El silencioso e inquietante crecimiento de la ultraderecha racista y xenófoba en Canadá

El seguimiento de los delitos de odio en el país sugiere que los musulmanes, los judíos, las minorías visibles y los aborígenes son los blancos más comunes.

AGENCIAS

En mitad de la noche de un día a comienzos de octubre, volantes con propaganda del Ku Klux Klan envueltos en bolsas plásticas transparentes fueron colocados ante la puerta de unas pocas decenas de casas en dos pueblos de la Columbia Británica (Canadá).

Panfletos similares habían aparecido en localidades vecinas durante el verano, mientras que en las últimas semanas han sido colgados afiches en contra de los musulmanes y en contra de los sijs en dos universidades de Alberta.

No se sabe quién está detrás de estos incidentes que están siendo investigados por la policía.

Estos sucesos contrastan vivamente con la imagen de Canadá como una sociedad abierta y multicultural, la misma que hace muy poco le abrió sus puertas a unos 30,000 refugiados sirios.

Pese a ello, para investigadores como James Ellis, quien forma parte de la Red Canadiense de Investigación sobre Terrorismo, Seguridad y Sociedad (TSAS), estos sucesos no son causa de sorpresa.

Para Ellis, en el conjunto del país parece haber menos preocupación acerca del extremismo de la ultraderecha que sobre otras formas de radicalismo.
“Ese es probablemente un lujo que Canadá no se puede permitir. Cada indicador señala que parece haber un resurgimiento del extremismo y del terrorismo de ultraderecha en todo el mundo occidental y no hay ninguna razón especial por la cual Canadá no verá ocurrir los mismos efectos”, agregó.

Definida en términos amplios como aquellas personas que creen en el nacionalismo étnico, que muestran una fuerte tendencia a creer en la desigualdad entre razas y grupos étnicos, y que apuestan por el uso de medios radicales para lograr sus fines políticos, la ultraderecha canadiense ha recibido impulso de la retórica antiinmigración que ha llegado en los últimos meses desde Estados Unidos y Europa.

Como en otros lugares, en Canadá también se trata de un sentimiento alimentado por las preocupaciones sobre la inestabilidad económica y social.

Polinización ideológica

Se estima que en Canadá ha habido al menos 100 grupos de ultraderecha activos durante los últimos años: desde pequeñas células hasta grupos más grandes y organizados, los cuales tienden a ser menos violentos que sus semejantes en Estados Unidos y Europa.
Pese a ello, Ellis afirmó que ha habido un largo proceso de “polinización cruzada” de ideas entre estos grupos y que Canadá está proveyendo muchos aportes ideológicos.

“Hay muchos casos en los que el discurso de odio o la música de odio ha sido creada aquí y ha influenciado a personas en otras partes”, dijo el experto.
En varios lugares de Estados Unidos, desde Carolina del Norte hasta California y Pennsylvania, han sido distribuidos volantes pro Ku Klux Klan (KKK) similares a los hallados en la Columbia Británica.

Los grupos de derecha en Estados Unidos están en auge, según el Centro Legal para la Pobreza Sureña, una ONG que hace seguimiento de los grupos extremistas.

Entre 2014 y 2015, el número de estas organizaciones aumentó 14% y las seccionales del KKK crecieron de 72 en 2014 hasta 190 el año pasado, aunque se detectó un declive en los “sectores más duros” del movimiento sobre la supremacía blanca.
Frágil multiculturalidad

Ryan Scrivens, un investigador que estudia sobre la ultraderecha canadiense en la Universidad Simon Fraser de la Columbia Británica, dijo que en el seguimiento a estos movimientos las autoridades estadounidenses y europeas han sido mejores que las canadienses.

“Ellos lo han asumido, nosotros no. Nosotros pensamos que somos este perfecto país multicultural, pero no lo somos. No vemos los mismos brotes porque no tenemos una población tan grande, pero están allí”, dijo.

Scrivens y sus colegas han descubierto que la violencia extremista focalizada está diseminada por todo el país y han detectado centenares de incidentes entre 1980 y 2015, logrando documentar actos de vandalismo, así como ataques físicos y verbales vinculados con estos grupos.

Esta actividad está acumulada en torno a Quebec, Ontario occidental, Alberta y la parte baja de la Columbia Británica.

El seguimiento de los delitos de odio en el país sugiere que los musulmanes, los judíos, las minorías visibles y los aborígenes son los blancos más comunes.

Sin embargo, Anthony McAleer, un ex miembro de estos grupos violentos, dijo estar más preocupado por la dirección que está tomando el país que por la actividad de los radicales ubicados en los márgenes de la sociedad.

McAleer fue organizador y reclutador del grupo de Resistencia de los Blancos Arios. Ahora trabaja con La Vida Después del Odio, una organización no gubernamental estadounidense fundada por ex miembros de los grupos de ultraderecha estadounidenses, que se dedica a contrarrestar a las organizaciones de derecha radical.

McAleer apuntó a la retórica del candidato presidencial republicano, Donald Trump, quien ha propuesto que se prohíba la entrada de musulmanes a Estados Unidos, así como un proceso extremo de revisión de los inmigrantes antes de permitirle el ingreso al país.

Afirmó que le preocupa que, aunque Trump lo sepa o no, “está moviendo el centro del país y, cuando empuja ese centro, no puede evitar hacer salir a los extremos”.

Peligrosa presión

Aunque la economía canadiense no ha sido afectada por la desigualdad como ha ocurrido en otros países y ha sido ampliamente capaz de integrar a sus inmigrantes y refugiados, McAleer advirtió que hay una presión que puede cambiar la cultura del país.

Esa presión incluye la retórica que llega de otros lugares, las tertulias en la televisión por cable, así como las actividades de grupos antiislam como Pegida (acrónimo de Patriotas Europeos en contra de la Islamización de Occidente) que ha establecido su presencia en Canadá.
Kellie Leitch, una dirigente que compite por el liderazgo del Partido Conservador, también ha sido criticada por proponer examinar a los inmigrantes sobre los vagamente definidos “valores canadienses”.

Mientras otros de sus competidores por el liderazgo político han condenado su propuesta por considerar que intenta “sembrar el miedo”, Leitch niega que esté apuntando a algún grupo en concreto con su test de valores.

Según las encuestas, su propuesta tiene amplio apoyo entre los electores canadienses.

Mientras tanto, ya hay áreas afectadas por el estancamiento económico en regiones productoras de petróleo que han sido golpeadas por la caída de los precios de los hidrocarburos.

Los habitantes de esas zonas son a los que se refería McAleer cuando decía que le preocupaban más que los grupos de ultraderecha que operan en el país.

“Tienes que mirar a ambos”, dijo. “Uno es claramente más una amenaza al cumplimiento de las leyes. Otra es una amenaza al tejido social del país”, destacó.

Fuente:lapagina.com.sv

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