Fredy Hirsch y Blancanieves viven en Auschwitz

PALOMA CUNG SULKIN

Este es un capítulo del Holocausto poco conocido y es importante hacer visibles los nombres y las historias de los protagonistas de este suceso, para restituirles su lugar en la historia.

En un mundo abyecto y cruel como fue Auschwitz-Birkenau, la gigantesca fábrica de la muerte en el proceso de la Solución Final, era un misterio el Campo Familiar de los judíos de Terezín y el Block 31 para niños, instalados grotescamente a unos metros del Crematorio I y II, en Birkenau.

Los protagonistas son héroes olvidados, cuya influencia fue determinante en las vidas de muchos niños y jóvenes en ese inframundo en el cual particularmente alguien como Fredy Hirsch, hizo la diferencia. Creó para ellos un universo aparte.

Fredy Hirsch, los Birkenau Boys, – entre ellos Bedrich Steiner que llegó a México, así como muchos otros, – coincidieron inicialmente en el Campo de Terezín y después compartieron el infierno de Birkenau. Unos sobrevivieron y otros desafortunadamente no, pero sus acciones y los principios que los animaron a luchar, quedan consignados para ejemplo y conocimiento de las generaciones posteriores.

SE INCUBA EL ENEMIGO

1914, Alemania inicia la 1a GM. Se alistan en el ejército 100,000 judíos alemanes. Al terminar la guerra muchos fueron condecorados, sin embargo, Alemania justificó su derrota culpando a los judíos, y se popularizó la leyenda de “La puñalada por la espalda”.

En 1916, en plena guerra, nace Fredy Hirsch en Aachen, Alemania, en el seno de una familia judía acomodada. El y su hermano asistían a la escuela judía. El padre murió cuando los niños eran chicos y ya entonces, Fredy y su hermano Paul, eran muy activos en el movimiento scout judío-alemán que se convertiría en el Maccabi Hatzair (Young Maccabi). Los fuertes lazos de Fredy con los Scouts, su pasión por el deporte y los ideales sionistas, se iniciaron temprano en su infancia. Los movimientos juveniles como Maccabi, Hashomer Hatzair y otros, surgieron debido a que los niños judíos no eran bien recibidos por los Scouts alemanes y fueron un elemento importante en el proceso de construir su identidad.

Así como en siglos anteriores, el estudio del Talmud, unificó con un mismo sistema de pensamiento a las diseminadas comunidades judías europeas, así, a través de los Movimientos Juveniles, el sionismo con sus variantes ideológicas -se propagó ampliamente entre los jóvenes del Este y Centroeuropeo de entre-guerras, configurando un nuevo tipo de judío.

Los movimientos juveniles se iniciaron como gimnasios, que predicaban la importancia de “mente sana en cuerpo sano”. Pronto la perspectiva se amplió, usando el deporte como herramienta educativa y la ideología sionista, como agente de cambio de la conciencia judía a través de la educación informal. El objetivo era crear judíos con alta autoestima, motivados por el renacimiento judío en Israel con una actitud independiente, estimulados por la fuerte solidaridad del grupo. Esta hermandad, y absoluta fe en sus valores, fueron probablemente unas de las razones por las cuales durante la II GM los miembros de los movimientos Juveniles a pesar de su edad, desempeñaron un relevante papel de liderazgo en la resistencia a los Nazis.

Fredy Hirsch pertenecía a este nuevo tipo de personajes: orgullosos, independientes, inéditos en el imaginario judío.

Hitler accede al poder en enero de 1933, y el 10 de mayo d ese mismo año se realiza una gran quema de libros de autores judíos en Alemania. El poeta Heine, en el SXIX escribió “Allí donde se queman libros, se acaba por quemar a los hombres” o sea que el ascenso de Hitler no se dio en el vacío.

Al instituirse el Nazismo en Alemania, la familia Hirsch se desintegró; la mamá de Fredy, su hermano y el padrastro,-con el que no congeniaba Fredy – deciden emigrar a Bolivia. Fredy atado a sus ideales sionistas, decide quedarse en Alemania. Con sólo 19 años, poseía la misma seguridad en sí mismo y el don de mando, que le iban a caracterizar toda la vida. En 1935, se decretan las Leyes de Nurenberg en Alemania. Fredy se quedó solo, y es enviado como dirigente del Movimiento Scout a Dusseldorf. Pronto las agresiones antisemitas escalan más allá de las palabras y los judíos quedan totalmente excluidos de la sociedad. Fredy Hirsch emigra a Praga como muchos otros alemanes.

