El alcalde de la localidad había amenazado con prohibir el evento.
ANA TERUEL
Es un evento privado que ha provocado una verdadera polémica en Francia. En el centro de las críticas, una prenda, el burkini, el bañador islámico que cubre el cuerpo y el cabello. Una asociación quería organizar una jornada en un parque acuático en las afueras de Marsella, reservada a mujeres y niños, en la que recomendaba este atuendo y prohibía los bikinis. En el “contexto actual”, de terrorismo yihadista en Francia, el alcalde de la localidad, el ex socialista Michel Amiel, había amenazado con prohibir el acto. Ante el revuelo generado, el centro que debía acoger el acontecimiento ha acordado no autorizarlo. La asociación al origen de la convocatoria denuncia una controversia alimentada por la islamofobia y dice haber recibido amenazas desde la mediatización del evento.
“Hemos decidido de acuerdo mutuo con el parque que no se celebrará el acto debido al contexto actual, en el que la iniciativa se percibe como una provocación, voluntaria o involuntaria”, señala por teléfono el alcalde de Pennes-Mirabeau, localidad de 20.000 habitantes al norte de Marsella, donde estaba prevista la jornada. “No hay más que ver las 50.000 reacciones provocados en las redes sociales por este evento. La gente está muy enfadada, va en contra de la voluntad de vivir juntos”, añade. “Se ha insistido mucho en que se trata de un parque acuático privado, y es cierto económicamente, pero es un lugar de grandes dimensiones que acoge habitualmente al público, por lo que la noción de privado y público es muy relativa”, concluye.
El evento, bautizado por la clase política y la prensa como “jornada burkini”, tenía previsto privatizar el SpeedWater Park de Pennes Mirabeau el próximo sábado 10 de septiembre, exclusivamente para mujeres y niños menores de 10 años. Excepcionalmente, el parque autorizaba bañarse con burkini, cuando el reglamento interno habitual lo prohíbe. En el cartel, la asociación, Smile13, que se define como una asociación socio-cultural y deportiva de ayuda a las mujeres y los niños, pedía no venir con bikini. “Lo mínimo es llevar un bañador de una sola pieza y un pareo o un short”, puntualizaba. La asociación esperaba la afluencia de unas 1.000 personas.
La polémica surgió la semana pasada, cuando la asociación empezó a distribuir el miércoles los carteles del evento. Inmediatamente reaccionaron la diputada conservadora de Les Républicains, Valérie Boyer, y el senador de extrema derecha del Frente Nacional, Stéphane Ravier. Ambos denunciaron en sus respectivas cuentas en Twitter una manifestación de repliegue identitario, provocando una avalancha de reacciones en sus respectivos partidos. A continuación, el alcalde de Pennes Mirabeau Michel Amiel, anunciaba su intención de prohibir el evento, el cual considera “una provocación innecesaria en el contexto actual”.
Finalmente no ha sido necesario recurrir a la prohibición dado que el propio parque acuático ha decidido no celebrar el acto. El centro, que en un primer momento defendió su derecho a privatizar sus instalaciones, dio marcha atrás tras reunirse este lunes con el alcalde. En un comunicado común de la alcaldía y de SpeedWater, explica que la reserva del lugar todavía no se había formalizado y que renunciará a autorizarla, apuntado a “problemas que sobrepasan el marco normal de la actividad de ese parque”.
Jurídicamente, el burkini no está sujeto a ningún tipo de prohibición. Solo el burka, por tapar el rostro, está vetado en el espacio público desde 2011. El burkini está sin embargo proscrito en el reglamento interior de la mayoría de los establecimientos acuáticos y de las piscinas municipales, oficialmente por cuestiones de higiene. La figura jurídica avanzada por el alcalde para pedir su prohibición era la de que el evento suponía potencialmente una “amenaza al orden público”, al poder provocar reacciones violentas de sus detractores.
La asociación que convocaba el evento ha dejado de responder a los medios para darse un periodo de reflexión y salir del foco mediático por motivos de seguridad. En un comunicado colgado en su página en Facebook, indica haber recibido una avalancha de mensajes racistas y de amenazas a raíz del escándalo. Una de sus integrantes recibió por correo una carta a su nombre con una fotografía de balas de revolver. En la misma comunicación recuerda que el objetivo de la jornada era “simple”, el de “ofrecer una jornada de ocio y de relajación a mujeres y niños, independientemente de sus afinidades y confesiones, que comparten cierta noción del pudor, sin juzgar a quienes no la compartan”. “Cuando una jornada de piscina se convierte en casi un asunto de Estado, nos damos cuenta de que la clase política pierde todo sentido de la medida”, concluye.
Una polémica similar surgió hace unos años. Entonces, se trataba de piscinas municipales públicas, en las que se reservaba unas horas por semana a las mujeres. El caso más conocido es de una piscina municipal de Lille, a la que los conservadores acusaron de dedicar una hora por semana a las musulmanas. La alcaldesa de la ciudad, Martine Aubry, explicó que la iniciativa, en marcha entre el año 2.000 y 2.009, se dirigía a mujeres de sobrepeso. Muchas de ellas eran de origen magrebí debido al barrio en el que se encuentra la piscina. El año pasado, otro parque acuático privado, el Center Parks “Bois Francs” de Normandía, se hizo famoso por prohibir los tangas pero autorizar los burkinis.
Fuente:elpais.com
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