DAVID DAOUD
A pesar de su creciente fuerza y experiencia en el campo de batalla, Hezbolá está lejos de cerrar la brecha en fuerza convencional con Israel.
Durante los últimos tres años de la guerra civil siria, Hezbolá ha operado cada vez más como un ejército regular que en su rol tradicional de décadas como una fuerza guerrillera. El grupo chií ha operado tanques y artillería, jeeps con rifles sin retroceso sirios, e incluso se rumora que han adquirido su propia brigada blindada de 75 tanques.
Como resultado, algunos expertos han comenzado a sugerir que Hezbolá se ha transformado en “un ejército en todo sentido,” como ha escrito el columnista Amos Harel de Haaretz. Otros, como Nour Samaha, de Foreign Policy, han sugerido que “Israel puede tener razón para estar preocupado” porque Hezbolá “transfiera las habilidades aprendidas en Siria a cualquier enfrentamiento futuro con Israel,” y combata a las FDI como un ejército convencional.
Eso es improbable. En tanto el estado judío siga siendo una fuerza convencional vastamente superior, Hezbolá continuará combatiéndolo según sus viejos métodos guerrilleros exitosos. Enfrentar a los israelíes de ejército a ejército casi aseguraría la derrota de Hezbolá.
Hezbolá participó de la guerra civil siria casi desde su inicio en el año 2011, pero para el 2013 había transformado sus tácticas tradicionales de insurgencia a actuar como una fuerza contra-insurgente contra los rebeldes sirios. Desde entonces, ha estado conduciendo una guerra abierta junto a las líneas del frente establecidas para conquistar y controlar territorio y derrotar a sus enemigos, participando en maniobras de ejércitos combinados con fuerzas iraníes, sirias y rusas. Sus combatientes han actuado incluso como comandantes en el campo de batalla de las tropas sirias.
Sin embargo, a pesar de su creciente fuerza y experiencia en el campo de batalla, Hezbolá está lejos de cerrar la brecha en fuerza convencional con Israel. Las Fuerzas de Defensa de Israel han dejado en claro que tienen intención de explotar esa asimetría “en la forma más muscular posible” para anotar la victoria decisiva contra el grupo que los ha eludido en el pasado. El nuevo plan de las FDI, que seguiría en una guerra con Hezbolá, es llamado la Doctrina Guideon (esbozada en una versión más corta y no clasificada titulada “Estrategia de las FDI”), la cual llama a un despliegue rápido de fuerzas terrestres, en simultáneo con ataques aéreos, navales, de artillería e informáticos. La nueva estrategia de Israel es penetrar rápidamente el territorio de Hezbolá para dañar su infraestructura política y militar, mientras al mismo tiempo bombardea en forma abrumadora sus objetivos.
Reconociendo rápidamente esta asimetría en fuerzas, equipo y capacidades, el liderazgo de Hezbolá ha dicho que nunca imaginó luchar una guerra convencional contra el estado judío. El grupo por lo tanto ha creado históricamente su propia definición de “victoria”—en lugar de proponerse derrotar decisivamente a las FDI, Hezbolá se adjudicaría el éxito por sobrevivir meramente y continuar luchando.
A la fecha, Hezbolá ha enfrentado a Israel en dos ocasiones importantes. La primera fue durante la ocupación por parte de Israel del sur de Líbano de 1985 al 2000, cuando las FDI eran una fuerza de ocupación relativamente fija, y Hezbolá tuvo éxito en restringirla con “reglas de juego” que dieron al grupo inmunidad virtual cuando operaba fuera de áreas civiles en Líbano.
En forma acorde, Hezbolá desarrolló una doctrina guerrillera de 13 puntos diseñada para “derrotar” a las FDI militarmente superiores, sobre la base de tales principios de la guerra de guerrillas como sorpresa, identificando y atacando las debilidades de Israel—particularmente su sensibilidad con las víctimas civiles y bajas militares—y escabulléndose “como humo” antes que las FDI pudieran responder. En la Segunda Guerra del Líbano del 2006, Israel ya no mantuvo más posiciones fijas en el sur de Líbano, y las FDI estuvieron más dispuestas a atacar a Hezbolá en áreas civiles. A pesar de estos cambios, la sensibilidad con las bajas militares todavía dio forma a la planificación de las FDI. En su esfuerzo comprensible por salvar las vidas de sus soldados, Israel no comprometió fuerzas terrestres en los números y forma necesarios para la victoria y por lo tanto dejó expuestos a sus civiles.
