juicio para el Pueblo de Israel era inminente (Tratado de Iomá 39). Entonces, ¿Por qué ellos no entendieron el mensaje? Porque se dijeron a sí mismos: “esto no tiene nada que ver conmigo”.

En la Parashá de esta semana, esta es la lección que aprendemos de aquel que mata por error. Su hacha no estaba bien aferrada y eso causó que matara a una persona. El precio que este asesino debía pagar era salir al exilio. ¿Por qué una persona que mata sin intención debe salir al exilio? Y a propósito del exilio, ¿Por qué estamos nosotros aún en exilio? El exilio es el lugar para personas que no son conscientes de lo que están haciendo. El motivo por el que las personas no son conscientes de lo que hacen es por cómo están estructuradas sus vidas. Al cambiar hábitos, al cambiar la estructura de la vida, la persona puede despertarse.

No poseemos el Templo Sagrado porque miramos el Judaísmo como una “marca”, no como una vibrante conexión a Di-s. Como si, mientras soy ortodoxo estoy protegido de ser detectado. La semana pasada, el Rosh Ieshivá de mi Ieshivá puso la grabación de un famoso discurso del Rav Gifter Z’’L que decía: “No soy un Judío Ortodoxo. No sé siquiera lo que es un Judío Ortodoxo. Yo soy un Judío de Torá”.

Lo que me llevó a escribir este artículo fue una camiseta que he estado viendo todos los días al regresar a casa de Shajarit en la calle Uziel de Bait Vagan. Todos los días, el mismo hombre, calvo, con un aro en la oreja izquierda, pantalones cortos y una mochila. Su camiseta negra dice en letras blancas y gruesas: “Soy un buen tipo”. De su cara parece como si probablemente le robó esa camiseta a un buen tipo. Por el momento ya van cinco días que vengo cruzándomelo con esa camiseta. La ley de la publicidad dice que después de ser expuesto cinco veces a un mensaje, la tasa de aceptación alcanza el 73%. Tendría que haberme convencido, pero su cara me transmite el mensaje opuesto al de su camiseta.

¿Estamos dando mensajes contradictorios al mundo, a nuestros hijos o incluso a nosotros mismos, sobre quiénes realmente somos? ¿Nos estamos dando cuenta de que pensamos que queremos a nuestro cónyuge, a nuestros hijos y familias, a nuestros hermanos judíos, pero no estamos siendo ese buen tipo que nuestra “ortodoxia” dicta que somos? ¿Estamos tomando Shabat como un día de descanso de nuestros celulares, mas no un día de conexión con Di-s?

Tishá Beav. Las tres semanas de Ben Hametzarim. Las extrañas costumbres de luto. Todos estos nos recuerdan que estamos en exilio y que el jurbán tiene mucho que ver con cada uno y uno de nosotros. Todos estos vienen a recordarnos que no debemos sofocar a nuestras almas en este largo exilio, pues nuestra conexión con Di-s es nuestro único oxígeno.

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