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viernes 22 de noviembre de 2024

Con los Muyahidines del Pueblo de Irán

MICHAEL J. TOTTEN

En 1997, el presidente Clinton incluyó a los Muyahidines del Pueblo de Irán (MPI) en la lista de organizaciones internacionales terroristas. En 2012, su mujer, la secretaria de Estado Hillary Clinton, los sacó de ella.

Uno de los dos se equivocó, y se equivocó mucho.

Los MPI lucharon arduamente contra el sah Reza Pahlevi antes y durante la revolución iraní de 1979. Después, cuando la facción islamista liderada por el ayatolá Jomeini se reveló como el caballo ganador en la subsiguiente batalla por el poder, luchó contra el nuevo régimen junto a los movimientos de la izquierda iraní, y perdió.

El Gobierno de Irán insiste en considerarlos terroristas, y convenció a Bill Clinton de que lo hiciera también.

Su base está ahora en Francia. Tienen que tener su base fuera de Irán porque si vuelven a casa serán torturados y ejecutados. Y han formado una gran organización paraguas, que acoge a otros movimientos de oposición, denominada Consejo Nacional de la Resistencia Iraní. Cada año celebran un gran mitin en París que se retransmite en directo por televisión (vía satélite, claro) para Irán.

Este año me invitaron, así que fui.

Al principio era un poco escéptico. Hillary Clinton no los sacó de la lista de terroristas hasta hace un par de años. Sus raíces son cuasi marxistas e islamistas. Sus críticos más incisivos insisten en que los MPI son una especie de secta y que no cuenta con la simpatía de nadie en Irán. Pero fui de todos modos porque… ¿por qué no? No trabajo para ellos, ni respondo ante ellos. Puedo escribir lo que quiera. Podría acusarles de ser una panda de charlatanes y propagandistas histéricos y no me pasaría nada malo.

Y lo entienden. “No te diremos lo que tienes que escribir”, dijo Ali Safavi, la persona que me invitó. “No osaríamos”.

No es idiota. Si me presionaran para que escribiese cualquier cosa positiva –o cualquier cosa concreta–, les avergonzaría en público y advertiría a mis colegas en los medios de que les evitaran.

Pero no lo haré. Fuesen lo que fueran cuando empezaron a principios de la década de los 70, desde entonces se han normalizado, y no según los parámetros de Oriente Medio, sino según los occidentales.

Al principio eran sentimentalmente marxistas, pero nunca fueron comunistas o socialistas, en realidad. La mayoría pertenecía a la escuela de Ali Shariati, salvajemente antiimperialista. Como Estados Unidos respaldaba al sah, eran antiamericanos.

En los años 70, cuando el sah seguía en el poder, atacaron con violencia objetivos iraníes. Algunos les acusaron de atacar también objetivos occidentales. Supuestamente bombardearon edificios estadounidenses y asesinaron a empleados del Ejército de EE.UU. en Irán. Sin embargo, ellos insisten en que nunca atacaron a los occidentales, y que esas agresiones las llevó a cabo la facción comunista escindida Peykar.

No sé quién tiene razón. Tal vez no la tengan ellos. Tal vez dicen que no lo hicieron porque ahora son proamericanos y necesitan la ayuda de EE.UU. En cualquier caso, ha pasado casi medio siglo desde los años setenta. No veo claro hasta qué punto debería importarme, aunque fuesen culpables.

Pero ¿qué más pasó en los 70? Los oficiales vietnamitas ejecutaban a los terratenientes y enviaban a los disidentes a campos de reeducación. Sus soldados mataron a decenas de miles de los nuestros. (Los nuestros mataron a muchos más de los suyos, por supuesto). Sin embargo, las relaciones actuales de EEUU con Vietnam son hoy excelentes, porque el pasado es el pasado. La gente cambia, los partidos cambian, los Gobiernos cambian y la Historia siempre rueda hacia delante.

De forma similar, nuestras relaciones con los MPI son excelentes. En principio, no le han hecho nada malo a EEUU en las últimas tres décadas y media. ¿Por qué iban a hacerlo? Ahora tenemos enemigos comunes. Han sido cruelmente perseguidos por Hezbolá y los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica. Los jomeinistas insisten en que el MEK está “contaminado” por el ateísmo y la “plaga occidental”.