La estrategia de Hezbolá tanto durante la ocupación de 15 años como la guerra del 2006 fue obligar a Israel a elegir: poner en peligro su frente interno evitando una operación terrestre, o entrar a Líbano y soportar bajas continuas en un desgaste terrestre continuo. Esta fue la peor pesadilla de los planificadores militares de Israel, porque privó a las FDI de sus principales activos – movilidad y poder de ataque – mientras expone la reticencia del estado judío a sufrir bajas en una guerra prolongada. El objetivo de la estrategia de Hezbolá en ambos conflictos fue simple: limitar el período de tiempo durante el cual Israel podría aplicar su fuerza militar plena e, incluso en esos momentos, minimizar el daño que las FDI podrían infligirle, negando así a Israel la capacidad de destruir a la organización.
Hezbolá por lo tanto adaptó su guerra a esa doctrina. Se propuso minimizar el impacto del poder aéreo y de artillería de Israel negándole objetivos visibles. El uso de armas pequeñas y fuerzas ligeras por parte del grupo redujo su exposición en el campo de batalla. Hezbolá dispersó sus fuerzas en células secretas autónomas que evitaron escrupulosamente combatir a las FDI en batallas de estrategia abierta. Incluso sus ataques elaborados contra enclaves israelíes durante la ocupación de Líbano fueron cortos, dejando a la artillería y helicópteros de las FDI atacando vanamente rutas sospechosas de infiltración. Estratégicamente, el grupo expandió sus centros de gravedad para privar al poder de fuego en enfrentamientos de las FDI de activos estratégicos cruciales para atacar.
La negación de objetivos probó repetidamente ser útil para Hezbolá. Durante la Operación Responsabilidad de 1993 por parte de Israel y la Operación Viñas de Ira de 1996, y nuevamente durante la guerra del 2006, las FDI arremetieron en frustración con poder aéreo y de artillería abrumadores. Trajo considerable daño a Líbano, y muchos civiles resultaron muertos. No obstante, Hezbolá – que continuó disparando cohetes a Israel hasta el alto el fuego – continuó en pie. Para los israelíes, la resiliencia de Hezbolá hizo que su ejército se viera ineficaz.
En ambos conflictos, Hezbolá también restringió el uso de artillería y poder aéreo de las FDI al utilizar la cobertura civil, presentando un dilema a los israelíes. Responder y provocar víctimas civiles hizo que las FDI parecieran crueles y más popular a Hezbolá. También trajo presión internacional sobre Israel para que detuviera sus operaciones. El ataque de Israel sobre el pueblo de Qana el 30 de julio del 2006, matando a 28 civiles, incluidos 16 niños, es reconocido incluso por los líderes israelíes como el punto en el cual la Segunda Guerra del Líbano se volvió en favor de Hezbolá. La comunidad internacional, anteriormente simpática (incluyendo a Estados Unidos), comenzó a presionar a Jerusalem para que aceptara un cese del fuego desventajoso, mientras Hezbolá continuaba disparando Katyushas.
Pero Israel no podía conceder inmunidad a Hezbolá para operar contra ella desde áreas civiles. En su lugar, las FDI enviaron tropas terrestres para erradicarlo. Pero es exactamente lo que quería Hezbolá para enfrentar a los israelíes—ya que expuso a las tropas terrestres a su nivel, sin cobertura aérea o de artillería—y explotar su sensibilidad relativa a las bajas. Durante el conflicto en el sur del Líbano, Hezbolá desangró a las patrullas de las FDI con bombas en las rutas y emboscadas letales que gradualmente desgastaron a los israelíes. En el año 2006, Hezbolá optó por empantanar a las tropas numéricamente y cualitativamente superiores de su enemigo en combate urbano brutal.
En términos puramente militares, la realidad en el terreno—y la cuenta de cadáveres—siempre estuvo en favor de Israel. Sin embargo, Hezbolá entendió pronto que esa percepción a menudo era apenas importante. Contrariamente a su imagen de búsqueda del martirio, sus operaciones no fueron suicidas y fueron llevadas a cabo sólo cuando el éxito era relativamente seguro. Hezbolá también utilizó magistralmente a los medios para dar la impresión que estaba obteniendo victorias reales contra las FDI, obviando la necesidad del ejército convencional de conquistar territorio o derrotar en forma decisiva a su enemigo.
