THELMA KIRSCH PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Antes de Kol Nidrei, como cada año, las familias llegamos al club con prisas, apenas hemos terminado de comer la comida de la tarde y ya quisiéramos estar en un buen sitio para ver cómo sacan los rollos de la Torá, cómo se abre el Aron Hakodesh y cómo, justo antes del anochecer, el Jazán empieza a entonar la preciosa melodía “Kol Nidrei”, que es un antiguo contrato escrito en arameo (entre su pueblo y D’s). Donde se pide a D’s permita a los transgresores de la ley rezar junto a los justos y esto no es fácil, pero ¿Cuánta belleza encierra este concepto?. Nos dice que siempre hay una segunda oportunidad para todos, para empezar el camino nuevamente. Siempre hay esperanza para los hombres, surge un momento para arrepentirse de sus errores. Nadie es superior a pesar de haber logrado llegar a un nivel más alto en cualquier área de la vida y para D’s todos tenemos los mismos derechos, llegar a Él y pedir por el perdón del pueblo entero.
En esta plegaria, el rezo se lleva a cabo con una profundidad y una fuerza inmensa hacia el Todopoderoso, para que podamos congregarnos, año tras año, y pedir perdón en igualdad de circunstancias; y congraciarnos, con un sentimiento que brota del alma por los votos que no cumplimos desde “el Yom Kipur pasado hasta el próximo Yom Kipur”, tiempo en el que nos comprometemos a ser mucho mejores personas.
Yo nací y viví en esta comunidad, al igual que mi padre, mi esposo y mis hijos, aquí fuimos educados, por lo que en mi mente, como en una película que intenta resguardar sus vivencias y se niega a convertirse en imágenes en blanco y negro, me parece observar (como si estuviese todavía presente) al Rabino Moisés Kaiman (Z’L) agitándose como lo hacen las espigas alrededor de un lago cuando el viento sopla y el agua se mantiene intacta, observándole apenas, olas que se inician en la profundidad y dejan todo lo superficial a un lado.
Cuando llegó el momento de recitar el Kadish, se hizo un paréntesis y se recordó al Rabino Moisés Kaiman, al igual que a otras personas que acababan de fallecer en la comunidad, pero sin duda, el momento más emotivo y doloroso fue cuando dijimos Kadish por los que han caído en las distintas batallas que ha habido contra el pueblo de Israel a lo largo de la historia.
Sin embargo, estar con mi comunidad, con las personas con las que he convivido toda la vida y con mi familia, me hace sentir una alegría especial, ya que una vez mas, gracias a D’s, tenemos la oportunidad de desearnos “El que seamos inscritos en el Libro de la Vida”. Y a todos aquellos que han venido a vivir a esta comunidad, desearles que sean felices aquí, que se acoplen a la comunidad y que nos ayuden para que crezca y sea cada vez un mejor espacio para vivir su judaísmo.
El rezo por la mañana se inició muy temprano y el Jazán, con un gran esfuerzo y fe, elevaba sus plegarias. Los asistentes, atentos en ocasiones, aprovecharon para ver y saludar a sus amistades y familiares. Repetimos con la mano en el corazón los votos que no cumplimos, pero, por sobre todas las cosas, proclamamos en comunidad la grandeza de nuestro D’s. La necesidad de su pueblo por ver levantado nuevamente el Templo en Jerusalem.
El día pasa. Para algunos largo y pesado, para otros apenas perceptible, ya que la fe va adelante y cada rezo o plegaria trae consigo algún momento de reflexión.
Al atardecer, después del descanso, toda la comunidad se encuentra nuevamente en la Sinagoga donde no hay un asiento vacío. Estamos ya muy cercanos al inicio de Neilá, los cuerpos ya se encuentran cansados, pero el alma en este día se ha elevado y proclamamos todos juntos: “Dios es único”, “D’s es nuestro D’s”.
Todas las comunidades judías del mundo seguramente vivieron momentos semejantes, pero para cada judío, en cada lugar del mundo, renueva su fe y su confianza en sí mismo y se siente distinto.
Terminamos escuchando el shofar y elevamos los ojos al cielo, rogamos por un año de salud, bienestar, parnasá y una vida llena de bendiciones y paz para el mundo entero.
Al salir del Shul, nos unimos todos en el patio de nuestro colegio, donde cada año se sirve una seudá; donde hay delicioso leikaj, diferentes ensaladas, galletas y sobre todo jugos, agua y refrescos para reparar las fuerzas e ir a nuestras casas a disfrutar de una cena festiva después de un largo día de ayuno.
No me queda más que agregar que aquí, en Monterrey, seguimos orando por un mundo de paz, un lugar donde el judaísmo florezca y donde todos seamos inscritos y sellados en el Libro de la Vida y el Bienestar.
Gmar Jatimá Tová.
Paz para el Pueblo de Israel y el mundo entero. Quiero, en nombre de toda la comunidad, dar las gracias al Sr. Elías Sandler, quien fue el responsables de mantener el orden, explicar cómo se harían los rezos y dirigirnos hacia las páginas correctas de los Majzorim que tenemos en el Shul. Al igual que al Sr. Jacobo Wengrowsky, que ayudó a Elías en esta labor tan pesada y larga para que todo se haga como debe ser.
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