Hay otra razón por la que el régimen les odia tanto: los MPI son el único gran movimiento político de Oriente Medio liderado por una mujer, Maryam Rayavi. Es la Daenerys Targaryen de Irán: una mujer exiliada que quiere derrocar un Gobierno ilegítimo ganando apoyos desde el extranjero. (A diferencia de nuestra heroína de Juego de tronos, Rayavi no aspira a ser reina, ni manda sobre ningún dragón).

Durante los años 80 y 90, los MPI asesinaron a una serie de militares y oficiales del régimen en Irán. De ahí que Irán los considere una organización terrorista.

Hay una diferencia, no obstante, entre una guerra de guerrillas y el terrorismo. Afirmar que todo acto violento contra un régimen tiránico es terrorismo es pasar por alto las enormes diferencias morales y políticas que existen entre tipos como Osama ben Laden y Thomas Jefferson. La respuesta idiota de que “el que es terrorista para unos es un luchador por la libertad para otros” no va a resolver nada. Estrellar aviones de pasajeros contra el World Trade Center fue un acto de terrorismo según cualquier definición, mientras que la resistencia francesa contra la ocupación nazi fue lo contrario en la práctica y en su espíritu.

Bill Clinton no clasificó a los MPI como organización terrorista por lo que pasó durante la década de los 70, o en la de los 90. Lo incluyó en la lista porque estaba intentando mejorar las relaciones con el régimen iraní después de que el supuesto moderado Mohamed Jatamí ganará las elecciones presidenciales en 1997 y Jatamí se lo pidiera. Desde luego, Jatamí no era un verdadero moderado, ni siquiera el jefe del Estado iraní. El jefe del Estado iraní, entonces y ahora, es el líder supremo Alí Jamenei. Irán, en la época de Jatamí, no era más moderado que cuando era presidente el bombástico Mahmud Ahmadineyad.

¿Quieren saber cómo son los iraníes auténticamente moderados? Echen un vistazo a los diez puntos del programa de los MPI:

República basada en el sufragio universal.
Libertades individuales, incluidas la de expresión y la de prensa.
Abolición de la pena de muerte.
Separación entre Mezquita y Estado.
Igualdad entre los sexos.
Imperio de la ley.
Asunción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Propiedad privada y economía de mercado.
Política exterior basada en la coexistencia pacífica.
Un Irán no nuclear.

Ahí no hay nada marxista o islamista. Esos diez puntos podrían parecer el primer borrador de una Constitución en una democracia liberal moderna.

¿Cuál es la teoría por la que Occidente debería desdeñar a esta gente en beneficio de un régimen que tortura a disidentes, financia ejércitos terroristas por todo Oriente Medio y cuelga a los homosexuales de las grúas en su capital?

Es muy lamentable que Estados Unidos los catalogara como terroristas siguiendo instrucciones de un régimen totalitario, pero esto es lo que pasa cuando intentamos hacer las paces con nuestros enemigos antes de que estén dispuestos a dejar de ser nuestros enemigos. Al menos Hillary Clinton, cuando era secretaria de Estado, tuvo la decencia de rectificar lo que había hecho su marido, si bien fue una batalla legal de años lo que acabó obligándola a hacerlo.

El acto de París fue un gran espectáculo. Duró ocho horas.

Asistieron unas 100.000 personas, la inmensa mayoría de las cuales eran iraníes que vivían en el exilio. Jamás en mi vida había visto a tantos seres humanos en un solo lugar. Puede que el MEK no sea muy popular en Irán, pero está claro que sí lo es en la diáspora iraní, lo que sugiere que quizá su popularidad en su patria no esté tan por los suelos, como sostienen sus críticos.

El encuentro se celebró al aire libre, cerca del aeropuerto. No se podía celebrar en ningún lugar cercano al centro de París. Ninguno de los edificios de la era Haussmann cuenta con el aforo necesario para albergar a tanta gente.

Para ser francos, pensé que me iba a aburrir. Estaba bajo los efectos del jet lag y agotado; ya que iba a pasar unos días en Francia, no quería quedarme encerrado en el extrarradio aeroportuario. Quería pasar algún rato en alguna cafetería del Barrio Latino y visitar con calma el Musée d’Orsay.

