En los últimos años, cientos de judíos venezolanos dejaron su país natal rumbo a Israel. Listas negras, amenazas y falta de libertades, son solo algunas de las razones por las cuales decidieron partir.
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Sara Goldstein (19) llegó a Tierra Santa en octubre de 2015, y fue la primera vez que tomó un avión al exterior. Hoy en día vive sola en Tel Aviv, aunque no por mucho tiempo. Mientras conversaba con Infobae, sus padres estaban volando a Israel sin fecha de retorno, con las maletas en mano y listos para iniciar una nueva vida.
“Mi hermano y yo aparecimos en las listas del SEBIN, buscados por traición a la Patria“, reveló la joven en alusión al Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. Participó en las protestas estudiantiles que sacudieron al país en 2013-2014, como activista del partido opositor Un Nuevo Tiempo (UNT), creado en 1999 por Manuel Rosales. Luego, las amenazas se incrementaron, y sumado al clima general de crisis socioeconómica, se vio obligada a marcharse. “Hay persecución política, nuestros gobernantes son antisemitas, hubieron atentados en sinagogas y muchos venezolanos se están yendo“, agregó.
En referencia a Israel, donde trabaja en un call center, Goldstein destacó que el estado judío la ayudó con su adaptación, tal como lo hace con todos los inmigrantes a través de la ‘Ley de Retorno’, sancionada en 1950.”Nos pagaron el viaje, te ayudan económicamente por seis meses, y te dan los nuevos documentos personales de inmediato. Hay una mejor calidad de vida y si bien hay guerra, es mejor que cualquier país de América”, afirmó.
Goldstein sostuvo que la economía caribeña se está agravando y que los recortes derivados de dicha situación incluyen a los miembros del ejército nacional. Consideró que esto podría culminar en una rebelión armada, si bien gran parte de los oficiales venezolanos siguen fieles a Diosdado Cabello, actual vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y diputado ante la Asamblea Nacional. “Cuando la tiranía gobierna, no hay nada que los pare“, concluyó Goldstein.
Maor Malul (40) llevaba una vida tranquila en la ciudad de Barquisimeto, al occidente del país. Portaba su kipá en la cabeza, hasta que una serie de eventos lo dejaron sin ganas de seguir. “Me pudrí”, enfatizó al recordar los episodios. “Una señora con la vestimenta roja tradicional de PDVSA (la petrolera estatal) observó mi cabeza y me grito ‘judío de mierda’. Luego me escupió y alzó su mano para pegarme, hasta que una mujer evangelista me salvó. ‘Corre, hijo’, me dijo”.
En otra ocasión, tras la enfermedad terminal de su abuela, Malul tuvo que enfrentar a la complicada burocracia local, con el fin de realizar los trámites relacionados a la sucesión. “Yo no sé cómo es en el país de ustedes, pero acá es así”, le increpó una funcionaria en el tercer intento que hacía para finalizar la misma diligencia. “El hecho de haber insinuado que no soy venezolano, teniendo los papeles de mis abuelos y mi cédula en sus manos, me molestó”, recordó con angustia.
Debido a su edad, Malul vivió en la época previa a la “revolución bolivariana” y elaboró una comparación: “Si bien había mucha corrupción, hoy en día hay una terrible división que incluye a familias que no se hablan. Argentina iba por el mismo camino. El antisemitismo viene desde el gobierno, no desde el pueblo”, concluyó.
Los testimonios recogidos ilustran una imagen complicada para la población en general, no sólo para aquellos que profesan la primera religión monoteísta. Pero el discurso violento desde el poder, tampoco ayudó a descomprimir una atmosfera bajo constante presión.
Entre diciembre y enero de 2009, el gobierno israelí inició una nueva operación en la Franja de Gaza. En respuesta, el chavismo anunció otra polémica medida durante un acto en solidaridad hacia el pueblo palestino.
“El gobierno bolivariano del presidente Hugo Chávez ha decidido en el día de hoy declarar persona non grata y expulsar al embajador del estado de Israel”, declaró el entonces canciller Nicolás Maduro.
Para muchos fue otra señal, una más entre varias. “Éramos felices y no lo sabíamos. Teníamos acceso a todo y era un país saudita”, reflexionó Fernando Sánchez (47), al recordar los años anteriores a la llegada de Chávez al poder. “Olfateé que algo estaba mal. Las horas en la calle se iban reduciendo, empezaba la escasez de agua, y los apagones de luz justificados como ‘racionamiento eléctrico'”, describió el comerciante durante una conversación en Tel Aviv.
Desde hace nueve meses en Israel, Sánchez sostiene que la única salida que le queda a Venezuela “es por las malas”. “Las segundas partes de todo, siempre son malas”, explicó.
Fuente: Infobae
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