SE PERFILAN LOS HÉROES

Con el incremento del antisemitismo, los Movimientos Juveniles judíos refuerzan sus actividades para acelerar la emigración de jóvenes a Israel. En Slaná, en las afueras de Praga, Fredy dirige exitosamente numerosos grupos de niños y jóvenes, que todas las tardes juegan soccer, corren y hacen gimnasia. La División Maccabi de Praga, la Liga Deportiva Judía Internacional, practicaba en esas canchas.

En 1936 es trasladado a Brno y a Ostrava en Moravia para desarrollar programas similares. Fredy era un extraordinario atleta y la mayor parte del día lo pasaba en estos campos ejercitándose y dirigiendo docenas de niños.
Regresa a Praga en 1937, sigue dentro del Movimiento Hagibor, dedicado totalmente a la organización de los campamentos, equipos, ligas, torneos, clases y coordinación de actividades culturales para niños, que sufrían el impacto de las medidas y leyes discriminatorias nazis, impuestas al Protectorado de Moravia y Bohemia.
En 1939 y 1940 después de la invasión a Checoslovaquia la vida en Praga se volvió insoportable, los niños judíos checos tenían prohibido asistir a las escuelas, a los parques, o usar transporte público. Ante esta marginación, los campos dirigidos por Fredy cobraron una importancia monumental. Se convirtió en un refugio contra las humillaciones, era el único lugar donde se les permitía jugar.

Un compañero suyo, Willi Groag otro líder juvenil, en entrevista (Jody Beker 2013), recuerda el año de 1939 en Praga, como un año caótico, pero para Fredy ese verano fue su “momentum”, era visto como un gran héroe. Cientos de niños asistían a su campo, dirigía múltiples actividades y era adorado por todos. Era un joven alto, bronceado, e impecablemente vestido. El pelo lacio obscuro lo peinaba hacia atrás, y lucía una gallardía rayana en la arrogancia. Su germanidad destacaba aún frente a los SS, y se imponía, ante el carácter menos formal de los checos. Con disciplina espartana insistía con sus alumnos en la higiene y salud física, en el orgullo de portar la estrella amarilla y en el sueño de emigrar a Israel.

LA FARSA Y LA REALIDAD ASISTEN A LA OPERA

Fredy Hirsch es deportado el 4 de diciembre de 1941 en un grupo de Aufbaukomando, para construir y organizar el Campo de Terezin, -lo que sería para los nazis Theresienstadt Getto. Terezín es una ciudad fortaleza amurallada, a 60 Km d Praga, construida por los Habsburgo. Sirvió de cuartel hasta la invasión de los Nazis, en que se convirtió en un Campo de Concentración, de trabajo forzado y de tránsito hacia los Campos de Exterminio, durante La Solución Final.

Concentraron allí a los judíos de Bohemia y Moravia, y a ciertas categorías de judíos alemanes: ricos, famosos, músicos e intelectuales destacados. Ancianos y veteranos condecorados, que participaron en la 1° Guerra Mundial. El objetivo era usar este campo como fachada, para encubrir el exterminio ante la opinión pública Terezín es una ciudad planeada para 6000 personas que llegó a alojar a 53,000 prisioneros. Los dirigentes judíos checos, en un principio apoyaron la idea de un “campo modelo” creyendo que evitarían las deportaciones, pero pronto enfrentaron la realidad. 140,000 judíos pasaron por ese campo. 33,000 murieron ahí, de hambre y enfermedades, el resto fue enviado a Campos de Exterminio.

Al llegar, las familias fueron divididas en barracas separadas para hombres, mujeres, y niños con sus instructores. Recibían una raquítica alimentación, dormían hacinados en literas de tres pisos 400 u 800 personas, y la mayoría enfermaban de disentería; compartían una letrina generalmente desbordada de excremento. En ese sentido Terezín era como cualquier Campo de Concentración y sin embargo era un oasis comparado con los campos de Polonia.

