GUY MILLIÈRE
La muerte del ex presidente de Israel, Shimon Peres dio lugar a una ola de tributos casi unánimes. Representantes de 75 países llegaron a Jerusalem para asistir al funeral. El presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmoud Abbas incluso dejó Ramallah durante unas horas para aparecer.
SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Tal consenso podría parecer una señal de apoyo a Israel, pero era algo completamente distinto.
Los que honraron la memoria de Shimon Peres dejaron a un lado los años que dedicó a crear la industria de defensa de Israel y a negociar acuerdos de armas clave con Francia, Alemania y Estados Unidos. Los que honraron la memoria de Peres sólo hablaron del hombre que firmó los Acuerdos de Oslo y que encarnó el “proceso de paz”. A continuación, utilizaron la ocasión para acusar a Israel.
Barack Obama pronunció un discurso que podría haberse parecido a una marca de amistad entrañable, hasta que evocó “la asignatura pendiente de las conversaciones de paz”. Una sentencia dura y negativa siguió, diciendo que “el pueblo judío no nació para gobernar a otro pueblo”. La siguiente frase implicaba que Israel se está comportando como amo de esclavos: “Desde el primer día estamos en contra de esclavos y amos”, pero está claro para todo el mundo en Israel de que no existe una relación de este tipo ni que se le parezca. Su conclusión siguió: “La idea sionista estará mejor protegida cuando los palestinos tengan un estado propio”.
La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente francés François Hollande emitieron comunicados de prensa en la misma dirección.
A pesar de las olas incesantes de asesinar a civiles israelíes inocentes, los políticos occidentales hablan como si Israel no estuviera bajo ataque. No les interesa ver la sangre derramada, las amenazas, el odio constantemente difundido por diarios palestinos, y las incesante y feas consecuencias de ese odio. Los políticos europeos y estadounidenses no están interesados en escuchar lo que dicen los líderes palestinos cuando piden la limpieza étnica de los judíos. Estos líderes parecen dispuestos a olvidar el caos en Oriente Medio, la violencia global despiadada de extremistas islámicos, y las francas intenciones genocidas de los gobernantes de Irán. En su lugar, hablan en abstracto de la “paz” como si fuera algo que puede caer del cielo sobre la gente que todos los días están amenazando con matar a los judíos.
Estos políticos practican la ceguera voluntaria y parecen obsesionados por el deseo de imponer ilegalmente la creación de un estado palestino – sean cuales sean las consecuencias para Israel. Estos líderes occidentales pueden perfectamente imaginar cuáles serían esas consecuencias si los árabes siguieran su camino: el genocidio. Uno sólo puede suponer que la idea les satisface.
Los israelíes, sin embargo – musulmanes, cristianos y judíos – no pueden practicar la ceguera voluntaria. La sangre derramada no es un títular abstracto; es SU sangre roja. Las amenazas, el odio y las consecuencias del odio son reales. Los israelíes oyen claramente lo que dicen los líderes palestinos. No pueden olvidar lo que está sucediendo en Medio Oriente: Jerusalem está a 150 millas de Damasco y 1000 millas de Teherán; Hezbolá tiene más de 120.000 misiles dirigidos a Israel desde el Líbano.
Hamas, un grupo considerado terrorista dedicado abiertamente a la destrucción de Israel, gobierna Gaza a pocas millas de distancia. Los israelíes observan las amenazas genocidas de Irán: Irán puede obtener armas nucleares en cualquier momento, además de misiles de largo alcance para transportarlas.
A pesar de que muchos ciudadanos israelíes estaban orgullosos de ver que tantos líderes occidentales llegaron a honrar a Shimon Peres, que no se dejen engañar. Una encuesta reciente mostró que sólo el 28% de la población israelí cree que un acuerdo de paz es concebible; el 64% piensa que jamás se firmará ningún acuerdo. Otra encuesta de julio de 2016 mostró que una clara mayoría de israelíes se oponen a cualquier retirada de Judea y Samaria, y decididamente son hostiles a cualquier interferencia extranjera en los asuntos israelíes.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu recibió cortésmente a los líderes occidentales cuando llegaron a Jerusalem. Rindió homenaje a Shimon Peres – sin omitir las primeras décadas de la vida de Peres. También respondió a los que hablan de “paz”, como si no hubiera otros factores importantes y manifestó con firmeza su posición: la seguridad es lo primero; no hay manera de que pueda existir la paz sin seguridad.
