CNAAN LIPHSHIZ
Los esfuerzos por silenciar al cómico antisemita advierten de que un choque traumático entre Francia y el Islam radical puede afectar a los valores de la democracia.
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Me mata decir esto, pero es probable que le deba una disculpa de Iom Kipur a Dieudonné M’bala M’bala. Mi amplia información sobre este comediante francés de origen camerunés lo retrató consistentemente como un provocador fanático, vulgar y racista cuyos actos sirven de pretexto apenas velado para ventilar un odio hacia los judíos tan intenso que le han llevado a asociarse con los neonazis que también lo desprecian por su raza.
Que quede claro, suscribo totalmente esta descripción de Dieudonné, quien en mayo recibió su enésima sentencia por incitación al odio contra los judíos – una condena de dos meses de cárcel y una multa de $ 11.000. Amigo y socio del cabeza rapada odiador de homosexuales-Alain Soral, Dieudonné ha sido condenado aproximadamente una docena de veces en al menos tres países por incitar o minimizar el Holocausto, lo cual es ilegal en Francia.
Sin embargo, cuando Francia se involucra en un agrio debate sobre los intentos de 30 municipios de prohibir los trajes de baño de cuerpo completo para mujeres musulmanas conocidos como burkini – prohibiciones ilegales, según dictaminó el viernes un alto tribunal francés – me vino a la memoria que hay otra forma de mirar a Dieudonné.
Y como se acerca Yom Kipur, el Día de la Expiación judío, empecé a cuestionar mi propia información y las ideas preconcebidas sobre Dieudonné. La prohibición discriminatoria del burkini sacudió mi confianza en las decisiones tomadas por las autoridades francesas en la lucha contra el Islam radical.
¿Estaba demasiado cerca del objeto para ver que la cruzada contra Dieudonné era otra medida draconiana que socava no sólo la lucha contra el extremismo, sino que también debilita las libertades sagradas en una de las democracias más importantes del mundo?
La desproporción de la prohibición del burkini, y la extralimitación de las autoridades francesas, me recordaron que se puede ver a Dieudonné como un humorista perseguido por un acto que rompe tabúes que ha provocado reacciones muy restrictivas por parte del gobierno de uno de los países más poderosos del mundo.
Con 50 años, Dieudonné está sin dinero – se mantiene intencionadamente insolvente para eludir el pago de las multas por discursos de odio – y ha sido declarado enemigo público por algunas de las personas más fuertes de la República. Su esposa e hijo están bajo vigilancia constante y reciben varias amenazas de muerte a la semana. En otros tiempos un cómico de relativo éxito con una pareja judía y una camarilla de amigos, ahora es un paria que apenas puede viajar porque le han prohibido la entrada decenas de países.
Rechazado por casi todos los escenarios que se precien, Dieudonné fue desalojado por violaciones de seguridad contra falsos incendios del teatro de París que había alquilado durante una década, dejándolo en gran medida incapaz de actuar ante el público.
Antes de la prohibición del burkini, nunca me detuve a cuestionar la legitimidad o la eficacia de lo que objetivamente se puede describir como campaña de persecución contra Dieudonné por su expresión de sus creencias políticas. Tampoco consideré que esto lo convirtió en un mártir a los ojos de millones de personas, cuya receptividad a su bilis sólo creció con cada nueva medida introducida contra él por un gobierno que sienten que no los representa.
Ni siquiera examiné adecuadamente el posible cálculo político asumido por el gobierno socialista de Francia en la persecución de Dieudonné. Machacando al favorito de los musulmanes y los negros franceses, anotó puntos en un electorado que está virando hacia la derecha en medio de una gran escalada de ataques terroristas islamistas, más recientemente, en Niza, donde 85 personas fueron asesinadas el mes pasado. Y lanzando el libro a un colaborador de uno de los cabezas rapadas más famosos de Francia, el gobierno también satisfizo a los antifascistas de izquierdas.
Por supuesto, Dieudonné, el niño del cartel del nuevo antisemitismo, no se puede comparar a las inocentes bañistas musulmanas que fueron acosadas en Niza por llevar burkini. Él es un peligroso enemigo de la democracia y las minorías de Francia. En un país donde los yihadistas han matado al menos a ocho personas desde 2012 en ataques contra objetivos judíos, sus chistes nutren el odio que facilita este tipo de asesinatos.
En uno de sus intentos más repugnantes de humor, invitó a una audiencia en 2014 a imaginarlo sodomizando a un judío, Ilan Halimi, quien fuera asesinado por antisemitas en 2006. Un inventor de los populares silbatos para perros antisemitas, la declaración de Dieudonné “je suis Coulibali” fue una muestra de la admiración o solidaridad, o ambos, con el asesino de cuatro judíos en un supermercado kosher en París en 2014.
Muy consciente de los efectos del fenómeno Dieudonné, consulté a Gedeón Behar, el enviado de Israel sobre la lucha contra el antisemitismo, antes de escribir esta columna. Me aconsejó que no lo publicara porque encontró que era una defensa inadecuada de Dieudonné.
Me identifico con la posición de Behar.
Dieudonné es un enemigo para mí y la mayoría de mis lectores. Aunque sea periodista, fingir neutralidad sobre él es inapropiado.
Sin embargo, las medidas aplicadas contra él son otra cosa que a la luz de las prohibiciones del burkini deben examinarse adecuadamente.
La clasificación profesional de Dieudonné en Francia como actor no debe ser una carta blanca para que arroje su marca de veneno vil. Pero la magnitud de los esfuerzos para silenciarlo debe dar lugar a una señal de advertencia, un recordatorio de que un encuentro traumático de Francia con el Islam radical está difuminando la frontera entre su deseo de ser una democracia que se auto-defiende y señales de que se está convirtiendo en una que auto-oprime.
No se espera que los gobiernos occidentales intimiden a los bañistas, pero tampoco se espera enviar a prisión a los cómicos cuyo sentido del humor se considere ofensivo.
La persecución de cómicos es característica de tiranías como la que envió al exilio al escritor checo Milan Kundera, cuya primera novela, “La Broma”, trataba de la falta de humor del totalitarismo comunista. No es lo que uno espera de Francia, el país donde Kundera se estableció en 1975 y siempre había tenido como un oasis de libertad creativa.
Del mismo modo, los representantes del estado en vestimenta y comportamiento adecuado son comunes en teocracias como Irán y Arabia Saudita, no Francia, donde es probable que afecte no sólo a los musulmanes, sino también a las mujeres judías ortodoxas haredíes que se visten según su comprensión de la modestia.
Soy un europeo que ya ha tenido que mudarse de un barrio debido al antisemitismo islamista y la intimidación sexista a mi esposa, por lo que entiendo tanto el deseo de amordazar a Dieudonné como el de deshacerse del burkini.
Pero precisamente debido a nuestro compromiso colectivo y la participación en la guerra contra el Islam radical y el antisemitismo, nos incumbe el próximo año judío pensar de manera más crítica cómo lograr estos objetivos.
Fuente: JTA – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico
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