Ladislao José Biro, el exiliado que cambió nuestra forma de escribir

EL MUNDO

Pocos saben lo que un exiliado húngaro llamado László József Bíró, conocido en Argentina, su país de acogida, como Ladislao José Biro (1899-1985), ha aportado al mundo moderno. Todos los días y en todos los lugares, uno de sus inventos es utilizado por millones de personas: el bolígrafo.

Esta vez, y coincidiendo con el 117º aniversario de su nacimiento, Google ha lanzado un ‘doodle’ en el que se ve el nombre del buscador escrito a bolígrafo junto a un esquema del mecanismo a base de rotación que inventó Biro.

Cansado de que su estilográfica se atascara todo el rato inventó, junto a su hermano químico, una tinta mejor para escribir a mano. La usada hasta entonces era líquida, estaba compuesta principalmente de agua y se transmitía por capilaridad. Su nueva tinta, en cambio, no necesitaba recargas tan periódicas, secaba en el acto y era indeleble. Pero no podía usarse en estilográficas.

La solución se le reveló a Biro un día lluvioso observando a unos niños jugando en la calle. Las bolas con las que hacían carreras se mojaban al pasar por los charcos y dejaban tras de si un reguero de agua al rodar. Y así, aplicando este concepto, desarrollo su primer prototipo, que patentó en Hungría y Francia en 1938, sin llegar a comercializarlo.

Este inventor (realizó 32 patentes) fue también periodista, trabajo que le proporcionó una nueva vida que cambiaría nuestra manera de escribir para siempre. Un día conoció, sin saber su identidad, al ex presidente argentino Agustín Pedro Justo, quien maravillado al verle usar su prototipo, le invitó a ir a Argentina y le ayudó a lograr un visado para poder huir, debido a su origen judío, de la Europa nazi.

Aunque no fue hasta 1940, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando emigró a Argentina junto a su hermano Georg y su amigo y socio Juan Jorge Meyne. Allí formó junto a Meyne una empresa en un garaje con 40 operarios, Birome (por las sílabas iniciales de Biro y Meyne). Lanzaron un nuevo producto al mercado que se llamó esferográfica. Al principio no se tuvo mucho en cuenta pero más adelante su potencial hizo que todo el mundo deseara una.

Biro no solo creó la esferográfica, también inventó un perfumero usando el mismo principio que el bolígrafo, una máquina lavaropa (1930, una caja de cambios automática mecánica (1932), cuya patente fue adquirida por General Motors, un termógrafo clínico (1943), un proceso continuo para resinas fenólicas (1944), un proceso para mejorar la resistencia de varillas de acero (1944), un dispositivo para obtener energía de las olas del mar (1958), la boquilla antitóxica, una cerradura inviolable y un sistema molecular e isotópico para fraccionamiento de gases (1978), entre otras cosas.

Su logro fue básico para el desarrollo de la escritura en la época moderna y es que aunque el bolígrafo parezca algo sencillo y sin importancia, como Biro afirmó en su última entrevista antes de fallece: “Mi ‘juguete’ dejó 36 millones de dólares en el tesoro argentino, dinero que el país ganó vendiendo productos no de la tierra sino del cerebro”.

Fuente:elmundo.es

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