JESSICA STEINBERG
Con un hotel de lujo y planes para revitalizar la zona del puerto, uno de las poblaciones más antiguas del mundo está experimentando un moderno renacimiento en beneficio de árabes y judíos
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En un día cualquiera de la semana las largas colas en Turkish, un antro del falafel en la calle Yehoshafat en Acre, son una metáfora de esperanza de convivencia entre árabes e israelíes.
Mientras Abed moldea hábilmente las bolas de falafel con una cuchara y las coloca en la freidora, los clientes esperan pacientemente en la cola. Hay un policía árabe, una madre judía israelí con dos adolescentes, un par de chicos de reparto – uno árabe, uno judío – y unos cuantos chicos de secundaria.
“Acre es conocida por su humus y su falafel”, afirma Shlomi, el propietario judío, mientras embadurna humus en el fondo de una pita antes de llenarla con falafel y ensalada picada. “Y porque los árabes y los judíos aquí viven en paz, ahora y siempre”.
Aunque mucho más pequeña que Tel Aviv-Jaffa, Jerusalem o Haifa – otras ciudades israelíes con importantes poblaciones árabes y judías – la ciudad portuaria norteña de Acre se ha convertido en un ejemplo involuntario del aspecto que podría tener una ciudad mixta.
Físicamente dividida en dos mitades a lo largo de la costa curvada del Mediterráneo, está la “nueva” Acre, con sus típicas construcciones de viviendas, escuelas y centros comerciales. La vieja Acre, sin embargo – la parte de la ciudad que se remonta a la época bizantina, con una fuerte dosis de la historia de la era de los Cruzados seguida por los más elegantes toques de la época turco otomana – atrae a la mayoría de los turistas y visitantes.
La ubicación de Acre en la costa del Mediterráneo, con un puerto raro, natural, ayudó a su formación como una de las ciudades más antiguas del mundo, que data de unos 4.000 años de la Edad del Bronce Medio. Como ciudad histórica, se ha ganado el derecho a presumir, y en 2001 la agencia cultural de la ONU, UNESCO, la reconoció como Patrimonio de la Humanidad por su colección de arquitectura otomana y ruinas de los Cruzados.
Pero fue hace poco que el resto de la ciudad logró atraer a los visitantes para pasar estancias más largas y noches en la ciudad. Hoy Acre cuenta con un festival de ópera cada verano, así como un festival de teatro alternativo en otoño.
Este tipo de eventos se deben a los esfuerzos realizados por el alcalde Shimon Lankri, que ha estado en el cargo durante los últimos 13 años. Se dice que cuando ganó su primera elección, recibió una ciudad con las peores escuelas, barrios y reputación.
“Llegamos desde el lugar más bajo posible”, dice Lankri, que ha estado trabajando duro para revertir esa tendencia.
Los 46.000 residentes de Acre son dos tercios judíos y un tercio árabes, e incluyen cristianos, Baha’i, judíos y musulmanes. El casco antiguo se compone sobre todo de residentes árabes que viven en las estrechas callejuelas de este barrio antiguo. Sin embargo, en comparación con las áreas judías, esta parte de la ciudad es más pobre con muchos edificios en mal estado.
Ha habido acusaciones de los miembros árabes de la Knesset de que el municipio dirigido por judíos está tratando de cambiar el carácter de la ciudad, intentando convertirla en la ciudad hermana de Jaffa – Tel Aviv con una gran población árabe, muchos de los cuales han acabado yéndose debido a los altos precios de las propiedades desde que los judíos israelíes empezaron por adquirir el inmobiliario barato.
Pero no todos los cambios en Acre son tan simples.
Una de las razones para revitalizar la ciudad vieja ha sido gracias a los propietarios de locales como Uri Jeremías, dice Lankri, en referencia al propietario de Uri Buri, el famoso restaurante de mariscos ubicado en el puerto.
Jeremías es el dueño de barba blanca de su restaurante epónimo llamado Acre, conocido por sus ricos platos de pescado con influencia europea que sirve en mesas con manteles blancos y vistas al mar.
Fue hace 22 años que Jeremías decidió trasladar su restaurante de su ciudad natal Nahariya a Acre.
“Me dieron las llaves el viernes y el domingo todas las ventanas estaban rotas y me habían robado una radio”, recuerda Jeremías.
El restaurador, que tiene ahora 72 años, no se acobardó. Con tilapia caramelizada, se presentó a todos los vecinos, haciéndoles saber que abría un restaurante que no estaría abierto hasta muy tarde ni pondría la música tan alta como los propietarios anteriores.