Cotidianamente salían las deportaciones al Este, y a pesar de eso, crearon un sofisticado sistema clandestino de educación, y grupos de estudios superiores, sobre etnografía, psicología, o sociología, incluso de sionismo para un público deseoso de aprender, a pesar de saberse en la antesala de la muerte. Muchas creaciones literarias, partituras musicales, obras de teatro, posters, dibujos, y óperas que sobrevivieron, atestiguan la fortaleza de los prisioneros. Estas actividades los hacían olvidar su realidad y frente a un escenario, por precario que fuera, recordar que eran seres humanos y constatar que su espíritu estaba intacto. Un sobreviviente dijo: “El heroísmo consistió en la voluntad de crear, de pintar, de escribir, de actuar y componer en el infierno.”

“Había un hambre enorme de cultura en un lugar donde no había suficiente pan para comer”.

Terezín, igual que el Holocausto en general, es un desafío a nuestra comprensión. Las contradicciones y lo grotesco, eran el pan de cada día y Fredy Hirsch se adaptó a este sinsentido decidido a seguir con su labor. Después del trabajo se reunía con los niños y jóvenes que lo seguían masivamente y al mes fue asignado a dirigir el Departamento de Juventud y Educación. Fredy creó para ellos un universo paralelo en el edificio L 417, la barraca de los muchachos, “la Skola”. Vivían separados de sus padres y sus mentes infantiles lograron imaginar el mundo. Dibujos, poemas, artículos y diarios, nos permiten una visión de sus sentimientos íntimos en calidad de prisioneros, y su percepción del futuro. El historiador Toman Brod recuerda “ yo tenía 13 años, admiraba a Fredy y lo consideraba como un dios. Si hay alguien a quien no debe olvidarse es a él.” Realizaba encuentros deportivos, pero también culturales y tradicionales para alimentar el espíritu judío. Concentrados en Terezín, intelectuales, artistas y músicos, poetas, escritores, pintores, dramaturgos y científicos, lograron no solamente sobreponerse a las humillantes condiciones sino generar una prolífica actividad cultural. Marianka May cantante del coro comentaba: “Los muros del galerón eran protectores, algo sanador, que demostraba que Rafi Schachter el Director del Réquiem nos colocó a todos, cantantes y audiencia, en otro mundo. No era el mundo de los nazis, era nuestro mundo.”

La Revista Kamarad, una de las revistas del gueto, era dirigida por Ivan Pollak, un jovencito de 14 años. Estaba escrita a mano, la cosía su mamá, y salió cada viernes para la ceremonia de shabat durante 22 números. Sigue dicendo Marianka: “Nosotros les probamos sin sombra de duda, que si ellos tienen nuestros cuerpos, si somos números y no tenemos nombres, ellos no tienen nuestra alma, nuestras mentes, nuestra humanidad.. Aunque nos fusilaran”

Fredy Hirsch autosuficiente, desenvuelto y audaz, se granjeaba a los guardias de la SS, y le otorgaban algunos privilegios que usaba para beneficiar a los niños con algo de comida o ropa extra. A pesar de esa imagen siempre en control, a Fredy su homosexualidad le creaba un gran conflicto que ocultaba con cierto éxito. Esta condición no les era desconocida a sus colaboradores y tampoco era obstáculo para valorarlo, quererlo y admirarlo. Organizó equipos de atletismo, clases de box y campeonatos de futbol y baloncesto. En 1943, Fredy creó su propio campeonato de futbol y 10 equipos disputaron la Copa de Terezín. En plena ocupación nazi formó la Liga de Terezín con jugadores reconocidos en la escena deportiva de checos, austriacos, daneses, alemanes e italianos prisioneros, y convenció a los nazis de formar un equipo de Soccer con guardias, para enfrentar a los internos. “Vivíamos siempre en la incertidumbre.

Teníamos que estar preparados en todo momento para la deportación en un plazo de 2 ó 3 horas. El fútbol era para nosotros como una caricia en la antecámara del infierno”, recuerda Paul Mahrer en el libro Futbol con la Estrella Amarilla de Frantisek Steiner. La Federación Checa de Futbol (FACR) recientemente, acaba de inscribir el Torneo de Terezín en sus anales oficiales. Algunos autores los han llamado Juegos Macabeos.

