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lunes 25 de noviembre de 2024

Falsa crónica de un encuentro entre Yehuda HaLevi y Moshé ben Maimón

MARCOS JALIF BÉJAR

Este escrito versa sobre la muy añeja disputa entre el judaísmo y el helenismo, de cómo uno acabó por enriquecer al otro.

“La características más representativas del pensamiento de los judíos y el de los filósofos griegos, son sus respectivos puntos de vista sobre la vida. El de los primeros era ético, el de los últimos era cosmológico. Por supuesto, que no fue exclusivo en ninguno de ambos grupos. En el proceso de desarrollo de sus respectivas ideas, los judíos comenzaron a interesarse en la cosmología y los griegos en la ética. Rabinos de la época de la Mishná cultivaron asiduamente estudios cosmológicos (Maase Bereshit), y la filosofía griega desde Sócrates había comenzado a interesarse por la ética. Sin embargo, el énfasis permanecía en el punto de partida: la cosmología judía mantuvo su carácter ético, mientras que la ética griega permaneció cosmológica, filosofía que era diferente, por decir lo menos, en objetivos al judaísmo.” (Wolfson, p. 297)

Durante la Edad Media, a través del mundo arabo-islámico, esta corriente filosófica helenista vivió un resurgimiento; Platón y Aristóteles estaban de nuevo en primera línea, lo cual impactó e influyó al judaísmo y a los judíos de la época de forma profunda.

Frente a esta tendencia de subordinar el judaísmo a la especulación helénica, surgió un movimiento contrario en la filosofía judía medieval, que tenía como objetivo encontrar en el judaísmo en sí satisfacción por la teórica, así como el interés práctico. Este movimiento desarrolló una escuela que, aunque apreciaba las virtudes del aristotelismo, todavía veía su diferencia en temperamento y la actitud hacia la vida. Cualquier intento de reconciliación fue visto como un mero retraso con significados distorsionados por la abstracción de sus contextos. Como esta escuela apuntaba a justificar al judaísmo por sus propios principios, trató de resaltar sus rasgos característicos, y afirmar su derecho de existencia intelectual autónoma, a la par del helenismo, debido a su propia diversidad. En consecuencia, el trabajo de esta escuela tenía un doble carácter: Por una parte, tenía que criticar a la filosofía griega y socavar la creencia común de sus contemporáneos en una verdad absoluta, y, por otro lado, tenía que diferenciar y definir la posición de los judíos.

De los judíos de la época, fue Maimónides (Moshé ben Maimón) el que mejor presentó la influencia de la filosofía griega (1135-1204); por parte de la corriente que se oponía a la filosofía griega, el representante más notable fue Judah Halevi (1085? -1140?). Estos dos hombres representan los polos opuestos del pensamiento judío en la Edad Media. Maimónides es un verdadero convencido de la filosofía aristotélica. Para él, el conocimiento profundo de Aristóteles es el logro más alto que el hombre puede alcanzar. Halevi, por el contrario, está lleno de dudas sobre la veracidad de las teorías de Aristóteles, que pueden ser establecidas por argumentos que son parcialmente satisfactorios, y todavía mucho menos capaces de ser comprobadas. El pensamiento de Maimónides se rige por la razón, nada que no sea racional es verdad, su interés es sobre todo lógico. Halevi por su parte se guía por el sentimiento, lleno de escepticismo en cuanto a la validez de la razón, él está interesado principalmente en la ética. La principal obra filosófica de Maimónides es “La guía de los perplejos” “More Nebujim, un tratado formal e impersonal de filosofía. El “Kuzari” de Halevi está escrito en forma de diálogo y sus problemas no son atacados de forma escolástico sino de forma literaria intensa. La principal contribución de Maimónides, además de su “More” fue la codificación de la ley talmúdica, El Iad Jazaka o Mishne Tora; y la obra de Halevi, además del “Kuzari,” fue la composición de himnos sinagogales, exuberantes en su uso del idioma. (Wolfson, pp. 305-306)

Ahora pues, teniendo en cuenta que físicamente fue imposible que Halevi y Maimónides se encontraran, haré una falsa crónica de un imaginario encuentro entre estos dos personajes que representan formas de ver al judaísmo tan disímbolas. El encuentro será una discusión que versará sobre tres temas exclusivamente:

• Dios
• El hombre
• Los preceptos

Representación y discusión:

En una isla del Mediterráneo arabo islámico, en una villa de casas blancas, se levanta una mansión de estilo almudejar, con alto arcos estilizados e iluminados ventanales. En el soleado atrio unos frondosos árboles frutales se levantan lanzando una benévola sombra sobre tres sillones acolchonados y ricamente ornamentados a la sazón, formando un triangulo, una fuente cercana deja oír el tintineo del agua refrescando el ambiente.