En 1994, Hezbolá publicó una película de sus guerrillas atacando el Enclave Calabaza de las FDI en el sur de Líbano, disparando a sus defensores y plantando su bandera antes que el vídeo fuera cortado en forma abrupta. Aunque la propaganda de Hezbolá afirmaba que había capturado la colina y “la había purificado de los sionistas”, los defensores de la guarnición rechazaron el ataque con sólo una baja. Sin embargo, este incidente relativamente menor fue percibido como una importante derrota militar en Israel, con algunos analistas llegando tan lejos como a declarar que “ha sido quebrado el espíritu de combate” del ejército.
En la Segunda Guerra de Líbano, Hezbolá repitió este éxito psicológico, como cuando dio un detalle perfectamente sincronizado del ataque del grupo el 14 de julio del 2006 contra la corbeta INS Hanit. Dijo a sus oyentes—tanto libaneses como israelíes—que el barco se hundiría con sus marineros a bordo.
Como un ejército regular, Hezbolá estaría abandonando estas ventajas de la guerra de guerrillas, lo más importante, su concepción de la victoria, sin compensar con fuerza convencional que desafíe la de Israel. Los resultados en el campo de batalla que logró Hezbolá contra las milicias irregulares en Siria no pueden ser replicados en la próxima guerra con las FDI. El grupo simplemente carece de los recursos humanos, presupuesto o activos militares para igualar a las FDI, ya sea cuantitativamente o cualitativamente.
Aun cuando Nasrallah ha amenazado con conquistar la Galilea, eso probablemente sería otra actuación teatral de Hezbolá—una oportunidad de foto para que sus combatientes ingresen brevemente a territorio israelí y planten su bandera. Cualquier cosa más allá de eso terminaría en fracaso desconcertante. Hezbolá también estaría sacrificando su secreto y opacidad operativos, exponiéndose a las FDI. Israel podría entonces diezmar más fácil y rápidamente las locaciones y fuerzas fijas del grupo y cortar su suministro y líneas de comunicación con poder de fuego de enfrentamiento – activos de los que carece Hezbolá y para los que no tiene ninguna contra-medida eficaz.
De hecho, los preparativos de Hezbolá indican que tiene intención de combatir otra guerra de guerrillas contra Israel. El grupo ha expandido y actualizado su ya vasta red de túneles. Una vez más utilizando la cobertura civil, ha construido más de 200 poblados chiíes en el Sur de Líbano dentro de zonas de combate fortificadas, con cohetes, misiles anti-aéreos, y centros de mando. Israel nuevamente tendrá que elegir a partir de las opciones poco apetecibles de atacar los poblados y matar civiles, o abstenerse de disparar. No obstante el discurso de los peces gordos de las FDI que estas áreas serán consideradas bases militares pasibles de ser tomadas como blanco, la Doctrina Guideon todavía reconoce esto como un verdadero dilema.
Adicionalmente, aunque el arsenal de cohetes de Hezbolá ha aumentado a 150,000 cohetes, la mayoría son Katyushas imprecisos y relativamente ineficaces. El énfasis de Hezbolá en los Katyushas es su respuesta al sistema de defensa misilística sofisticado y de capas múltiples que Israel comenzó a desarrollar en el 2007, y que ahora está casi totalmente operativo. Esperándose que Hezbolá dispare un promedio diario de 1,500 cohetes en la próxima guerra, el costo para Israel de confiar exclusivamente en los interceptores de misiles sería prohibitivo. Aparte, los sistemas defensivos de Israel no podrán interceptarlos a todos. Es probablemente que cientos atacarán el norte, causando la interrupción similar de la vida civil y la economía, y desmoralizando al frente interno de Israel, como en la guerra del 2006. Para detener los cohetes, Israel se verá nuevamente forzada a enviar sus tropas dentro de los poblados controlados por Hezbolá, donde el grupo posee la ventaja del defensor.
Hezbolá quiere que la próxima guerra siga siendo corta. Pero Israel se destaca en operaciones cortas, abruptas y decisivas, una preferencia tradicional afilada por la Doctrina Guideon. Al cabo de ese corto tiempo, Hezbolá necesitará seguir siendo elusivo para negar la capacidad de Israel de llevar a casa su ventaja militar total—y así sobrevivir y atribuirse la victoria. El Partido de Dios sólo puede hacerlo como una fuerza guerrillera. Cuando combate a Israel, la estrategia de Hezbolá en el campo de batalla sirio se convierte en su desventaja. Si bien ha adquirido valiosa experiencia en la guerra siria, esas lecciones serán de poca utilidad al enfrentar a su enemigo tradicional al sur de la frontera. Durante la próxima guerra, Hezbolá está bien al tanto de un hecho simple: Israel no es Siria.
Fuente: The Weekly Standard
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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