En un principio los nazis prohibían estas actividades, pero más tarde ante los rumores de las siniestras acciones de los nazis y de la alarma sobre La Solución Final, las utilizaron para crear la imagen de una ciudad normal. En mayo de 1944 le permitieron a la Cruz Roja Internacional, una visita al gueto-campo de Terezín. Con este motivo, en el otoño de 1943 se inició una campaña intensa de embellecimiento y deportaron a 15,000 ancianos y enfermos para dar una imagen saludable. Los Delegados de la Cruz Roja recorrieron la escenografía de instalaciones maquilladas y asistieron a magníficos conciertos, terminando con una función de la ópera Brundibar de Hans Krasa, actuada por niños, lo que acabó de redondear la farsa. La puesta en escena fue tan exitosa que la delegación consideró innecesario continuar su visita a Auschwitz. La desilusión de los prisioneros fue enorme, ya que nadie se enteraría de su suerte.

En agosto de 1943 llegó a Terezín, un transporte con 1200 niños del recién liquidado gueto de Bialystok que habían sido testigos de la masacre perpetrada contra sus padres. Para mantener el secreto y poder continuar sin resistencia con el exterminio, cualquier comunicación con los niños estaba estrictamente prohibida. A pesar de la orden, Fredy Hirsch, visitó a los niños y fue descubierto. De castigo fue deportado a Auschwitz.

HANSEL, GRETEL Y BLANCANIEVES LLEGARON AL BLOCK 31

Fredy fue deportado a Auschwitz el 9 de Septiembre de 1943, con otros 5,000 prisioneros, aproximadamente cuando empezaban los preparativos en Terezín, para la gran farsa con la Cruz Roja.

Instalados en Birkenau, custodiados por los crematorios, los esperaba, el Familiencamp. Ellos se movieron de lugar, pero el absurdo seguía ahí.

Como regla general en Auschwitz, a las familias y a los niños, sólo se les veía de camino a las cámaras de gas. Nadie había visto familias juntas, vestidas de civil, con las cabezas sin rapar. Era una visión que los prisioneros ya habían olvidado y pensaron que no verían más.

“Los adultos cargaban su maleta, los niños sus ositos y muñecas; y los prisioneros del Campo A, los hombres Zebra, que eran solamente números, observaban estáticos y se preguntaban sorprendidos, quien habrá sacudido el mundo que una parte de él les cayó encima” Rudolf Urba

Era el primer transporte que no sometían a selección, ni era enviado automáticamente al exterminio. Las impenetrables columnas de humo, y el agrio olor indescifrable no significaban nada aún en el código de los recién llegados. El Campo Familiar era un misterio, inclusive para los antiguos prisioneros de Auschwitz que los observaban a través de las alambradas electrificadas. Porqué recluirlos en un campo separado y dispensarles un tratamiento diferente; lo que parecía claro para todos, es que su destino también sería diferente, seguramente gozaban de protección de la Cruz Roja. Se les tatuó como a todos y recibieron un registro individual que decía SB6 Sonderbahandlung 6. (Tratamiento especial 6). El Campo Familiar de los Gitanos del que sí había registro, era igual de insólito.

El Familiencamp B11b, se ubicó en una parte del gigantesco complejo concentracionario de Auschwitz, llamado Birkenau, el corazón industrial de la muerte. Consistía en unas barracas en construcción que ellos mismos tuvieron que terminar. El hacinamiento, la falta de comida y las carencias, eran igual que en los otros campos. Más de 1000 personas murieron en los primeros seis meses. Las letrinas, el único lugar donde los SS no se asomaban por el olor y las inmundas condiciones, se convirtieron en el lugar de encuentro de los prisioneros, del underground y del mercado negro.

