JACKIE KEMP
El grupo israelí de danza contemporánea, debería haber sido uno de los éxitos del festival internacional de Edimburgo de este año.
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Recibieron cinco estrellas de la crítica por su espectáculo ingenioso, atractivo y creativo.
Puesto que Batsheva es un grupo étnicamente mixto de artistas bailando un popurrí que incluye un tema de la Guerra de las Galaxias y Wagner y que, en Israel, cosecharon la ira de la comunidad ortodoxa por un número en el que se desnudan en una canción de Pesaj, parecería extraño responsabilizarlos de la política del gobierno de Israel. Seguramente tendría el mismo sentido que culpar a las bailarinas del Mariinsky (antes Kirov) por los abusos de derechos humanos de Putin. De hecho, el coreógrafo de Batsheva, Ohad Naharin, ha dicho que está “en desacuerdo” con su gobierno, mientras que la primera bailarina del Mariinsky, Diana Vishneva, ha mantenido un estudiado silencio sobre el destino de Pussy Riot.
Pero mientras Mariinsky hizo un suntuoso Cenicienta en el Festival de teatro agotando las entradas, con una fila de automóviles con conductor esperando fuera para recoger dignatarios, incluidos ministros del gobierno, Batsheva tuvo un destino muy diferente. Su espectáculo se ofreció en salas semivacías y fue interrumpido continuamente dentro del teatro. Un tenso y nervioso público – bien peinado, en tonos grises – de danza contemporánea de Edimburgo se abrió paso en el vestíbulo a través de cientos de manifestantes gritando que ocupaban la mayor parte de la acera.
La noche que estuve allí, el espectáculo fue interrumpido tres veces; la noche siguiente fueron cuatro. Como miembro del público, debo confesar que me sentí alarmada y vulnerable. No sabía qué estaba a punto de suceder. El holandés de 82 años sentado a mi lado me palmeó el brazo y murmuró: “Esto no es la Kristallnacht. Recuerdo aquello”.
A pesar de la valentía y el profesionalismo de los artistas en el escenario debe haber sido una función estresante para ellos; en otros países los manifestantes permanecieron fuera del teatro. Nadie fue detenido por ninguna de las interrupciones, la policía escocesa no lo consideró ilegal.
De hecho, se estaba responsabilizando a los bailarines de la situación de los palestinos en Cisjordania y Gaza con el argumento de que su trabajo había sido elogiado por el gobierno israelí y porque reciben dinero de él. Ambas cosas se aplican a Mariinsky.
Un grupo de escritores escoceses encabezados por la poetisa nacional de Escocia Liz Lochhead (que también ha recibido dinero del gobierno en ocasiones) llegó a escribir a la prensa llamando a un boicot cultural de todas las compañías y artistas israelíes. Esto era lo que efectivamente se nos estaba imponiendo al resto por los piquetes de fuera.
Personalmente me sentí profundamente avergonzada y molesta por que estos artistas internacionales de renombre de visita en el FEI fueran incapaces de realizar su show en paz. He pasado el último año investigando un libro (Confusión para nuestros enemigos: El periodismo selecto de Arnold Kemp; Arnold era mi padre). En él, leí sobre el trabajo de mi abuelo Robert Kemp – uno de los fundadores del festival de Edimburgo.
El proyecto comenzó en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, para traer de vuelta la alegría, el color y la vitalidad de la expresión cultural en la vida de las personas, vidas que en su mayor parte habían sido grises y miserables. El proyecto se inició de manera que gente de distintos países pudieran comunicarse de corazón a corazón en el idioma internacional del arte y la cultura.
Sería una tragedia si la gente que vive, no a la sombra de la guerra sino con relativa facilidad y comodidad, consigue su deseo de crear un clima cultural en Escocia donde sea imposible para los artistas actuar por los pasaportes que poseen.
Fuente: The Guardian – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico
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