ORESTES GÓMEZ
Algo sucede en la Academia Sueca con eso de los Premios Nobel, sobre todo cuando se trata de determinar al ganador de Literatura.
Desde su establecimiento, los premios en este arte han llevado de la justicia a la polémica, premiándose a verdaderos desconocidos como en el caso de Naguib Mahfouz (quien luego resultó un excelente escritor) o negándolos como fue la situación con Jorge Luis Borges o el maestro Alfonso Reyes.
Hoy la polémica es el músico-poeta Bob Dylan, en realidad Robert Zimmerman, y no por la falta de mérito, sino por la ubicación del reconocimiento.
Si bien es cierto que Dylan es en realidad un músico que introdujo al rock un estilo peculiar, incluso dentro del folclore americano o música folk de los años 60, sus letras evocan un rebuscado esfuerzo a la enseñanza, la denuncia y el sarcasmo con una realidad moridora de la época, máxime que en efecto los académicos suecos señalaron al anunciar el premio, que se otorgaba por: “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana”.
Grita Dylan en su canción más famosa “La Respuesta está en el Viento”: “¿Cuántos caminos una persona debe de caminar/ antes de que lo llames hombre?/ ¿Cuántos mares una paloma blanca debe de navegar/ antes de que duerma en la arena?/ ¿Cuánto tiempo tienen que volar las balas de cañón/ antes de que sean prohibidas para siempre?/ La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento”. Según el cantante, esta letra la escribió en 10 minutos, una tarde, me imagino de octubre. La unió a una vieja melodía que cantaban los esclavos: “No More Auction Block”, produciéndola en plena lucha racial.
El primer álbum que solo llevaba su nombre salió a la venta en 1962, por lo que el reconocimiento es también por más de cinco décadas de carrera.
Acostumbrado a su guitarra acústica y una armónica, Dylan creó una controversia en un festival realizado en 1965 en Rhode Island cuando dejó a un lado la acústica y comenzó a tocar una guitarra eléctrica. Sólo alcanzó a interpretar tres canciones en medio de los abucheos de la multitud, pero nunca quedó claro si éstos fueron a causa de la guitarra eléctrica o de la mala calidad del audio. Aún así, muchos aficionados de la música folk se sintieron traicionados.
Dylan hizo una pausa en el ambiente después de un accidente en motocicleta en julio de 1966 y no realizó giras por casi ocho años.
Después de ahí siguieron 48 discos producidos hasta el más reciente “Fallen Angels” (2016) y reconocimientos muy significativos –algunos por los contenidos musicales, otros por lo poético–, varios Grammy, Globos de Oro y premios de la Academia; su nombre se halla en el Salón de la Fama del Rock and Roll, y el Salón de la Fama de los Compositores.
En enero de 1990, fue investido Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministro de Cultura de Francia.
En 1999, fue incluido en la lista de las 100 personas más influyentes del siglo XX de la revista Time. En el año 2000, ganó el Premio de Música Popular de la Real Academia Sueca de Música. Y en 2004, alcanzó el segundo puesto en la lista de los 100 mejores artistas de todos los tiempos elaborada por la revista Rolling Stone, después de The Beatles.
En 2007 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, además un reconocimiento honorario del Premio Pulitzer. En mayo de 2012, se le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad por Barack Obama.
Dylan generalmente ha evitado los elogios, incluso de los críticos y de los admiradores que lo etiquetan como un artista, un poeta o la voz de su generación.
Aún cuando su voz no tiene los timbres necesarios que la hagan agradable, sus contenidos son profundos y hasta sarcásticos.
De su vasta colección me quedo con “Knocking on Heaven’s Door”, pero interpretada por Guns n’ Roses: “Mamá, quítame esta placa/ ya no puedo usarla más/ se hace tarde, está demasiado oscuro para mí/ me siento como llamando a las puertas del cielo/ Llamando, llamando/ llamando a las puertas del cielo”. Salve, Poeta.
Fuente:vanguardia.com.mx
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