Hoy Jeremías está considerado uno de los reyes de la cocina israelí, y los clientes viajan a Acre de todo el país con el fin de comer sus delicias de mar. También pueden pasar por su heladería, Endomela, en la misma cuadra de Uri Buri, donde sabores delicados ofrecen un gran antídoto en las calientes tardes de Acre.
Todos estos años después Jeremías está seguro de haber contribuido a cambiar las cosas en esta ciudad. “Abrir un negocio y que tenga éxito, anima a los demás”, dice.
El alcalde Lankri también es alabado por los residentes de Acre y la prensa por hacer mejoras significativas a la ciudad, sobre todo en el turismo, donde los nuevos hoteles y festivales internacionales están trayendo más visitantes.
“Todo lo hacemos para darle una marca a la ciudad”, dice Lankri. “Para demostrar que Acre es un lugar de atracciones e historia – estamos creando posibilidades”.
Algunas de esas posibilidades incluyen alojamiento en expansión, desde el estilo B & B israelí – conocido como tzimmers – a un hotel de lujo.
Jeremías fue uno de los primeros locales que hizo realidad el potencial de alojamiento de Acre, y en 2007 compró dos antiguas casas otomanas y pasó los siguientes siete años reformándolas, piso por piso, desde el sótano de la era bizantina y de los Cruzados al siguiente nivel del periodo musulmán, hasta las plantas superiores que datan de la era turca y que han sido restauradas y pintadas.
Los dos edificios acabaron unidos por un pasillo con suelo de mármol y ahora comprenden el Hotel Efendi, el hotel boutique de Jeremías con 12 habitaciones, con una bodega completa de la era bizantina, un baño turco original y una cubierta de techo gloriosa con vistas al mar.
“Es un edificio muy especial”, dice Jeremías. “No hay muchos como él en el mundo. Tiene siete épocas representadas, construyeron capa sobre capa”.
Con su entorno de lujo y personal mixto árabe-judío, el Efendi atrae tanto a turistas israelíes como extranjeros – aunque en su mayoría israelíes por ahora, explica Jeremías, dados los caprichos del turismo de Israel, que siempre se ve afectado por los titulares.
“No se construye esto para hacer dinero”, se ríe. “No nos sentamos a llorar por eso, tampoco. Simplemente rezas y lo volverás a ganar”.
Jeremías tomó un socio silencioso durante la construcción del hotel después de darse cuenta de que no podría restaurarlo hasta el nivel que quería sin ayuda financiera. El edificio requiere expertos en reconstrucción y restauración de empresas extranjeras, y dijo que tuvo suerte de encontrar socios que “son excelentes personas. La mayoría de la gente normal no invertirá dinero en esto”.
Pero Jeremías, Lankri y otros hacen hincapié en que sean las que sean las similitudes entre Acre y Jaffa – su población mixta, su ubicación sobre el mar; y su antigua arquitectura – Acre no se convertirá en una “Jaffa del norte”.
“No queremos ser Jaffa”, dice Lankri. “Acre seguirá con su población. No queremos que demasiado dinero e inversiones vengan a arruinar las tradiciones locales. No queremos cadenas de tiendas, nos preocupamos por los puntos de referencia, y no dejar que se convierta en demasiado nuevo”.
Acre, se está convirtiendo en una ciudad para turistas, con unas dos docenas de restaurantes de pescado, decenas de lugares de hummus artesanal y el mercado turco.
También está el paseo marítimo que eventualmente extenderá la longitud del puerto, conectando la nueva y vieja Acre en dos y medio kilómetros (1,5 millas), similar a lo que se hizo en el tramo de Tel Aviv a Jaffa.
No todo el mundo está de acuerdo con Lankri en cuanto a sus planes de turismo. Jeremías señala que la ciudad tiene uno de los más auténticos baños turcos y la municipalidad invirtió NIS 8 millones de shekels ($ 2,1 millones) para convertirlo en un espectáculo de luces, “donde los niños se sientan y pagan NIS 10 ($ 2,6) para ver un espectáculo que la mayoría no recuerda”.
“Si hiciera un auténtico baño turco, en un lugar como Acre, se convertiría en una atracción”, dice Jeremías. “Lo mismo con las Salas de los Cruzados. Al menos no hay pizza, sushi o hamburgueserías en Acre. Seguro que llegarán, pero por ahora somos bastante auténticos con nuestros pescadores aún en el puerto”.
Fuente: The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico
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