ENLACE JUDÍO MÉXICO –“La celebración de la Olimpiada Popular fue una forma de reivindicar el deporte popular frente al deporte elitista, en definitiva de una visión democrática del mundo, que esto era la República, contrapuesta a la minoritaria, el fascismo”. Así caracteriza el historiador Carles Santacana una de las claves de la organización en Barcelona, hace 80 años, de los juegos alternativos a los olímpicos oficiales, que se hicieron en Berlín y que se convirtieron en el mayor escaparate nunca imaginado de la ideología nazi.
Esta Olimpiada Popular, organizada en el mismo año de 1936, se diseñó para contraponerse al espíritu de los juegos que cada cuatro años organiza el Comité Olímpico Internacional (COI), pero especialmente a los de Berlín, en pleno auge del nazismo. Si en los juegos de 1936 de Berlín se prohibió la participación de deportistas judíos, en los de Barcelona el internacionalismo fue uno de sus signos de identidad. A pesar del poco tiempo que hubo para la organización, en la capital catalana participaron 20.000 personas, más unos 3.000 acompañantes procedentes de 23 países. Para una ciudad sin infraestructuras de alojamiento, una movilización como aquella sólo se pudo asumir hospedando a los atletas y acompañantes en domicilios particulares. Todo sin casi fondos públicos y con el apoyo entusiasta de entidades como sindicatos y asociaciones deportivas de barrio o vinculadas a centros populares.
La visión enfrentada a los juegos oficiales también se notó en la participación. En los Juegos Olímpicos sólo tomaron parte estados consolidados, mientras que en Barcelona pudieron tomar parte territorios sin Estado, como Alsacia, País Vasco o Catalunya.
“Había conciencia de que el nazismo era un régimen muy peligroso para los trabajadores y que había que combatirlo”. Por eso se quiso confrontar en la forma y en el fondo la organización de la olimpiada popular con los fastos de los Juegos Olímpicos de Berlín”, explica el historiador Josep Antoni Pozo.
Por su parte, Santacana ha descalificado las apelaciones a despolitizar el deporte, que tradicionalmente han hecho desde las autoridades olímpicas, con la politización y sustrato popular de las jornadas barcelonesas. “El COI, justo después de la primera guerra mundial vetó a los deportistas alemanes y austriacos, porqué eran los perdedores. En los juegos de Berlín aceptó el veto a los atletas judíos, y cuando se planteó hacer unos juegos olímpicos en Barcelona, en 1931 cuando se debía decidir la sede, no quisieron ni desplazarse a la capital catalana para evaluar la candidatura. Entonces la ciudad estaba en plena euforia republicana, lo que no les gustaba, pero estos mismos compromisarios no tuvieron ningún problema en votar mayoritariamente a favor de los juegos en Berlín, aunque todavía Hitler no había subido al poder”, afirmó.
Finalmente, Camil Ros ha destacado la importancia de no perder la memoria histórica y el papel de los sindicatos en las reivindicaciones populares. “Hemos de recordar el pasado para construir mejor el futuro, porqué los otros sí se acuerdan de todo y nosotros, parece que lo hemos olvidado”, dijo.
Fuente: eldiario.es
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