El atleta protagonizó en Atenas 2004 una de las imágenes más recordadas de la historia de los Juegos: un ex sacerdote irlandés se abalanzó sobre él y le privó del oro.
EMILIO V. ESCUDERO
Descartado Pelé, quedaba por averiguar quién sería el último brazo que portaría la antorcha y encendería el pebetero. Un honor que solo unos puñado de personas ha tenido a lo largo de la historia y que en Río 2016 fue para Vanderlei Cordeiro de Lima, el maratoniano que en Atenas 2004 sufrió un ataque de un espectador cuando lideraba la prueba y que, a pesar de ello, acabó cruzando la línea de meta en tercera posición.
Si había una prueba mítica en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 esa era el maratón. Allí donde el movimiento olímpico tenía su germen fue donde recibió un nuevo impulso, encarnado su espíritu en un brasileño de menudas dimensiones que protagonizó, de manera involuntaria, una de las imágenes de aquellos Juegos.
Vanderlei Cordeiro de Lima lideraba la prueba a falta de apenas seis kilómetros para el final. Corría rumbo a la meta y a la medalla de oro cuando sucedió lo inesperado. Un ex sacerdote irlandés, Cornelius Horan, saltó al asfalto y se abalanzó sobre él, sacándole de la pista durante unos segundos.
A duras penas, con la ayuda de los espectadores presentes en ese tramo, Vanderlei consiguió desembarazarse de su agresor y continuar la prueba. Lo hizo aún en cabeza, pero sin la concentración necesaria para mantener la distancia que hasta ese momento acumulaba. Dolorido, descentrado y tras verse superado por Baldini y Keflezighi, el brasileño pensó en retirarse.
Fue el espíritu olímpico, esa fuerza que impulsa a sobreponerse a las dificultades, lo que le animó a seguir para cruzar la línea de meta en tercer lugar en una de las llegadas más recordadas. Aclamado por todo el estadio olímpico de Atenas, el brasileño logró la medalla de bronce, aunque para muchos fue el ganador moral de aquella prueba.
«Mi bronce es de oro. Da igual lo que haya ocurrido», decía el brasileño restando importancia al incidente y haciendo más grande aún su gesta. Las autoridades brasileñas pidieron para el atleta una segunda medalla de oro, pero el Comité Olímpico no se la concedió. En su lugar, el atleta fue condecorado con la medalla Pierre de Coubertain. El más alto honor que puede recibir un deportista. Ayer, doce años después de aquella hazaña, Vanderlei recibió ese «oro» en forma de fuego olímpico. Elegido para encender el pebetero en su país. Ante su gente. Reconocimiento al verdadero espíritu olímpico.
Fuente:abc.es
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