Tiro al aire / En búsqueda de mi Currículum Vitae

SHULAMIT BEIGEL, EN EXCLUSIVA DESDE LONDRES

Quien no haya probado un Beigel con o sin salmón, con o sin za’atar, no sabe lo que es bueno.

Me llamo Shulamit Beigel y soy hija de Yossef Beigel.

Los judíos usaron históricamente nombres patronímicos, es decir, un nombre propio que designaba la ascendencia de la persona. En el sistema patronímico judío, el nombre es seguido de ben o bat (“hijo de” o “hija de”, respectivamente). Por lo tanto yo soy bat Yossef Beigel.

Los apellidos de origen hereditario que existen hoy en día, comenzaron a utilizarse entre los judíos sefarditas en los siglos X y XI y se fueron extendiendo a los judíos asquenazíes mucho más tarde.

La mayoría de los apellidos se formaron a partir de palabras de la lengua alemana, y se referían a la ocupación del individuo. Otros, reflejaban las características personales de la persona.

Así que en mi infancia en México envidiaba a ciertos amiguitos o amiguitas que se llamaban Goldsmith, joyero, y que presumían que sus ancestros se dedicaban al oro. Elías Barón era hijo de un barón, Moisés Káiser era descendiente de un emperador, Lily Melamed provenía de una familia de maestros, David Gluck había tenido suerte, Isaac Shein era guapo, Koenig probablemente era descendiente de un rey, Selma Diamant tenía diamantes, y yo, ¡qué horror! era una rosca con un agujero. Y no es un albur.

Con los años me fui calmando, pues por lo menos no me llamaba Todtschläger (asesino) ni Taschengreifer (carterista) y mucho menos Pferd (caballo), o Maulwurf (topo).

Según todos los diccionarios, el bagel, que a veces se escribe también beigel, y en Yidish בײגל beygl, es un pan que se elabora con levadura de trigo y tiene forma de un anillo grueso. Eso es todo. Eso soy yo: una beigel.

Desde hace algún tiempo vivo en Inglaterra.

Paseando el año pasado por Brick Lane, vi de repente mi nombre, beigel, en un escaparate. Lo primero que se me ocurrió fue que tal vez tenía yo un familiar inglés desconocido, lo cual enriquecería mi curriculum, o que tal vez algún tatarabuelo polaco había sido caballero de la reina de Inglaterra, y que, castigado por algo, había terminado haciendo beigels.

Para quien no lo sabe, Brick Lane es una calle larga del barrio londinense de Tower Hamlets, cuyo nombre proviene del idioma bengalí ব্রিক লেন. Tower Hamlets es un municipio, lo que los ingleses llaman borough, y se encuentra en la parte Este de la ciudad, al norte del rio Támesis, cubriendo una gran zona del tradicional East End.

Aunque hoy día los judíos se han ido a vivir a otros suburbios y el lugar se ha convertido en el corazón de la comunidad bangladesí, en un pasado fue el corazón de una comunidad judía efervescente, con sus restaurantes, su teatro, sus mercados y sus beigels.

Anteriormente se llamaba Whitechapel Lane. Su nombre actual, Brick Lane, se debe a la antigua elaboración de ladrillos y azulejos, que se inició en el siglo XV y que empleaba los yacimientos de arcilla de esta zona. En este lugar se encuentra una de las panaderías de “bagels” o “beigels”, como lo escriben los ingleses, más populares del mundo, que comenzó a operar a mediados del siglo XIX, y desde entonces se fue convirtiendo prácticamente en una institución, repleta las 24 horas del día, durante los siete días de la semana.

En un comienzo los beigels se exhibían en las vitrinas encajados sobre palitos verticales de madera, que medían alrededor de un metro, tal vez ahí está el secreto del porqué de los agujeros.

Pocos lo saben, pero los judíos fueron expulsados de Inglaterra en 1290 y mucho tiempo después, volvieron, en 1656, cuando fueron readmitidos por Oliver Cromwell, el famoso líder.

Los primeros judíos que llegaron en esta época fueron los sefaraditas, gente con dinero, procedentes de España y Portugal. Se asentaron en Londres, donde fueron desarrollando sus negocios y su vida comunitaria. Mis ancestros no eran estos.

Poco después, en 1690, llegaron los askenazíes, en su mayoría comerciantes, dedicados a las finanzas.

A finales del siglo XVIII había 17 000 judíos en Londres, es decir, una comunidad relativamente grande.

En el siglo XIX, como resultado de los pogromos en el imperio ruso, los judíos, acusados del asesinato del zar, llegaron a Inglaterra, y las calles que circundan Brick Lane se vieron transformadas con esta nueva llegada de emigrantes. Surgieron nuevas sinagogas, carnicerías y restaurantes kosher, y se desarrolló una cultura yiddish con sus propios periódicos y teatros.