En Diciembre de 1943 se les unió un segundo transporte de Terezín con otros 5,000 prisioneros, en el que se encontraba Bedrich Steiner con su familia. No hay documentos oficiales que atestigüen la existencia de este Campo, salvo los testimonios personales de los sobrevivientes que en general coinciden abrumadoramente en el reconocimiento del papel de Fredy Hirsch en sus vidas y el imperativo de reconocer su heroísmo. Zuzana Ruzickova escribió: “Muchos niños pueden decir que salvó sus vidas, pero en realidad, salvó nuestras almas. Salimos más o menos intactos, gracias a él.”

El número de niños ascendía a 500 aproximadamente. Fredy Hirsch, convenció a Mengele de instalar durante el día una barraca especial para que los niños no interfieran con el trabajo de los adultos y se les pueda enseñar las órdenes en alemán. Desde el Block 31 asignado a los niños, separado de las barracas y de la rampa del tren por las regaderas, , se veían desde ahí claramente, como crespones de luto, las columnas de ceniza que emanaban de las chimeneas. Pero los niños, sentados en sus bancos de madera, concentrados en las aventuras que narraban los madrijim, por un tiempo, no se percataron de ellas.

Fredy siguió con su labor de preservar una estructura similar a la de Terezín asumiendo el puesto de Altester del Block 31. La rutina diaria iniciaba en las letrinas, luego, aseo en los lavaderos, con el agua sucia congelada tiritando con el frío de invierno, -para prevenir la diseminación de piojos y otras enfermedades. Seguía el desayuno, – Fredy consiguió que mejorara un poco la comida de los niños, -y en las clases, se enfatizaban los valores de decencia y solidaridad, que desgraciadamente en el contexto concentracionario se derrumbaban vertiginosamente.

Esta rutina les proporcionaba una cierta estabilidad. Cantar estaba permitido, pero no estudiar. El objetivo de Fredy y su staff de educadores, era alimentar la espiritualidad infantil, distraerlos de la realidad circundante y crear la ilusión de un destino esperanzador. Las clases se llevaban a cabo durante el día en el Block 31, una barraca como las demás, sin literas. Sentados en bancos, alrededor de los maestros, estaban tan cerca unos de otros, que podían escuchar tres clases diferentes al mismo tiempo.

En estas circunstancias, la disciplina era un imperativo. El equipo de Fredy consistía aproximadamente de 20 maestros y madrijim que él conocía con anterioridad. Aceptaba gente extra para favorecerlos, dado que en el Block había mejores condiciones que afuera. No importaba lo que enseñaran: geografía, historia o judaica.

Como no había cuadernos ni libros, las cualidades más valoradas eran la memoria, la imaginación y la habilidad de contar historias, de organizar juegos y representaciones. Otto Kraus magnetizaba a los niños por su manera de contar historias. A Avi Fischer le interesaba la Astronomía e Historia, y los deslumbraba con los fascinantes fenómenos del espacio e historias de pueblos exóticos. Cada maestro se especializaba en los libros que recordaba y se convirtieron en una biblioteca móvil, en libros con piernas. Cada grupo solicitaba un título y ellos hacían el “intercambio de libros”.

Cuando Magda contaba “El maravilloso viaje de Nils Holgerson” se podía ver a los niños volando, agarrados de los gansos, cruzando el cielo hacia afuera de los límites del Campo. Shashek convertía las aventuras del Oeste en vivencias tan lúdicas que al terminar la clase los niños jurarían que jugaron en el parque a indios y vaqueros. Dezo Kovak hacía caminar entre los bancos de madera a los Patriarcas, y los niños los identificaban sin demora. Pero ahí no terminaron los viajes fantásticos. Fredy consiguió en el almacén de objetos requisados, a cambio de algunas provisiones, unos 8 libros maltratados que se convirtieron en la Biblioteca Clandestina del Block 31. Los libros estaban prohibidos y descubrirlos significaba la cámara de gas.

La tarea de cuidarlos, se le confió a Ditta Adlerova una chica menudita pero valiente de 16 años, que llevaba el control de préstamos y cada tarde volvían religiosamente al tablón secreto del cuarto de Fredy. El, Ditta, y la gente del Block, estaban conscientes de que corrían peligro. Miriam Edelstein, subdirectora del Block comentó: “Ellos tenían un plan, pero nosotros hemos desplegado el nuestro. Querían un almacén de niños arrinconados como trastos, pero nosotros abrimos una escuela. Querían que fuesen como reses en un establo, pero nosotros hemos hecho que se sintieran personas.”

