JUNG PARK
Crecí en Corea del Sur hasta los 15 años, cuando me mudé a Ohio para ir a un internado. Corea del Sur tiene menos de 100 judíos, de una población de 50 millones, que se compone de 99,9% coreanos.
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Yo había leído cómics basados en el Talmud cuando era pequeña- con rabinos como personajes de dibujos animados, pero esa era la medida de mi interacción con el judaísmo.
Así que cuando empecé a asistir a reuniones semanales de conversión con un rabino, comencé a darme cuenta de lo complejo que era el judaísmo y las múltiples facetas de la identidad, la cultura y la religión.
Ahí comenzaron las preguntas: ¿Me estoy comprometiendo a la religión? ¿A la identidad? ¿A la cultura? ¿A la familia? ¿A la tribu? ¿A todo? Pero yo ya soy coreana y estadounidense, y no estaba buscando una nueva identidad.
Al igual que muchos otros conversos, empecé a considerar la conversión al judaísmo por amor.
Aaron y yo nos conocimos por primera vez en la boda de un amigo en los Estados Unidos, unos años después de la universidad. A pesar de haber ido a la misma universidad, nunca nos habíamos encontrado, y aun bromeamos de que probablemente estuvimos en las mismas clases en la universidad.
Como muchas otras parejas hoy en día, cada uno de nosotros perseguía su propia carrera en diferentes partes del país, y el mundo – Aaron en Asia, y yo en África. Y después de innumerables vuelos, correos electrónicos, llamadas y citas por Skype, ahora nos encontramos en la ciudad de Nueva York juntos, comprometidos, y preparando nuestra boda a principios de 2017.
No me acuerdo bien cuándo surgió por primera vez el tema de la conversión, pero sí recuerdo que me sorprendió. ¡Apenas me había enterado que él era judío! No parecía ser gran parte de su vida y él no era ni religioso ni observante. No mencionaba la sinagoga, no llevaba yamulke (solideo, en yiddish), no respetaba la kashrut. Tal vez una frase o palabra en yiddish de vez en cuando, como oy vey o schmuck – pero ¿quién no lo dice?
Lo que lo hizo aún más confuso fue su petición: le gustaría que me convirtiera, pero no era necesario que cambiara nada. Y al cabo de un tiempo, cuando le dije que me iba a convertir, pensé que sería exactamente eso – sólo un sello de goma, sin repercusiones sobre mi identidad, cultura o creencias.
En los últimos seis meses, indagué sobre lo que significa para él la identidad judía y lo que significa para él que yo me convierta. Irónicamente, meses de avanzar y retroceder, tomar una clase de Torá juntos, y enseñarme a leer hebreo lo llevaron a enfrentar y reconocer su propia identidad judía de una manera que nunca había tenido antes.
De repente, las festividades que se celebran desde hace miles de años representaban algo más grande que él mismo, y adquirieron un significado más allá de momentos de placer con comida y vinos. Dijo que el judaísmo le había proporcionado la base que le permitió ir a explorar el mundo, durante cuyo proceso me conoció, una dama de Corea increíble (en sus propias palabras).
Pero también se siente fuerte en su identidad judía y su deseo de tener una familia judía. Para él, el judaísmo representa el hilo conductor que mantendrá la familia unida, y la base que le permita proporcionar una buena educación y la brújula moral para sus hijos.
Sí, él quiere tener tanto la cultura judía como la coreana en nuestra familia, pero quería invitarme a ser su socio de pleno derecho en la transmisión de la tradición judía, y en el desarrollo de nuestra propia tradición juntos.
Entendí que esas cosas eran importantes, pero todavía luchaba con qué quiere decir que “yo” tengo que cambiar. Soy consciente de la naturaleza matrilineal de la identidad judía en determinadas denominaciones del judaísmo, pero incluso un rabino ortodoxo que supervisó la conversión de Ivanka Trump no puede hacerme judía de acuerdo a una corte rabínica de Israel, así que sentí que, independientemente de mi conversión, entraríamos en esa gran pileta de “judíos” cuando se trate de la pregunta “¿cómo de judía es realmente tu familia?”.
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Dado que soy inequívocamente asiática, nadie va a “confundirme” por una judía aunque esté físicamente localizada en una sinagoga o leyendo la Torá, por lo que resultaba aún más importante para mí averiguar lo que significa para mí adoptar el judaísmo. Y este es mi punto de partida.
Me identifico con las enseñanzas judías que se centran en el presente y potencian el “yo” en lugar de centrarse en nuestra falta de control en relación con la omnipotencia de Dios. Por ejemplo, Tikkun Olam es una parte importante del judaísmo, y nos anima a hacer algo hoy para dejar el mundo un lugar mejor que cuando llegamos aquí. Me encanta que me anime a vivir en el presente y te involucre activamente.
También veo en las comunidades judías una búsqueda de la excelencia, sin obsesión por la perfección, y el énfasis en la persistencia aunque aceptando las contradicciones. Siento que estas son lecciones que he aprendido por la vía dura, como mujer coreana que creció en una sociedad con muchas reglas en blanco y negro, se trasladó a los Estados Unidos, y luego trabajó en África. Estos enfoques de la vida resuenan en mí, y me animan a comprometerme con cada situación con la “cabeza fría y el corazón caliente”.
Y mientras adopte muchas tradiciones Ashkenazis basadas en las raíces de mi prometido, también seguiré incorporando mis raíces coreanas en mi vida.
Fuente: Forward – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico
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