THE WALL STREET JOURNAL
Es hora de reabrir los debates sobre interrogatorios y vigilancia.
Ahmad Khan Rahami fue acusado de intento de asesinato y usar armas de destrucción masiva, la lista de víctimas pudo haber sido mucho peor que 31 heridos. La ola reciente de ataques locales similares es una razón para revisar el debate de política anti-terrorista.
A saber, el caso Rahami plantea preguntas preocupantes sobre si la policía e inteligencia estadounidenses están reuniendo, analizando y actuando sobre la información que necesitan para detectar e interrumpir las amenazas antes que sucedan. Rahami, quien llegó a Estados Unidos buscando asilo con su familia en 1995, fue arrestado en el 2014 por acuchillar a su hermano, y su padre dijo a la policía entonces que su hijo estaba involucrado en terrorismo.
La Oficina Federal de Investigación (FBI) abrió una “evaluación”, que es una revisión de riesgo menor a una investigación penal plena que incluye entrevistas y comprobaciones cruzadas de bases de datos federales de terrorismo y penales. Rahami fue absuelto, aunque viajó a Pakistán y Afganistán muchas veces durante la última década, incluido un año en el hibernadero talibán de Quetta.
La familia y los amigos ahora dicen que Rahami regresó de estos viajes radicalizado religiosa y políticamente, y comenzó a llevar vestimenta islámica tradicional. Él ordenó los componentes de sus artefactos explosivos improvisados por internet. Perder estas señales de alerta fue especialmente notable dado el enfoque anti-terrorista de la Ciudad de New York desde el 11/S.
¿Era evitable la radicalización de Rahami? Surgirán más detalles, pero él es meramente el último terrorista local que tuvo encuentros con la policía o exhibió en alguna otra forma patrones sospechosos antes de actos de violencia masiva.
En 2013 el FBI evaluó a Omar Mateen, el asesino del club nocturno de Orlando, quien fue borrado de la lista de vigilancia terrorista al año siguiente, a pesar de tener viajes a Arabia Saudita y su relación con Moner Mohammad Abu-salha, un residente de Florida que se convirtió en atacante suicida en Siria en el 2014.
Los asesinos de San Bernardino del 2015, Syed Rizwan Farook y Tashfeen Malik, no estaban en la base de datos de terrorismo. Pero pasaron un año planificando y manteniendo una extensa correspondencia digital sobre yihad y martirio. Malik nació en Pakistán y pasó tiempo en Arabia Saudita antes de desposar a Farook.
El FBI también mantenía un expediente sobre los hermanos Tsarnaev, los atacantes de la Maratón de Boston, después de recibir una pista en el 2011 de que Tamerlan Tsarnaev era un radical islámico peligroso. Los agentes especiales del gobierno se perdieron su viaje a una región musulmana en Rusia cerca de Chechenia. El viaje fue registrado en un sistema de monitoreo de viajes de Seguridad Interior cuando él partió, pero el registro de alguna manera decayó para la época en que él regresó y nadie fue alertado. Fallas similares han sido también documentadas después de los ataques separados contra dos bases militares en Tennessee y en Garland, Texas en el año 2015.
Adelantarse a tales conspiraciones es tarea difícil, involucrando especialmente a “extremistas violentos de cosecha propia”, o HVEs como son llamados en el gobierno. Durante los últimos dos años el FBI ha frustrado ataques por parte de más de 90 HVEs, aunque ninguna cantidad de vigilancia puede detener a todo asesino.
Pero los estadounidenses tienen razón en preguntarse sobre la erosión de la recolección de información en el período pos-Edward Snowden, aun cuando el peligro terrorista ha aumentado a un punto elevado luego del 11/S. El Estado Islámico no es el al Qaeda del 2001. El ISIS es una criatura de la tecnología moderna, y a través de las redes sociales y la “red oscura” ellos tienen un amplio alcance para diseminar propaganda y materiales de entrenamiento. A diferencia de al Qaeda, ellos alientan a la gente a autoradicalizarse y a llevar a cabo ataques.
Para encontrar la señal terrorista en medio de este ruido, las operaciones contraterroristas estadounidenses necesitan las mismas herramientas tecnológicas o mejores que las del ISIS. Pero el año pasado el Congreso y el Presidente Obama tuvieron pánico por las divulgaciones de Snowden y limitaron muchos programas de vigilancia con la Ley de Libertad de Estados Unidos. El debate ahora debe ser acerca de expandir el interrogatorio y vigilancia.
A Rahami ya le han sido leídos sus derechos y se le ha dado un abogado, incluso cuando se nos dijo que él no está cooperando con el FBI, el que no sabe si él tuvo ayuda o dónde aprendió a construir esas bombas. El próximo presidente debe revertir la política de Obama y permitir que los terroristas capturados en suelo estadounidense sean declarados combatientes enemigos que pueden ser interrogados en profundidad para impedir ataques futuros.
En cuanto a la vigilancia, unos 2.5 trillones de datos son generados cada día—rastros digitales de redes sociales, adquisiciones de consumidores, registros de llamadas y teléfonos inteligentes. Google, las redes sociales, empresas de tarjetas de crédito, bancos, minoristas, investigadores académicos y muchos otros analizan esta información con algoritmos para hacer dinero, innovar o aprender sobre la sociedad. Los políticos usan la investigación de datos para apuntar a los votantes. La ironía es que la campaña de Hillary Clinton probablemente sabe más sobre los ciudadanos individuales y su comportamiento que lo que podría conocer si se convierte en Comandante en Jefe.
Si alguien promete lealtad a Abu Bakr al-Baghdadi en Facebook, viaja a la frontera sirio-turca, compra ollas a presión en Amazon y luego paga peaje en el Túnel Holland, los algoritmos pueden integrar esta información y alertar a las autoridades. Esto es “hacer un perfil” sólo en el sentido de investigar asociaciones y probabilidades estadísticas. En cuanto a la privacidad, los algoritmos son menos intrusivos que las búsquedas, escuchas y operaciones encubiertas.
Este es el debate anti-terrorista que debiéramos estar teniendo pero no es así. Donald Trump se está enfocando en la inmigración, pero Rahami era un ciudadano naturalizado que llegó a Estados Unidos de niño. “La investigación de antecedentes extrema” no lo habría detenido o a la mayoría de los otros mencionados más arriba. Clinton dice que cualquier perfilamiento que incluya a los musulmanes hace de Trump un “sargento reclutador para los terroristas,” lo cual esquiva la realidad islamista.
Los combatientes estadounidenses del terror necesitan mejores herramientas para descubrir los vínculos ideológicos y materiales que podrían prevenir otro asesinato masivo inspirado por el ISIS en suelo estadounidense. El próximo atacante puede ser más exitoso o sanguinario que Rahami.
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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