En los muros sin ventanas, de madera podrida, también se operó la magia. La atmósfera opresiva cambió. De la mano de Dina Babbit, de Mausi Hermann y otros asistentes, llegaron nuevos inquilinos. Las jóvenes pintoras poblaron las paredes con indios, esquimales, y africanos. Los pájaros dejaron de ser una rareza en Birkenau y en pleno invierno se llenó de flores, árboles y rocas, pero sobre todo, llegaron Hansel, Gretel, y Blanca Nieves con los siete enanitos. Dina Babbit antes de la deportación, fascinada por Blanca Nieves, vio clandestinamente siete veces la película de Disney estrenada en 1937. En esos años, hablar de cine en el mundo, era hablar de Hollywood. Fredy como siempre se hizo cargo y les consiguió papel, pinceles y colores. Gracias a su talento, Mausi y Dina aún adolescentes, fueron llamadas por Mengele a dibujar retratos en el Campo Familiar de los Gitanos. Fredy guió a cada uno de sus asistentes, a descubrir sus mejores atributos en medio de lo sórdido y lo más ruin del ser humano. Ninguno se preguntaba si era absurdo enseñar geografía o leyes gramaticales cuando la muerte era lo único real en esa puesta en escena. Ellos necesitaban creer, tanto como los niños.

Casi todos los maestros sobrevivieron y han dado sus testimonios. Entre las barracas del “familiencamp” y las regaderas, quedaba un patio que servía para deportes, y juegos scóuticos. Para los prisioneros, la imagen de los niños pequeños, paseando por el Campo, no lejos de ellos y de las torres de guardia, cantando y recogiendo piedritas, era una escena inverosímil.

Las actividades más recordadas del Block 31, eran las canciones y las representaciones. Avi Ofir enseñaba con entusiasmo las canciones a los niños y la canción favorita era Aluette, una canción infantil francesa que cantaban los niños constantemente a todo pulmón. “En momentos como esos podíamos ausentarnos de la realidad”. En las ceremonias de Shabat organizaban obritas y sketches que escribían los niños. Pero la que causó el mayor y más duradero impacto, la máxima sensación de este período, fue la puesta en escena de Blanca Nieves y los 7 enanitos con escenografía, vestuario y bailes, aunque rudimentarios, mas las canciones originales de la película de Disney. Kurt Rubichek, comunista y asistente de Fredy, escribió el guión y mucho tiempo ensayaron los papeles que los niños tenían que interpretar en alemán. El príncipe de la obra y alma de la producción general era Fredy, que conseguía lo necesario aprovechando sus privilegios. Todo era dinamismo, emoción y entusiasmo. El Dr. Mengele entraba ocasionalmente a ver los avances de la obra y les sonreía a los niños. Esto alimentaba la esperanza que subyacía en los maestros de que a los niños no les pasaría nada.

El 8 de marzo de 1944, puntualmente seis meses después de haber llegado el primer transporte de Terezín al Campo Familiar, se develó el misterio: las letras SB6, o sea Sonderbahandlung 6, en el código concentracionario significaba cámara de gas en seis meses. Tarde se enteraron de lo que significaba y les era difícil aceptarlo. La Cruz Roja Internacional finalmente haría la visita a Terezín apenas el 24 de junio de 1944 y posiblemente quisiera extender su visita a un Campo de Concentración. Para ese efecto se mantenía el Familiencamp funcionando. El segundo transporte tenía también 6 meses de gracia y se liquidaría en julio. Los dos más que llegaron en mayo cubrirían el expediente necesario.

Los alemanes hasta el final seguían tratando de encubrir sus intenciones con el primer transporte y les informaron que serían transferidos a Heyderbreck, un Campo de Trabajo, para lo cual repartieron tarjetas postales postfechadas para que avisen a familiares en Terezín, que estaban bien y que serían trasladados. Cuando llegaran las tarjetas todos habrían sido gaseados. Dina Babbit y Mausi Hermann fueron seleccionadas para quedarse y seguir haciendo retratos del campo, así como los doctores del Campo Familiar y los gemelos Jiri y Zdenek Steiner ex colaboradores de la Revista Kamarad en Terezín, estaban reservados para los experimentos de Mengele. Dado que iban a ser trasladados Fredy asignó sus sucesores en las tareas educativas: Josef Lichtenstern y Honze Bremer.