De entre los arcos que conducen al atrio aparece un hombre de elevada estatura que viene acompañado de un sirviente. El hombre instruye al criado que todo debe de estar listo para recibir a los excelentes invitados que lo van a honrar este día y que llegarán en cualquier momento. En ese mismo instante sonó una campana y otro criado con paso apresurado se acercó al anfitrión diciendo:
-El maestro Yehuda ha llegado –

El anfitrión, con paso calmo, se acercó a la entrada izquierda del atrio y con una elegante reverencia le dio la bienvenida al distinguido invitado.
-Sed bienvenido mi maestro Yehuda, tomad asiento- señalando la silla a la izquierda. –Y decidme si deseáis algo- con una reverencia el sabio de ojos penetrantes y cuerpo enjuto sonrió diciendo: -Os suplico me dejéis lavarme las manos y refrescar mis labios, ya que el derrotero ha sido largo desde el puerto hasta vuestra casa- El maestro se lavó las manos con una ornamentada jarra que había junto a la fuente y pronunció con voz fuerte y clara – Bendito eres tú Adonay, dios nuestro, rey del universo que nos santificaste con tus preceptos y nos ordenaste lavarnos las manos- El maestro se dirigió al sitial antes indicado mientras sonaba de nuevo la campana, el anfitrión con un casi imperceptible sobresalto exclamo- ¡oh!, el maestro Moisés ha llegado, y se acercó a la entrada derecha del atrio y le dio la bienvenida al nuevo visitante de la misma forma que al primero, ofreciéndole su hospitalidad. El maestro Moisés, de cuerpo más fornido que el primero, también se lavó las manos, más no pronunció palabra en voz alta y tomó asiento.
El anfitrión indicó a los criados con una señal, y estos de inmediato trajeron charolas rebosantes de ricas frutas.
Tomando asiento, el anfitrión nuevamente les dio la bienvenida:
-Mis Maestros, estoy profundamente honrado y emocionado de que ustedes estén aquí. Después de haber leído, estudiado y analizado sus grandes e influyentes escritos he pasado del profundo amor a la Torá de Israel a la perplejidad por la búsqueda de , de nuevo al amor apasionado a la razonada conclusión y así he vivido mis días y mis noches tratando de asirme a un buen puerto. Por eso mismo los he invitado aquí a mi casa para escuchar vuestra enseñanza de vuestros propios labios.-

Al levantar su mirada los dos maestros, se experimentó en el ambiente una especie de colisión entre dos grandes barcos que por violenta que fuere dejaban a las aguas serenas.

-Mis maestros, con vuestra venia os haré tres preguntas que os suplico me contesten, para que pueda orientarme con vuestras luces y conocimientos

El maestro Yehuda hizo una breve inclinación de cabeza en señal de asentimiento, mientras que el maestro Moisés sonreía aprobando el ejercicio.

-Entonces mis maestros, ¿cual es vuestro concepto de la naturaleza de Dios?

El primero en tomar la palabra fue el maestro Yehuda:

Mi querido amigo, habéis empezado con un asunto harto delicado. Esta cuestión ya está prevista en la sagrada Torá, cuando Moisés nuestro maestro dijo: Señor, “he aquí que yo voy a venir a los hijos de Israel y les voy a decir: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si me dijeren ¿Cuál su nombre? ¿Qué habré de decir a ellos?. Dijo el Señor a Moisés Ehie asher Ehie: Dijo Él: así hablaras a los hijos de Israel Ehie me ha enviado a vosotros. (Ex 3:13-14), “Hay que entender “Ehie asher Ehie” como “Estaré para ti en el futuro. Tal como he estado en el pasado”. Dios le contesta a Moisés: “Yo soy el que está presente, el que estará presente cuando me busques. Así que ellos no busquen otras pruebas [de mi realidad auténtica] que el haberme encontrado con ellos.” (Hartman, 2004, pp. 60-61)

