GABRIEL MORALES SOD
Durante el traslado de los atletas hacia el estadio Maracaná para la inauguración de los juegos, un entrenador del equipo libanés impidió físicamente la entrada de atletas israelíes a un autobús. Días más tarde, en la primera ronda del concurso de judo en la categoría de 100 kg, el atleta egipcio Islam el Shehaby, se negó a dar la mano al atleta israelí Or Sasson, después de perder una batalla limpiamente.
Después de reflexionar sobre estos dos incidentes y tratar de encontrar razones que legitimen estas acciones, llegué a la siguiente conclusión: desde que iniciara la lucha por los derechos civiles en los años 60, hemos presenciado la reducción de expresiones explícitas de racismo, es decir, que ahora es menos común (bueno, antes de Trump) promulgar leyes explícitamente racistas o criticar públicamente a alguien por el color de su piel o su origen religioso. Este tipo de discriminación, en cambio, se ha tornado a otros canales por decirlo así, menos explícitos.
Los dos casos en contra de los atletas israelíes en Río, sin embargo, son exactamente eso, discriminación explícita, como aquellos blancos en el sur estadounidense que, como el entrenador libanés, impedían la entrada de negros a autobuses públicos.
Sé lo que muchos están pensando: Israel, a diferencia de los negros en el sur se encuentra en una posición de poder. Sin embargo, también Estados Unidos (que invadiera Irak y Afganistán), Arabia Saudita que bombardea Yemen casi a diario; Rusia que invadió Ucrania; y decenas más de países se encuentran en esta situación. No obstante, de nuevo, el único caso de discriminación registrado en Río fue en contra de atletas israelíes. Lo que es peor, hay quienes desde el público intentan justificar estos actos. Como si los atletas israelíes, y nadie más en el mundo, merecieran este trato (cambien la palabra israelí por cualquiera de estas “negro, sueco, musulmán, ruso” y pregúntense cómo sería su reacción).
Las personas que creen que es legítimo humillar a los atletas israelíes por su etnia o nacionalidad están incurriendo en la definición más básica de la palabra discriminación. Quienes justifican el acto del judoca argumentando que “sólo los amigos se saludan”, se olvidan que con excepción de este incidente, ningún atleta olímpico (y estoy seguro que no todos son grandes amigos) le ha negado este respeto mínimo a otro. Quienes dicen que éste fue un acto de protesta, se olvidan que quienes han protestado en la historia de los juegos (por ejemplo, las Panteras Negras en 1968) lo hicieron respetando a los demás atletas.
Por último, quienes dicen que el atleta egipcio tomó esta decisión por miedo a las represalias, se olvidan del contexto en el que este acto de discriminación ocurre. A lo largo de la historia de los juegos, los atletas israelíes han sido discriminados y ultrajados hasta el punto que en 1972, once fueran asesinados, por el simple hecho de representar a su país. Éste es el tipo de miedo al que está sujeta la delegación de Israel desde Múnich. No existe justificación para la discriminación.
gmoralessod@gmail.com
Fuente:razon.com.mx
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