La milenaria historia de los judíos de las montañas del Cáucaso

EKATERINA FILIPPOVICH

En Rusia se conserva una activa comunidad de judíos de las montañas. Sufrieron crueles persecuciones, ocultaron su origen, pero lograron sobrevivir y mantener un profundo amor hacia su cultura.

Los judíos de las montañas son una subetnia poco numerosa. En todo el mundo no son más de 200,000. La mayor parte de ellos emigró a Israel, EE. UU. y Europa. Pero también hay quienes se quedaron en Rusia.

Según las estadísticas, en el sur de Rusia, en Piatigorsk, Yessentukí, Kislovodsk y Mineralnye Vody (1,500 kilómetros al sur de Moscú), hay más de 80,000. En comparación, en Derbent, ciudad-fortaleza a orillas del mar Caspio, en Daguestán, donde hace tiempo había una gran comunidad, quedan solo 300 familias

Existen varias versiones sobre la llegada de los judíos al Cáucaso. A finales del siglo XIX, el etnógrafo ruso Iliá Anisímov, en el libro Los Judíos Montañeses del Cáucaso, expuso la similitud del idioma de los tats (etnia irania que vive en Azerbaiyán y el sur de Rusia) con el de los judíos de las montañas, y llegó a la conclusión de que estos eran en realidad tats que se habían convertido al judaísmo. También existe la teoría del científico Lev Gumiliov, según la cual, en el siglo VI, es decir, antes de la aparición del islam, en Jazaria (actuales territorios de Daguestán y Chechenia) se produjo un asentamiento de población de judíos iranohablantes procedentes de Persia, donde había una gran e influyente comunidad judía que había abandonado el idioma hebreo y adoptado el persa.

En la época de la URSS, la teoría de Anisímov sobre el origen ‘no judío’ de los judíos de las montañas salvó a muchos: debido al acoso por parte de las autoridades, una parte de ellos cambió su denominación étnica en los documentos y se adscribió a los tats. En la Unión Soviética, los judíos ocultaban a los niños su origen étnico, por ejemplo, para que no tuvieran problemas en la escuela o con la admisión en la universidad. Pero tan solo cambiaron su denominación en los documentos, sin cambiar su modo de vida, resistiéndose a la asimilación.

El jalá de los sábados

Vladímir y Svetlana Dzhanbekov se mudaron a Piatigorsk desde Kizliar, una pequeña ciudad en Daguestán, en el Cáucaso Norte. Se trata de una pareja de intelectuales muy habitual en Rusia: él es ingeniero, y ella, profesora de música; tienen hijos y nietos. Su particularidad es su activa labor social en apoyo de las tradiciones de los judíos de las montañas.

“En Kizliar, celebrábamos el shabat en comunidad. Ese día, estaban presentes hasta los ancianos, a los que les suele resultar difícil levantarse y salir a algún sitio. Las mujeres se reunían, preparaban el jalá [pan festivo de los judíos], cantaban canciones… Incluso escribieron sobre nosotros en la prensa. Recuerdo un titular: “La familia Dzhanbekov nos trae nuevas sorpresas”.

Svetlana continuó su actividad en Piatigorsk y fundó un grupo femenino llamado Mazal.

«Todo empezó así: Dos de mis amigas y yo llamamos a las mujeres de nuestra comunidad y las invitamos a todas a celebrar el Hafrashat Jalá. Esta es una festividad especial, cuando las amas de casa se reúnen y preparan el pan del shabat, el jalá. ¡Reunimos a cuarenta personas!», así recuerda Svetlana aquel momento especial. “Era abril, hacía frío, estábamos en el patio abierto de la sinagoga en construcción. Y trenzábamos el jalá, vestidas con delantales blancos. Mi marido nos dio unos calefactores que sacó de algún sitio”.

Los Dzhanbekov explican cómo, al principio, después de mudarse a Piatigorsk, hace 14 años, a menudo tenían que acompañar a miembros de su comunidad al extranjero. “Cuando algunos de nuestros amigos emigraban a Israel, pasaban antes por nuestra casa. Estaba todo lleno de bolsos, cajas, maletas”, dice Svetlana. En aquel entonces eran muchos los que emigraban, pero esta tendencia se interrumpió gradualmente, y ahora llaman a Piatigorsk la capital de los judíos de las montañas.

Las costumbres caucásicas de los judíos de las montañas

Los judíos de las montañas han mantenido sus tradiciones casi intactas. “Vivían muy unidos y de forma bastante cerrada. Durante siglos respetaron las leyes de la Torá y conservaron la fidelidad hacia los preceptos de sus antepasados. Los judíos de las montañas siempre tuvieron un consejo rabínico, y también funcionaba el consejo de la comunidad”, explica a RBTH Svetlana Miirova, directora ejecutiva del Congreso Regional Judío de la región de Stávropol.

Según Miirova, si, al hablar de algún judío, se menciona que procede de las montañas, nadie duda de su origen judío, ya que las comunidades no aprobaban las bodas mixtas. Los judíos de las montañas tampoco tienen costumbres distintas a las habituales en Jerusalem: las mismas sinagogas, las mismas bodas bajo la jupá con dos testigos kosher, la sala dividida en una mitad femenina y otra masculina (los hombres no pueden observar a las mujeres, pero a éstas les dejan la posibilidad de mirar a escondidas), y el mismo cumplimiento de las normas judías.

Fuente:cciu.org.uy

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