Levantando un poco las cejas por la sorpresa el Maestro Moisés replicó. –“Ehie ashe Ehie, quiere decir “Soy el que soy”, soy el ser cuya existencia no depende de nada. El principio de autosuficiencia absoluta es el principio central de la divinidad y capta el espíritu y el sentido esencial de Dios.” (Hartman, 2004, p. 60)

Sorprendido, el Maestro Yehuda interpela diciendo:
“¿La existencia necesaria y no contingente de Dios es la declaración teológica más adecuada para hacer ante esclavos que esperan ser liberados?” (Hartman, 2004, p. 103)

El maestro Yehuda, aguardó unos segundos esperando una respuesta ante la expresión de sorpresa del maestro Moisés, que no se hizo esperar:

– Lo que está escrito en la sagrada Torá no es necesariamente literal, maestro Yehuda, como bien sabemos existen, también, complicadas alegorías.- dijo el maestro Moisés firmemente.

-Mis maestros y mentores-, interrumpió el anfitrión -les pido que no discutáis sobre el asunto ahora, ya que mas tarde hablaremos de la Torá y los preceptos- y arrebujándose incómodamente en su asiento planteó la segunda pregunta. –Mis maestros, ¿son sólo los judíos capaces de percibir y entender el significado de Dios?-

El maestro Moisés pareció encantado con la pregunta que hizo el anfitrión, como si hubiera estado ansioso por iniciar su alocución entonó en tono magistral:

– Todos los hombres tienen la capacidad de percibir y entender a Dios a través de la razón, “dado que el hombre se distingue por algo muy singular que hay en él, inexistente y ninguno de los seres que pueblan la esfera lunar, a saber, su capacidad intelectual, para la que no se emplea ni el sentido ni parte alguna corporal, ni extremidades, se le ha comparado con la comprensión divina, independiente de medio alguno, que no será por semejanza propiamente dicha, sino sólo a primera vista. Por tal motivo, quiero decir, que a causa del intelecto “Que se une al hombre”, se ha dicho a imagen de Dios y su semejanza, no que Dios (¡bendito sea!) sea un cuerpo dotado de figura” (Maimonides, 1996, p. 72) Por lo tanto es una facultad humana el percibir y conocer a Dios, facultad que llamamos la razón.

El maestro Yehuda se apresuró a contestar. –“Razonando, se puede captar el significado de Elohim, porque el intelecto lleva a la conclusión de que el mundo tiene un gobernante y una fuente de orden. La gente difiere al respecto según su forma de razonar, pero la opinión más importante sobre Dios es la de los filósofos- Mirando al maestro Moisés hizo una prolongada pausa. –En cuando al significado de YHVH (El tetragramatón), no se le puede captar razonando, pero sí si acude a una [suerte de] visión profética merced a la cual el hombre casi puede separase de su especie y sumarse a la especie de ángeles, de modo que otro espíritu (Num 14:24) surge en él, tal como dice “Serás convertido en otro hombre” ( 1 Sam 10:6). … Entonces las dudas antes mencionadas que a uno lo llenaban de presentimientos sobre Elohim, quedaran resueltas para el hombre y podrá esclarecer [todos] los argumentos soligísticos que se utilizan para llegar a conocer el señorío y la unidad de Dios” (Kuzarí 4 15)

Luego entonces “la creación del mundo, fue el origen de la exclusiva capacidad espiritual de los judíos, lo cual explica la relación providencial de Dios y el pueblo de Israel. Al crear a Adán, Dios puso en él lo que yo llamo, amr’ilahi, y que no todos los humanos comparten. A diferencia de las propiedades comunes a la naturaleza humana, esta aptitud divina se transmitió selectivamente por la línea de Seth, pasando por Noé hasta llegar Abraham, Isaac y Jacob, y luego a todos los descendientes de éste. Para concretar este potencial hereditario, el pueblo de Israel debe vivir de acuerdo con las reglas de la Torá según fueron reveladas por Dios en el Sinaí. Así, la creación comienza un proceso que culmina con la revelación de la Torá. Los judíos son dignos de recibir la revelación porque sólo ellos son auténticos descendientes de Adán y los herederos de la aptitud espiritual que Dios les concedió” (Hartman, 2004, p. 62)

En ese momento apareció en el rostro del maestro Moisés una sonrisa entre fastidiada y divertida, una especie de carcajada contenida. Y de inmediato dijo:

-No, no es así como se entiende y se llega a Dios, es sólo a través de la razón. Y no es a través de una mágica herencia que recibiera nuestro patriarca Abraham ¡de venerada memoria!. Él llegó a conocer a su creador a través del entendimiento de tal manera: “en los tiempos de Enosh, los hombres cometieron un grave error. La prudencia de los sabios de aquella generación se obnubiló, el mismo Enosh estuvo entre los que cometieron el error. Su error fue este: pensaron que, puesto que Dios creó los astros y las esferas celestiales para regular al mundo, los colocó en alto y les otorgó honores -de hecho son sus lacayos que le sirven-, merecían ser alabados, glorificados y honrados. Es voluntad de Dios, bendito sea, enaltecer y honrar a quien lo enaltece y honra, del mismo modo que un rey desea honrar a quienes sirven ante él, porque esa es la honra del rey. Cuando concibieron esa idea, comenzaron a construir templos a los astros y ofrendarles sacrificios, a alabarlos y a glorificarlos de palabra y a posternarse ante ellos, creyendo equivocadamente que así se ganaban el favor del Creador.

Con el correr de los días, surgieron entre los hombres falsos profetas y afirmaron que Dios les ordenó y les dijo: servid a este estrella en particular, o a todos los astros; ofrendadle tales sacrificios y libaciones, construidle un templo y haced su imagen para que todo el pueblo se prosternare ante ella: mujeres, niños y el resto de la gente. De esa manera empezaron a hacer imágenes en los templos, bajo los árboles y en las cimas de los montes y colinas, y aún a reunirse para posternarse ante ellas diciendo a todo el pueblo que esa imagen tenía el poder de beneficiar o perjudicar, por lo cual merecía ser servida y reverenciada. Entonces otros impostores comenzaron a aparecer, diciendo que el astro en sí mismo o la esfera celeste, o el ángel, les había hablado y ordenado: “servidle de tal y tal manera”, haciéndoles saber así el rito para servirlo, y también “obrad de tal manera y no obréis de tal otra”. Esto se difundió por todo el mundo: servid a las imágenes con ritos diferentes uno del otro, y ofrecerle sacrificios, y posternarse ante ellas. Y como el tiempo pasaba, el nombre glorioso y temible de Dios se olvidó de los labios y las mentes de todos los humanos, que ya no lo conocieron. Resultó, pues, que la gente común, las mujeres y los niños, no conocían otra cosa que la imagen de madera o de piedra y el templo edificado. Desde pequeños, les habían enseñado a posternarse ante ellos, servirlos en invocar su nombre. Por esa vía siguió rodando el mundo hasta que nació el patriarca Abraham, Pilar del mundo.
Desde que ese poderoso varón dejó el pecho materno, comenzó a pensar día y noche, siendo muy pequeño aún y se asombraba, preguntándose: ¿cómo es posible que esta esfera siempre se mueva sin que nadie la guíe? ¡pues es imposible que gire por sí misma! Abraham no tenía maestro ni nadie que le enseñara nada. Por el contrario, vivía apartado en Ur, en Caldea, entre los necios idólatras. Su padre, su madre y todo el mundo adoraban a los ídolos, y él los adoraba junto a ellos. Pero su corazón pensaba e iba entendiendo, hasta que llegó al camino de la verdad y entendió la línea correcta gracias a su firme entendimiento. Supo así que hay un sólo Dios que es quien guía la esfera celeste; que él creó todo y que fuera de El no hay otro Dios en todo el universo. Una vez que lo conoció, comenzó a plantear objeciones a la gente de Ur y a debatir con ellos, diciendo: “el camino por el que marchais no es el verdadero”. También destruyó los ídolos y comenzó a enseñar al pueblo que nadie merece adoración, salvo el Dios del universo, y que sólo ante el corresponde posternarse y ofrendarle sacrificios y libaciones, para que todos los hombres futuros lo conozcan.” (Maimónides, 1998, pp. 30-31) Por lo tanto se llega a Dios a través del entendimiento y no a través de herencias mágicas.

El Anfitrión se dio cuenta de que ambos sabios no desistirían de su idea, y entonces decidió seguir adelante con sus preguntas. –Mis maestros- dijo –¿Cuál es el significado, el orden y el motivo de los preceptos?