Sin embargo, no me aburrí ni cinco minutos. Los organizadores lograron mantener el interés y prepararon un programa espléndidamente variado, que incluyó discursos atronadores, películas fascinantes, música y danza.

La mayoría de los oradores no eran iraníes. Eran funcionarios de alto nivel de Estados Unidos, la Unión Europea y Oriente Medio. Entre ellos se contaba el príncipe saudí Turki ben Faisal. Pronunció un emocionante discurso en árabe, que empezó con un sentido elogio de los grandes logros de la civilización persa desde la época de los zoroastrianos –los persas no están acostumbrados a escuchar a los árabes decir este tipo de cosas– y que acabó con un llamamiento a favor del cambio de régimen en Irán.

A causa de la reputación del MPI y su pasado, esperaba que el acontecimiento fuese extraño, un poco surrealista quizá, pero fue tan convencional como la conferencia anual de Aipac en Washington, en parte porque la organización está ahora muy conectada con Washington.

Lo que sigue sólo es una muestra de los participantes del lado americano del Atlántico:

Newt Gingrich, expresidente de la Cámara de Representantes (republicano; Georgia).
Howard Dean, exgobernador de Vermont (demócrata).
Bill Richardson, exgobernador de Nuevo México (demócrata).
Patrick Kennedy, ex congresista (demócrata; Rhode Island).
Robert Torricelli, exsenador (demócrata; Nueva Jersey)
Tom Ridge, exsecretario de Seguridad Nacional (republicano).

También estaba prevista la asistencia de Rudy Giuliani, ex alcalde republicano de Nueva York, pero no le fue posible.

Qué lejos ha llegado el MPI. De clasificada como “terrorista”, ha pasado a ser una organización con una influencia bipartidista en Washington a la altura de la de Gran Bretaña.

Todos y cada uno de los oradores que volaron a París no sólo apoyan a la oposición iraní, también un cambio de régimen en Irán. “El régimen está condenado al fracaso –dijo Howard Dean en un debate previo al evento–, y nos gustaría ayudar a que recorra su camino hacia su hora final con la mayor rapidez posible. (…) Representa todo lo que es perverso y malvado de la humanidad. Nuestro trabajo es asegurarnos de que no triunfe, y cuanto antes lo saquemos de ahí, mejor”.

Fue tonificante ver a tantas personalidades estadounidenses de todo el espectro político en el mismo escenario, todos de acuerdo en algo tan fundamental. Todos hacían palidecer en comparación al actual ocupante de la Casa Blanca y a los candidatos a sucederle. Estuvo bien ver a Howard Dean y a Newt Gingrich, pero habría estado mejor que Barack Obama, Hillary Clinton y Donald Trump hubiesen decidido acudir.

A diferencia de Howard Dean y Newt Gingrich, Clinton y Obama no están pidiendo un cambio de régimen en Irán. Es casi seguro que Clinton lo quiere en privado, pero no hay verdaderas pruebas de que Obama lo quiera. Clinton es más escéptica que Obama respecto al nuevo acuerdo de Washington con Teherán, pero está haciendo campaña por el pacto nuclear del presidente.

Donald Trump, por su parte, habría prohibido a cualquier miembro del MPI y a sus seguidores entrar siquiera en Estados Unidos con un visado de turista, antes de apearse de su absurda propuesta de prohibir a cualquier musulmán del planeta poner un pie en suelo estadounidense.

Los críticos dicen que el MPI cuenta con poco o ningún apoyo dentro de Irán, en parte porque se opone al acuerdo nuclear. Ese acuerdo goza en Irán de un gran apoyo popular. Acaba parcialmente con el aislamiento internacional del país y debería, al menos en teoría, impulsar la anémica economía local. Tal vez los críticos tengan razón. Sinceramente, no tengo ni idea. Lo que sí sé, sin ningún género de dudas, es que, al margen de lo que fuese esta gente en la década de los 70, hoy son genuinamente progresistas y moderados. No son los falsos moderados de la Hermandad Musulmana, o de la Presidencia iraní. Ni se parecen, en ningún aspecto, al falso moderado Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, que está pasando rápidamente de ser el Hugo Chávez de Oriente Medio a su Stalin. No: estos iraníes son la verdadera apuesta, y es agradable ver que figuras destacadas de Occidente los tratan como corresponde.

Fuente:cciu.org.uy

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