ANSHEL PFEFFER
¿Qué diferencia pueden hacer nueve meses y un golpe de estado fallido en el contexto geopolítico? No hace mucho tiempo, Rusia y Turquía parecían estar al borde de, al menos, una guerra limitada, ya que cada país veía al otro como una amenaza directa a sus intereses en Siria.
No fue sólo el hecho de que Turquía haya derribado el avión de combate ruso Sukhoi 24 por violar su espacio aéreo en noviembre; el piloto y un soldado murieron tratando de rescatarlo. Existía la probabilidad de que el presidente ruso, Vladimir Putin, pusiera a prueba la unidad de la OTAN con un ataque a Turquía – uno de los principales miembros de la alianza de seguridad. En algunas capitales occidentales, temían que en caso de un choque fronterizo con Rusia, Turquía podría propiciar la implementación del artículo 5 del Tratado del Atlántico del Norte, obligando a otros países de la OTAN a apoyarlo.
Al menos esto puede dejarse a un lado por el momento tras el encuentro de Putin con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en San Petersburgo. Erdogan llamó a Putin un “querido amigo” y le agradeció el apoyo de Rusia tras el reciente intento de golpe en su contra. Por su parte, Putin prometió poner fin a las sanciones financieras contra Turquía que han afectado a su sector turístico y depende en gran medida de los turistas rusos, por no hablar de las exportaciones de alimento turco, y renovar un importante acuerdo energético.
Las relaciones ya estaban en vías de recuperación desde junio, cuando Erdogan aceptó enviar una carta a Putin disculpándose por el derribo del avión y ambas muertes. Pero tomaron un dramático giro positivo cuando Putin llamó a Erdogan tras el golpe del 15 de julio para expresar su solidaridad – incluso antes de cualquier líder de países de la OTAN. Ahora Erdogan acaba de hacer su primera visita al extranjero desde el golpe, a Rusia.
La repentina amistad entre los líderes puede haber eliminado la amenaza de un enfrentamiento armado entre Rusia y Turquía, pero no es necesariamente una buena noticia para Occidente. Las relaciones tensas entre el gobierno de Erdogan y los principales países occidentales han empeorado desde el golpe. Los lazos de Turquía con la Unión Europea están siendo evaluados por la purga posterior al golpe – el arresto de miles, entre ellos periodistas y juristas – y las conversaciones de reimponer la pena de muerte. Todo esto contradice los compromisos de Turquía de democratizar al país como parte del proceso permanente de candidatura para convertirse en un miembro de la UE en el futuro.
Lo mismo es cierto para la OTAN – Turquía posee el segundo mayor ejército de la alianza, pero se ha mostrado renuente a cooperar con otros miembros, particularmente con Estados Unidos, en la lucha contra ISIS. Esto comenzó a cambiar el año pasado, pero algunos de los golpistas usaron la base aérea de Incirlik, que también es utilizada por Estados Unidos y otros miembros de la OTAN para sus operaciones contra el Estado Islámico. Y el gobierno turco ha culpado a Fethulla Gülen, el predicador islámico exiliado en EE.UU., de estar detrás del golpe. Todo esto ha dado lugar a acusaciones de personas en el Partido de Justicia y Desarrollo de Erdogan y en los medios de comunicación controlados por el gobierno que Washington apoyó el golpe.
La discordia sobre Assad
No es de extrañar que a Putin, quien cree que tanto la UE como la OTAN amenazan su influencia sobre las antiguas repúblicas soviéticas, le agrade exacerbar esas tensiones. Esto no significa que Turquía esté a punto de salir de la OTAN, que ha sido su principal defensa contra la interferencia de Rusia desde el comienzo de la Guerra Fría, o de poner fin a las negociaciones de adhesión con la UE. (Turquía aplicó por primera vez para unirse en 1987, y desde 2005 las conversaciones en curso no muestran ninguna señal de estar cerca de termina).
Mientras tanto, Rusia y Turquía no están al borde de una alianza estratégica. Su rivalidad estratégica se remonta a siglos, y todavía mantienen serios desacuerdos con respecto a Siria. Putin es el principal patrocinador del régimen de Assad, que Erdogan se ha esforzado por reemplazar en repetidas ocasiones, y los rusos están ayudando y cooperando con los combatientes kurdos en Siria, a los que Turquía considera terroristas.
Ambos líderes reconocieron estas diferencias durante su reunión en San Petersburgo. Por ahora, los principales intereses de los países son económicos, ya que ambos se benefician del enorme volumen de comercio. Pero en este momento, también les agrada presionar a Berlín, Bruselas y Washington.