El maestro Yehuda tomó la palabra, diciendo: -Mi querido amigo, habéis hecho tres preguntas en una, así que os responderé primero a la última pregunta: ¿Cuál es el motivo de los preceptos? El motivo es uno y muy elevado, no puede haber otro sino la voluntad del Señor, ¡Bendito sea su nombre! Y para profundizar en este asunto os responderé a la pregunta ¿cuál es el orden de los preceptos? Nuestros maestros de bendita memoria han agrupado de formas diferentes los preceptos, hoy sólo os diré que una de estas clasificaciones son Hukim, que son las practicas ceremoniales y rituales, y Mishpatim, que son las leyes sociales y éticas. Ahora pues haré una analogía de algo que probablemente vos hayáis experimentado para que entendáis lo profundo de los Hukim. “Es como si nunca hubieras oído hablar del acto sexual y no estuvieras familiarizado con él o con sus consecuencias, pero te sintieras atraído por el órgano más viril de la mujer; y descubrieras la vileza que hay en tener relaciones con ella y también lo degradante que es someterse a la mujer. Seguramente estarías sorprendido, dirías todos estos movimientos son inútiles y alocados, Hasta que llegaría el momento en que vieras que a alguien como tú surge de la mujer. El asunto íntegro te sorprendería, imaginarías que estabas entre los presentes el día de la creación del bebé y que el Creador deseaba que su mundo se montara a partir de ti. Lo mismo pasa con los actos prescritos por la ley religiosa, determinados por Dios, exaltado sea. Matas la oveja, por ejemplo, y te ensucias con sangre, y también al despellejarla, al vaciar los intestinos, a lavarla minuciosamente, al usarla, al rociar con su sangre el altar, al apilar la leña para el fuego, al encender una fogata, Y al acomodar todo en hileras (Levítico 1:3-9) ahora bien, si esto no fuera hecho porque Dios lo manda, seguramente habrías tenido a esas prácticas como algo de poca importancia y las habrías considerado algo que sólo te aleja de Dios, exaltado sea, no algo que te acerca. Más adelante cuando esto se ha hecho de la manera indicada, y ves el fuego celestial o descubres otro espíritu dentro de ti mismo que no conocías antes, o presencias sueños verídicos y milagros, sabes que son el producto de todo lo que hiciste y del poderoso orden con el que has entrado en contacto y que ahora realmente has alcanzado (Kuzari 3:53)” (Hartman, 2004, p. 67). Lo que os deseo transmitir con esto, es que definitivamente, los sacrificios de antaño y la oración son el secreto que el Señor ¡bendito sea su nombre! nos ha revelado.

El maestro Moisés tomó la palabra diciendo: -mi querido amigo, habéis escuchado las palabras del maestro Yehuda, ahora escuchad las mías: antes que nada os quiero mencionar que yo no creo que haya alguna diferencia entre Hukim y Mishpatim, toda la Torá nos obliga a la razón, a encontrarle la razón de ser a todos los preceptos, Y estoy seguro que todos los preceptos tienen una razón de ser, esto para acrecentar nuestra ética, nuestra moral y sobre todo nuestra razón, en su momento nuestros antepasados tuvieron claro el motivo por el cual deberían seguir esos ritos sacrificiales especialmente par abolir la idolatría, Ahora para nosotros el ritual es a través de la oración, para llegar realmente al sentido más profundo de la oración es necesario alcanzar el silencio. …

La expresión del Maestro Yehuda, conocido por su arte en los himnos litúrgicos era sombría.

El anfitrión decidió, interrumpir la discusión para continuarla en otro momento y en otro lugar….

La muy evidente diferencia entre el judaísmo de Maimónides, y el judaísmo de Haleví, queda de manifiesto en este breve experimento, cuya intención es únicamente despertar la curiosidad del lector para seguir ahondando en el tema.

Bibliografía:
Hartman, D. (2004). La tradición interpretativa. (Altamira, Ed.)
Maimonides. (1996). Guía de Perplejos . México , DF, México: Ramón Llaca y Compañía S.A. .
Maimónides. (1998). Mishné Torá (Iad Jazaká). Tel Aviv, Israel: Sinaí.
Wolfson, H. Maimonides and Halevi. A Study in Typical Jewish Attitudes Towards Greek Philosophy in the Middle Ages. Pensilvanya, USA: University of Pennsylvania Press.

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