JAVIER ANSORENA
Donald Trump acumula polémicas con mujeres, pero, a la luz de la historia presidencial, eso no debería ser un obstáculo para llegar a la Casa Blanca.
En 1987, Gary Hart era la gran esperanza del partido demócrata, después de dos mandatos de Ronald Reagan y la posibilidad de que su vicepresidente, George H.W. Bush, se instalara en la Casa Blanca. Una tormenta de artículos sobre supuestas infidelidades a su mujer, rematadas con una foto en la que una joven descansaba sobre su regazo acabó con sus ambiciones presidenciales. Hart, un visionario que en los 80 anticipó la llegada del terrorismo desligado de naciones-estado y que apostó por un modelo económico basado en la información y la tecnología, suspendió su campaña. Mike Dukakis ganó las primarias demócratas de 1988 y perdió la elección presidencial contra Bush. El caso de Hart significó la cristalización de un fenómeno iniciado con el escándalo «Watergate» y la dimisión de Richard Nixon: la búsqueda de escándalos personales entre los candidatos y presidentes como principal objetivo periodístico.
Esa tendencia no solo ha perdurado, sino que se ha intensificado desde entonces. Y el candidato republicano este año a la Casa Blanca, Donald Trump -también una esperanza, a su manera, para parte del electorado conservador-, es una fuente inagotable de material. Ha sido especialmente abundante en las últimas semanas, con la publicación de un vídeo con lenguaje obsceno y una reciente avalancha de acusaciones de abusos sexuales -seis mujeres lo han hecho en los último días-.
La historia presidencial de EE.UU. -desde los Padres Fundadores a Bill Clinton- está plagada de escándalos sexuales. Lo mismo ocurre con los candidatos. Theodore White, el periodista electoral más célebre de la segunda mitad del siglo XX, aseguraba en unas memorias escritas en 1978 que todos los candidatos presidenciales que había cubierto eran mujeriegos. Las únicas excepciones que citaba eran Harry Truman, George Romney y Jimmy Carter. Durante décadas, las aventuras con una secretaria o una asistente -una situación evidente de abuso de poder- eran el pan de cada día. Ahora, la sociedad los condena y la prensa los persigue.
Thomas Jefferson
Uno de los padres de la democracia estadounidense, responsable de la redacción de buena parte de la Constitución, pasó también a la historia por su relación con Sally Hemings, una esclava negra que además era hermanastra de su mujer (hija de su suegro). Los análisis de ADN de Jefferson han mostrado que al menos tuvo un hijo con Hemings y se especula que tuvo otros cinco con ella. Cuatro de ellos llegaron a edad adulta y Jefferson les dio carta de libertad a todos. Pero no a Hemings, que siguió como esclava hasta la muerte del que fuera presidente.
James Buchanan
Si muchos no quieren una mujer en la Casa Blanca, ¿aceptarían los estadounidenses un presidente gay? Los historiadores apuntan a que no hay que esperar a que la sociedad de EE.UU. avance en ese sentido, porque ya hubo un homosexual al frente del país, a mediados del siglo XIX. Fue James Buchanan, presidente entre 1857 y 1861, y el único que permaneció soltero toda su vida. Durante años convivió con William Rufus King, un senador por Alabama y ex vicepresidente, y su relación era conocida por sus contemporáneos. Quizá los EE.UU de la época era mucho más abierta que la actual.
Warren Harding
Muchos contemplan a Warren Harding (1921-1923) como el peor presidente de la historia de EE.UU. Su estancia en la Casa Blanca estuvo plagada de corrupción, pero también de escándalos sexuales. Tuvo un romance de quince años con la mujer de un amigo y otro con una mujer a la que sacaba treinta años y con la que tuvo una hija. Murió tras una intoxicación con comida en mal estado, pero los rumores de la época apuntan a que lo envenenó su mujer.
Franklin Delano Roosevelt
Al presidente de EE.UU. (1933-1945) durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial se le adjudicaron diversos romances extramatrimoniales, entre otros, con la secretaria de su mujer y con la princesa Marta de Noruega.
John Fitzgerald Kennedy
La interminable lista de infidelidades de John Fitzgerald Kennedy no le ha quitado el puesto como uno de los presidentes más populares de la historia de EE.UU. La actriz Marilyn Monroe, la periodista Inga Arvad, la «stripper» Blaze Starr o la amante de mafiosos Judith Exner Campbell están entre sus romances. Pero JFK tampoco tuvo inconveniente en seducir a dos de sus secretarias de la Casa Blanca, Priscilla Weir y Jill Cowan, con quienes se bañaba desnudo en la piscina presidencial. Sus apodos eran «Fiddle» y «Faddle».
Lyndon Johnson
La fama de mujeriego se la ha llevado JFK, pero su sucesor, Lyndon B. Johnson, le sacaba ventaja. «He estado con más mujeres por accidente de las que él ha estado por voluntad», alardeó LBJ, en una fanfarronería que hoy le hubiera costado la presidencia.
Ronald Reagan
La misma sociedad que miró a otro lado las infidelidades en las que caían casi todos los presidentes, se alborotó porque Ronald Reagan, el padre del conservadurismo contemporáneo, era un hombre divorciado. Reagan estuvo casado en su época de actor con Jane Wyman, entre 1940 y 1948, y volvió a contraer matrimonio con Nancy Davis en 1952. Más peliaguda fue la acusación de que, también en 1952, forzó a la actriz Selene Walters a tener sexo con él. Lo escribió Kitty Kelley en una biografía no autorizada sobre «Nancy Reagan». Ningún otro testimonio apoya la acusación, pero los Reagan tampoco interpusieron acciones legales contra Kelley.
Bill Clinton
Los escándalos sexuales de Bill Clinton todavía acosan al ex presidente y suponen una amenaza para las aspiraciones presidenciales de su mujer, Hillary Clinton. Tiene un largo historial de infidelidades (Gennifer Flowers, entre otras), acusaciones de violaciones (Juanita Broaddrick, entre otras) y el lío sexual más famoso de la historia de EE.UU.: su relación con la becaria Monica Lewinsky. Lo que en otra época hubiera sido pasado por alto, a Clinton le costó un «impeachment», un juicio al presidente.
Fuente:abc.es
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