La gente del underground sabía lo que les esperaba y enviaron a Rudolf Urba a hablar con Fredy. El era la única persona cuyo liderazgo era indisputable para dirigir un acto de resistencia entre los prisioneros que serían ejecutados al día siguiente. La gente del sonderkommando se les uniría al levantamiento, así como los prisioneros de los campos alrededor. La muerte era impostergable, pero matarían a algunos SS y algunos podrían escapar para informar al mundo exterior de lo que sucedía en los Campos. Fredy Hirsch, sin poder creer lo que oía, pidió una hora para pensarlo.

Al regresar Urba por la respuesta lo encontró, según su versión, agonizando. El “supuesto” suicidio de Fredy se diseminó como pólvora. El impacto de su muerte encubrió la verdad que a la distancia ha aflorado con documentos escritos y por testigos presenciales: Fredy murió por sobredosis de sedantes suministrados por los doctores del Block, que al estar excluidos del grupo que liquidarían, preveían la muerte de todos con la insurrección. Impedirla les permitiría una pequeña oportunidad de sobrevivir, ganando un poco de tiempo.

Al día siguiente, puntualmente los camiones atestados con las familias del Transporte de Septiembre, iniciaron su marcha pero no llegaron a las puertas de Auschwitz, giraron a la izquierda rumbo a las cámaras de gas. En el trayecto luctuoso, repentinamente según los testimonios, estalló el canto de cientos de voces infantiles y sus maestros, que entonaron el “Hatikva,” (La Esperanza) y el Himno Checo “Dónde está mi hogar”.

LOS MUCHACHOS DE BIRKENAU: SEGUNDA OPORTUNIDAD

El trabajo con los niños del segundo transporte continuó como cuando estaba Fredy, la gente del staff siguió sus indicaciones. Las clases, la limpieza, los encuentros en Shabat. El estado de ánimo estaba decaído después de la liquidación del transporte n° 1 pero la vida sigue y la esperanza por un futuro también. Volvieron los niños a jugar, los maestros a enseñar, pero lo que les quedaba claro es que las fechas estaban pre determinadas. La creación del grupo “Los muchachos de Birkenau” (The Birkenau Boys) es otro momento muy poco conocido. Se volvieron grupo cuando se liquidó el 2° Transporte del Campo Familiar.

Ellos formaban parte de este 2° transporte de Terezín a Birkenau de Diciembre 1943. Mengele seleccionó entre ellos a un grupo de 90 jovencitos, figuras regularmente inexistentes en Auschwitz, que trasladaron al mannerlager para desempeñar varios trabajos como mensajeros “Laufers” y otros, dentro del campo. Entre ellos quedó Bedrich Steiner que llegó a México en 1968, el resto del transporte fue exterminado. Unos días antes de la liquidación, repartieron nuevamente tarjetas postales postfechadas, evidentemente, a pesar de los rumores, el engaño seguía funcionando. Al grupo de chicos seleccionados, la suerte les ofreció una segunda oportunidad de sobrevivir, y al mundo la oportunidad de enterarse del heroísmo ignorado de los que a pesar de todo resistieron, de Fredy Hirsch y de sus colaboradores solidarios, que amortiguaron el sufrimiento de los niños permitiéndoles creer en un mundo mejor.

Fredy Hirsch no habita el imaginario colectivo de los héroes del Holocausto. Quizá su memoria quedó secuestrada por el prejuicio debido a su “supuesto” suicidio tardíamente aclarado como envenenamiento inducido, y a su condición homosexual que durante el Holocausto y después, en una Checoeslovaquia comunista era tabú mencionar. Fredy es un héroe que vibra en el alma de los sobrevivientes que lo conocieron, que saben que se ha cometido una injusticia y ahora después de 70 años, se apresuran a contar su historia porque saben que se apagan las voces y es su responsabilidad rescatarlo del olvido y colocarlo en el lugar que se merece, para que no muera para siempre.

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