La gran preocupación de Occidente es que Erdogan puede en cualquier momento abrir las compuertas una vez más, dejando entrar a cientos de miles de refugiados de Siria y otros países devastados por la guerra a Europa a través de Grecia, el miembro más débil de la UE. Más de un millón de refugiados llegaron a países europeos en 2015 y los primeros meses de 2016. Muchos de ellos tomaron la ruta marítima corta desde Izmir y Bodrum a través del Mar Egeo hasta las islas griegas. El flujo sólo se detuvo en abril, mágicamente, cuando tras un acuerdo entre la UE y Turquía, la policía turca comenzó a arrestar a los contrabandistas que trabajaban casi abiertamente en la costa occidental del país.
Grupos del crimen organizado de Turquía han utilizado la ruta marítima a Grecia durante años. En las últimas décadas, el contrabando de drogas como heroína y marihuana ha circulado desde Afganistán a través de Irán, Irak y Siria hasta Europa. La extensión del Estado Islámico, los atentados del PKK contra Turquía, y la situación en las fronteras de ese país han restringido severamente el contrabando de drogas desde Afganistán (el PKK también jugó un papel central en el tráfico de drogas).
Mientras tanto, los contrabandistas turcos encontraron otro tipo de contrabando: cientos de miles de refugiados sirios dispuestos a pagar cientos de dólares por cabeza para el corto pero peligroso viaje de botes de hule agujerados a Europa que a menudo ha terminado en muerte por ahogamiento.
Elecciones en Alemania
Antes de que la UE ofreciera al gobierno turco 6 millones de euros para ayudar a los refugiados en su territorio y un acuerdo de exención de visado en toda Europa para los ciudadanos turcos, Erdogan tenía poco interés en llegar a un acuerdo sobre el “reingreso” de los refugiados a Turquía y, extraoficialmente, tomar medidas drásticas contra los contrabandistas. Pero el acuerdo aún no se ha finalizado, principalmente debido a la oposición de la UE a conceder la exención de visado a los ciudadanos turcos. De momento, los refugiados tienen que volver al mar – hay por lo menos 2 millones de ellos en Turquía, según las organizaciones de ayuda, y muchos más intentan entrar.
Erdogan mantiene esta amenaza sobre los líderes de la UE, particularmente sobre la canciller alemana, Angela Merkel, a quien sus colegas europeos y muchos alemanes culpan de haber causado el flujo de refugiados hace un año con la promesa de que a cada uno que llegue a Alemania se le permitiría quedarse. Ella no ha renegado esta promesa, aunque ahora es mucho menos entusiasta. El próximo año se enfrentará a elecciones generales, y aunque todavía no existe un candidato que la ponga en peligro, ante la volátil situación política de Europa nada es impensable.
No está claro si el tema de los refugiados surgió en las conversaciones entre Erdogan y Putin, pero no cabe duda de que al presidente ruso le agradaría ver a multitudes que fluyen de nuevo a Europa. Lo propaganda del Kremlin suele inflar los más pequeñas acusaciones de delitos, sobre todo de naturaleza sexual, realizados por los refugiados en Europa, especialmente en Alemania. A veces ellos mismos las inventan. Esto tiene por objetivo socavar el liderazgo de Merkel y la unidad entre los gobiernos de la UE, que están profundamente divididos sobre cómo manejar el problema de los refugiados. Si hay algo que Erdogan pueda hacer por Putin, es dejar de arrestar a traficantes de seres humanos.
Entretanto, mientras que el acercamiento entre Rusia y Turquía no involucre directamente a Israel, existe un patrón interesante por el que Erdogan está tratando de mejorar sus relaciones con otros países de la región – incluyendo Israel – al mismo tiempo que repara sus lazos con Rusia. Al encontrarse con Putin, Erdogan está siguiendo los pasos de Benjamín Netanyahu, y el presidente egipcio Abdel-Fattah al-Sisi de los últimos meses.
Esto refleja la sensación de que bajo el mandato del presidente Barack Obama Estados Unidos está mucho menos involucrado en el Medio Oriente, y hasta que esta situación no cambie con un nuevo presidente en Washington, si es que cambia, Putin controla la región. Egipto nunca ha mantenido una cooperación tan estrecha con Israel como la tiene ahora bajo el mandato de Sisi, e incluso Erdogan, considerado por la mayoría de los observadores como anti-Israel, y hasta antisemita, se ha dado cuenta que un acercamiento es preferible. Putin, que está siempre dispuesto a fortalecer cualquier fuente de poder que deje a Washington fuera, está encantado de recibir a todos.
Fuente: Haaretz
Traducción: Esti Peled
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