Hasta la primera Guerra Mundial, más de dos millones de judíos se vieron obligados de abandonar sus hogares de la Europa oriental, y muchos pasaron por Inglaterra cuando se dirigían a Nueva York. ¿Estaría algún ancestro mío entre ellos? Alrededor de 150 000 de estos inmigrantes se quedaron en Londres, asentándose en lo que se llama la zona del East End, cerca de los embarcaderos.

A diferencia de los judíos inmigrantes anteriores, éstos eran en su mayoría pobres. La zona se convirtió en un centro del tejido, confecciones, y la industria del vestido, debido a la abundancia de trabajadores no cualificados.

La vida de los judíos en el East End no fue fácil (¿cuándo lo ha sido?) Muchos de los habitantes que residían aquí veían a estos judíos con desconfianza y hasta con hostilidad.

Cuando en 1888, el famoso asesino múltiple Jack el destripador, que asesinaba en los alrededores de Whitechapel mató a cinco prostitutas, muchos ingleses pensaban que el culpable era un judío.

Pero ¿por qué les cuento todo esto? y volviendo a mi apellido. Fueron estos inmigrantes de los “shtetls” quienes trajeron el conocimiento de cómo se hacen los beigels. Lo habían aprendido en la Europa Oriental, sobre todo en Polonia, de donde era mi padre.

Mi papá me había contado que nuestro apellido, Beigel, se debía a que sus ancestros, sus tatarataras… se habían asentado en Europa a comienzos del siglo X, y que desde entonces hacían beigels. Esta historia siempre me había parecido un poco dudosa, pues ¿cómo podía mi papá saber con certeza que ya desde aquel entonces su familia hacía beigels? Aunque sí, los libros de historia mencionan que los primeros judíos habían llegado a Polonia en el siglo décimo, los cronistas polacos así lo mencionan, y que habían vivido en Gniezno, la capital del reino polaco en esa época.

Pero no fue sino hasta después que se dio la primera gran emigración judía desde el oeste de Europa a Polonia, en 1098, cuando un rey reconoció la utilidad de los judíos para el desarrollo de los intereses comerciales del país.
Ahora bien, ¿trajeron mis antepasados a Polonia ya en esa época los beigels? ¿O aprendió mi familia de los polacos a hacerlos…? ¿Y a comerlos? ¿Y quién inventó el agujero del beigel? Esa sigue siendo la pregunta de los 64 mil. Yo hasta la fecha no tengo respuesta, pues ningún cronista menciona nada al respecto. Tendré que aceptar que nunca sabré los orígenes de mi nombre. Pero tal vez tampoco tenga esto tanta importancia.

Lo que sí se sabe es que los judíos se aficionaron a los “bagels” porque era un pan que se podía preparar antes de la llegada del Sabbat. La masa se terminaba de hacer el viernes, se dejaba descansar doce horas, y concluido el descanso, se procedía a hornearla.

La verdad es que tampoco se, ni lo sabré nunca probablemente, si los judíos y entre ellos mis ancestros, aprendieron a preparar los beigels de los polacos o si los polacos lo aprendieron de los judíos. Tampoco importa. Lo que sí es casi seguro es que el beigel llegó a Inglaterra con los inmigrantes judíos. “Elemental Watson”.

Hace poco, al hablar con un primo sobre el tema, éste me aseguró que el beigel sí era un invento judío, que nació en Cracovia, habiéndose encontrado documentos que mencionan de que ya en 1610 se ofrecían “beygls”, como se pronuncia en yiddish, a las mujeres que daban a luz.

Preguntando por aquí y por allá entre los miembros de mi familia, los beigels, (que son o eran muchos, casi como una tribu), me di cuenta que no iba a llegar a ningún lado, ya que había muchas versiones sobre los orígenes del beigel y había muchos beigueles por el mundo que no necesariamente eran familia mía, aunque sí todos habían llegado de Polonia.

Beigel, Bagels, Bugel, Beugel. De tantas versiones sigo sin saber el origen de mi nombre y lo único que sé es que mis antepasados hacían beigueles.

Y con respecto a Inglaterra, actualmente pocos judíos quedan en Brick Lane. La comunidad con el tiempo se mudó hacia otros barrios, y de las 150 sinagogas que existieron en el East End únicamente quedan cuatro. Las tiendas de antes se han convertido en apartamentos de lujo, y poco queda de ese efervescente pasado judío, excepto por dos panaderías donde se venden beigels, 24 horas al día durante los siete días de la semana. A veces se ve a una mujer extranjera, Shulamit Beigel, deambulando por ahí en la búsqueda del origen de su nombre para su Currículum Vitae.

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