MARTÍN MUCHA
Hay decenas de víctimas, entre muertos y amputados. “Espero que el mundo piense en nuestros hijos como si fueran sus hijos”, clama una madre.
“Mi juguete me ha hecho daño”. Q., médico español, en los 40, que operaba cerca de Alepo -fue evacuado in extremis hace pocas semanas por los bombardeos-, recuerda esta frase que corrió entre los doctores que atendían niños en Siria. Al pequeño que había pronunciado las seis palabras, su juguete le había estallado en las manos. Y les ha pasado a otros muchos. Así el IS destruye las vidas de los más indefensos: con muñecas vestidas de rosa, coches teledirigidos, monigotes infantiles… “Mi juguete me ha hecho daño”, retumbaba en la mente de los que lo escucharon. Un eco que se propagó. Era aún más atronador que los disparos de metralleta. O las paredes derrumbándose. O los misiles sobre sus cabezas. Léanlo bien. Son niños a los que sus juguetes mutilan. Matan. Parece extraído de una obra cruelísima de terror. De tan cruda, inverosímil. Pero así es. Real.
Es la estrategia del ISIS cuando caen derrotados. Lo confirma David S. Sorenson en su libro Syria in Ruins: The Dynamics of the Syrian Civil War (Siria en ruinas: la dinámica de la guerra civil siria, publicado el 19 de septiembre de 2016). Escrito desde las tripas pero recopilando lo que pasa en las trincheras, cuenta que al perder o abandonar una ciudad, los terroristas no sólo incendian hectáreas y hectáreas de terrenos fértiles, o decapitan a sus enemigos.
Como colofón, dejan sembrados estos juguetes bomba para dañar, donde más duele, a los que regresan después de la guerra. Cita explícitamente el caso de Kobane (Siria). El Mirror ha confirmado que la estrategia continúa en su escapada actual: “Los combatientes del ISIS rellenan cuerpos humanos, juguetes de niños y neveras con bombas cuando escapan de pueblos y ciudades de Irak”. Una víctima diaria, al menos, refiere. Incluso hay quienes puntualizan que hay decenas en total.
Ya en la segunda quincena de 2016 se había filtrado la foto de un globo con un monigote infantil -con enorme parecido a Pocoyó, estampado con otros muñecos- relleno de explosivos. Lo denunciaron las redes rebeldes. Era la imagen de sus artificieros sosteniéndolo en un campo aislado. Las primeras muñecas bomba preparadas por las huestes del ISIS habían sido descubiertas a finales de 2015 por patrullas iraquíes.
En las caras de los bigotudos soldados se veía la incredulidad de lo que han hallado. Una veintena de ellas, todas rubias, con sus vestiditos rosa y amarillo, preparadas para la emboscada. Tenían en su interior suficiente material explosivo para desfigurar a quien jugase con ellas. Planeaban dejarlas cerca de la carretera en la peregrinación chiíta de Abaeen, entre las ciudades de Bagdad y Kerbala, una de las más multitudinarias del mundo, la gran alternativa a La Meca (se han llegado a superar los 20 millones de caminantes).
Otro de sus métodos consiste en utilizar cochecitos teledirigidos. Los islamistas los vienen importando desde Turquía desde hace más de un año por unos 18 euros cada uno. Han hecho ya pruebas atacando a sus enemigos. Su inspiración, según han señalado las fuerzas kurdas que los combaten, es el videojuego Call of Duty. En él, estos juguetes se emplean con el mismo fin y, justamente, en medio de una guerra. Un británico que pelea contra ellos describió que este es otro ejemplo de como los “matones del ISIS solo buscan nuevas maneras de matar a la gente”.
Pero yerran. No son los primeros terroristas en emplear este método. ETA lo utilizó en agosto de 2001 para asesinar a una abuela y dejar mutilado a su nieto de dos años. “El niño seguía llorando, gritando con una fuerza enorme, pataleando y braceando. Tenía una energía tremenda. Era muy difícil sostenerlo. Y yo estoy acostumbrado a los niños. Tengo dos hijos. Lo más trágico era ver aquel sufrimiento horrible para una persona que, como yo, considera que un niño es una cosa sagrada”, describió a Crónica Fernando Postigo, quien fue en su ayuda tras el atentado.
La tragedia se repite con otros rostros. Otros niños. ¡Niños! Es indeterminado el número de víctimas por los juguetes bomba de los yihadistas del Daesh. Pero hay múltiples imágenes de pequeños mutilados que cayeron en la trampa. También emplean para la farsa cierto tipo de bombas de racimo, con forma similar a un tipo de pokeball (del juego y dibujos animados Pokémon). Eman, de cuatro años, falleció cuando fue a por una. Llegó al hospital el 3 de octubre, en Alepo, hace apenas dos semanas, con la cara ensangrentada y llena de cicatrices. Siempre creyó que era un juguete. “Las reglas de la guerra ya no existen. No se respeta a niños inocentes”, soltó espantado uno de los médicos que la trató a ITV News. Eso en medio de hospitales cerrados y apenas medicinas y doctores. “Ella dijo que pensaba que era un juguete”, confesó a su madre. Peleó por su vida hasta el 4 de octubre. “Yo espero que el mundo piense en nuestros hijos como si fuesen sus propios hijos”.
Une si jolie poupée (una muñeca bonita), del best seller francés y autor de culto PEF, acrónimo de Pierre Elie Ferrier, es un cuento para chicos publicado en 2001. Está protagonizado precisamente por una muñeca bomba. Era su manera de mostrar, de un modo extremo, casi irreal, ciencia ficción, el daño que las guerras causan a los pequeños. Un grito contra la barbarie desde lo más inofensivo.
Hoy, hasta las muñecas infantiles han perdido la inocencia.
Fuente:elmundo.es
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