EDUARDO BAUTISTA
Su rostro angelical no correspondía con sus intenciones. Detrás de sus ojos azules se escondía la Europa más sombría y aterradora. “Durante los primeros años de la guerra, Hitler dependió del petróleo nacional para abastecer sus fuerzas”, dice Juan Alberto Cedillo, autor de un libro sobre la espía Hilda Krüger.
Muchos la conocen por su fugaz carrera en el cine mexicano; otros ya empiezan a verla como lo que también fue: la espía número uno del régimen nazi en México. Hilda Krüger (Colonia, (1912) era una fascista dispuesta a todo, una femme fatale para la que no existían los secretos.
Que el país no tuvo gran participación en la Segunda Guerra Mundial es una versión repetida hasta el cansancio; pero la historia que recupera Juan Alberto Cedillo muestra exactamente lo contrario. Tras investigar el caso, lo que el periodista mexicano obtuvo no sólo fue un libro revelador, Hilda Krüger. Vida y obra de una espía nazi en México (Debate), sino una llave para abrir la puerta de uno de los episodios más oscuros en la historia de México.
El apoyo mexicano al Führer
Según Cedillo, la lista de cómplices de Adolfo Hitler es larga, desde el ex presidente Miguel Alemán hasta el capitán Bolívar Sierra, quien fue clave para el tráfico ilegal del mercurio con el que el Tercer Reich fabricó las bombas que convirtieron a Europa en un cementerio. Mercurio, por cierto, extraído de suelo mexicano, por obreros mexicanos, bajo las órdenes de funcionarios mexicanos.
“Muchos políticos y militares tenían una gran simpatía por Alemania, ya sea por convicción propia o por interés económico. Durante los primeros dos años de la guerra, Hitler dependió del petróleo nacional para abastecer sus fuerzas aéreas. México fue fundamental para que los nazis llevaran a cabo sus ataques relámpago”, asegura Cedillo, quien también es autor del libro Los nazis en México (2007) y Eitingon, las operaciones secretas de Stalin en México (2014).
La incómoda relación entre México y Alemania en los años 40 no podría entenderse sin Hilda Krüger, una mujer cuyo sentido patriótico era tan intenso que incluso abandonó su carrera en Hollywood para ponerse al servicio del Partido Nazi. Amaba al Führer como a su propio padre, asegura Cedillo.
“Ella ejemplificaba el ideal de mujer que promovía el Tercer Reich: rubia, alta, de ojos azules y de una juvenil belleza que la hacía parecer una valquiria de la mitología nórdica, imagen muy de moda en el régimen germano”, explica.
En México, Krüger obtenía los secretos que nadie más podía. Su romance con el ministro alemán de Propaganda, Joseph Goebbels, le ayudó a convertirse en un arma mortal de carisma y seducción. Fue amante de Miguel Alemán y amiga íntima de otros altos funcionarios.
“Los grandes secretos de los políticos se consiguen en la cama; la función de Hilda era averiguar qué tan dispuestos estaban a seguir mandando petróleo a Alemania, porque con Lázaro Cárdenas se habían detenido las exportaciones”. Gracias a ella, abunda el autor, se estableció un contrabando entre México y Alemania a través de Panamá para transportar insumos para la guerra, como petróleo, mercurio y tungsteno.
Hecho olvidado
La década de 1940 ha sido una época poco explorada por los historiadores; aún faltan muchos enigmas por descifrar sobre la participación de los nazis en México, afirma Cedillo. “Hasta los años 40, la mayoría de los investigadores se enfocó en la Revolución, que fue como un imán para la Academia. Esto me ayudó a abrir un campo que hasta hace poco era inédito”.
Dice el historiador Heribert Von Feilitzsch que el problema de la Historia oficial es que no toma en cuenta la participación de los espías, esos seres capaces de modificar el curso de la humanidad en apenas un par de acciones. Él mismo fue quien escribió hace poco otro libro sobre un agente alemán llamado Felix A. Sommerfeld, quien fue clave para la caída de Victoriano Huerta y el ascenso de Francisco I. Madero.
Cedillo recurrió a personas que conocieron a Hilda, pero también a los archivos de Washington y el FBI, así como a los acervos de la Sedena y el Archivo General de la Nación.
En 1945, la prensa mexicana publicó una fotografía de Manolete y Cantinflas en la Plaza México. Al lado de ellos posaba una mujer rubia y sonriente, a la que nunca antes se había visto: Hilda Krüger. La imagen, hasta ahora, es un enigma. Cedillo asegura –basado en la investigación de algunos colegas suyos– que el comediante tenía una relación con ella desde 1941, cuando Miguel Alemán comenzó a preparar su carrera como actriz en el cine mexicano.
“Cantinflas se robó varias pinturas para venderlas a los norteamericanos. Hilda estaba implicada de cierta manera, pues era la encargada de abrir los contactos”, detalla el periodista, quien, adelanta, seguirá iluminando recovecos de la historia mexicana.
Fuente:elfinanciero.com.mx
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