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viernes 22 de noviembre de 2024

El arma de educación masiva no utilizada

MELANIE PHILLIPS

Tras los ataques terroristas yihadistas de este verano en Francia y Alemania, el debate público acerca de cómo combatir la radicalización islamista es aún más urgente.

A través de los años, se ha intentado demostrar que de hecho, el terrorismo islámico no tiene nada que ver con el Islam.

Se ha intentado atribuirlo a la pobreza, la exclusión social, la islamofobia y el “agravio” relacionados con conflictos en Bosnia, Cachemira, Irak, Chechenia, los territorios palestinos y ahora Siria.

En la mente occidental, este “agravio” no tiene ningún factor común – incluso cuando terroristas, aunados a otros yihadistas queman a cristianos en África o matan a civiles en Londres, París y Túnez, al grito de “Allahu Akhbar”, mientras cometen atrocidades en nombre de la guerra santa del Islam.

El ascenso del Estado Islámico, comprometido al establecimiento de un califato musulmán, expone la vacuidad de este tipo de pensamiento. ¿Por qué decenas de miles de jóvenes musulmanes occidentales han jurado lealtad al culto a la muerte de la supremacía islámica? Mientras buscan una respuesta, los políticos occidentales niegan la realidad del fanatismo religioso y aseguran que el Estado Islámico ” no es islamista” e incluso es “anti-islamista.” La religión no puede ser la causa de tal depravación.

Tras los ataques de este verano, se han escuchado nuevas explicaciones. Si los terroristas actúan solos (que por lo general no es el caso) son llamados “lobos solitarios” y por lo tanto no son considerados soldados yihadistas. Si tienen antecedentes psiquiátricos, se dice que son enfermos mentales y por lo tanto tampoco son soldados yihadistas.

Esto es totalmente absurdo, ya que es perfectamente posible actuar solo o estar mentalmente perturbado y ser un soldado yihadista.

De hecho, los yihadistas reclutan a personas perturbadas.

Esto nos lleva al tema de la radicalización.

No se trata de un proceso unidimensional como el de una caricatura, sino de un fenómeno complejo que no sucedería sin las ideas islamistas. Ellas son el combustible. Las chispas provienen de otros lugares.

Las ideas yihadistas se convierten en explosivos ante la vulnerabilidad de los jóvenes musulmanes, debido a un agudo sentido de desarraigo y dislocación cultural, un disgusto con su vida hedonista en Occidente y una profunda necesidad de un propósito elevado para existir.

La chispa, sin embargo, es su abrumadora sensación de agravio. Aquí es donde los gobiernos occidentales se dejan engañar a través de un análisis profundamente equivocado.

Ellos piensan que si se resuelven los conflictos del mundo que involucran a musulmanes, pondrán fin a la radicalización. Es por eso que presionan a Israel para facilitar el Estado de Palestina, que según ellos eliminará el veneno de la rabia musulmana.

La realidad es otra. La venenosa furia árabe y musulmana contra Israel y el pueblo judío es lo que impide una solución al conflicto de Oriente Medio.

El punto crucial sobre el agravio que sienten tantos musulmanes contra Israel, los judíos y Occidente es que todos ellos se basan en mentiras. Éstas son tan incendiarias que sería increíble que no provocaran sentimientos violentos de odio y venganza.

Millones de musulmanes creen la mentira de que los palestinos son el pueblo indígena de la Tierra de Israel. Así que, por supuesto, están enfurecidos de que los judíos hayan “robado su tierra”.

Ellos creen la mentira de que las fuerzas occidentales destruirán el mundo islámico, por lo que justifican los ataques musulmanes contra Occidente como autodefensa.

Siguen creyendo la mentira (religiosamente inspirada) que los judíos son un mal cósmico y por lo tanto están dispuestos a matarlos en cualquier lugar. Están convencidos de que el poder judío controla Estados Unidos y por lo tanto la modernidad es el factor más importante que alimenta el ataque contra Occidente.

Éstas y otras fantasías paranoides similares son los “agravios” que impulsan a tantos jóvenes musulmanes a caer en manos de yihadistas. Por lo tanto, toda estrategia eficaz contra la radicalización debe esclarecer los hechos a los mismos musulmanes para forzarlos a abrir sus ojos.

Los líderes occidentales deberían hablarles con la verdad y explicarles que Israel es la patria nacional de los judíos; que las FDI han establecido un estándar moral que ningún ejército occidental ha alcanzado a fin de evitar la muerte de civiles inocentes, incluso hasta el punto de inflar las bajas del ejército israelí.

Deben decirles que una característica del pensamiento islámico, basada en la perfección doctrinal del Islam, es invertir la realidad y así convertir el ataque islámico contra Israel y el occidente en defensa y viceversa.

Deben decirles que aquellos que salen a matar a musulmanes son otros musulmanes, y que las mentiras acerca de Israel y Occidente tienen por objeto proteger a los tiranos, desviar la rabia de las personas que han esclavizado.

Si se dijeran estas y otras verdades, el control islamista sobre las mentes de los musulmanes occidentales que no oyen más que la propaganda islámica comenzaría a debilitarse.

Por supuesto que esto no resolvería el problema en su totalidad. La razón no es ningún antídoto del fanatismo. Sin embargo, muchos jóvenes musulmanes están siendo radicalizados no por piedad, sino por las mentiras políticas, que en la actualidad quedan sin respuesta, y son amplificadas por medios de comunicación autodestructivos.

Actualmente, el occidente trata los “agravios” musulmanes como racionales. Por lo tanto, los extremistas parecen haber surgido de la nada. No es así.

Ellos son creados y sostenidos por una narrativa de mentiras. En la lucha contra la radicalización, los musulmanes deben oír la verdad – esta es el arma de educación masiva que el occidente no ha utilizado.

Fuente: The Jerusalem Post

Traducción: Esti Peled

Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico

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