Netanyahu escuchó el discurso de Obama. Leyó, sin duda, los comunicados de prensa de Theresa May y François Hollande. Pudo descifrar fácilmente las insinuaciones en los discursos y comunicados de prensa: las mismas insinuaciones utilizados por los políticos occidentales durante un cuarto de siglo.
Netanyahu ha actuado para hacer a Israel inmune a los ataques y la presión occidental. A pesar de las tensiones y desacuerdos con la administración de Obama, se las arregló para mantener lazos fuertes de amistad entre Israel y los Estados Unidos, y los Estados Unidos negoció un acuerdo de ayuda militar de $ 38 mil millones en diez años.
Viendo que el presidente ruso, Vladimir Putin, ha llegado a ocupar uno de los lugares en el Oriente Medio dejados vacantes por la administración de Obama, Netanyahu estableció relaciones de trabajo con Putin y utiliza la relación para contener el caos de Siria y asegurarse de que no se desborde a Israel. Netanyahu también utiliza esas relaciones para frenar las actividades de Hezbolá e Irán en el Golán y el sur del Líbano, y tratar de reconciliarse con Turquía.
Comprendiendo que las relaciones económicas entre Israel y Europa podrían deteriorarse, se dedicó a negociar acuerdos de libre comercio con China, India, Corea del Sur y Japón, y firmó acuerdos de cooperación económica y militar con siete países africanos también amenazados por el terrorismo islámico (Uganda, Etiopía, Kenia, Ruanda, Sudán del Sur, Tanzania y Zambia).
Al darse cuenta de que los países árabes sunitas estaban preocupados por el creciente poder regional de Irán, reforzó los lazos estratégicos con Jordania y Egipto. El canciller egipcio Sameh Shoukry visitó Israel en julio, y hace unas semanas, el jefe adjunto del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Yair Golan, dijo que la cooperación militar entre Israel, Egipto y Jordania nunca había sido más estrecha.
Netanyahu comenzó un acercamiento entre Israel y Arabia Saudita; en abril de 2016, el príncipe saudí Al-Waleed bin Talal de Arabia Saudita se convirtió en el primer embajador honorario de Israel. Unos meses antes, se anunció la apertura de una oficina diplomática israelí en los Emiratos Árabes Unidos, en Abu Dhabi.
Contra todo pronóstico, Israel está ahora en una posición mucho más fuerte de lo que estaba incluso hace unos años.
Netanyahu también, probablemente, se dio cuenta de que, aunque los políticos occidentales quieran imponer la creación de un estado palestino, los líderes árabes sunitas, Rusia, e incluso Irán, a pesar de los mulás inflamatorios, deben tener en cuenta que la cuestión actualmente se puede colocar en un segundo plano hasta que los múltiples incendios que plagan la región se calmen; parece evidente que no se calmarán en el corto plazo.
Netanyahu también ve sin duda que Abbas llegó a Jerusalén porque los líderes occidentales son ahora sus principales protectores, y que el discurso acusatorio habitual de Abbas ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York este año fue recibido por la prensa y diplomáticos como un espectáculo lateral.
Netanyahu seguramente también ve que los líderes árabes sunitas se han cansado de Abbas; quieren la normalización entre el mundo árabe e Israel, y tienen un plan que contempla básicamente relevar a Abbas de su cargo.
Netanyahu tampoco puede dejar de ver que Francia y otras potencias occidentales están preparando maniobras anti-israelíes y están dispuestos a apoyar resoluciones cuestionables en la ONU. Un artículo reciente en el Weekly Standard dijo que la administración Obama está “fabricando una crisis con Israel en previsión de un impulso diplomático postelectoral dirigido al Estado judío”.
Netanyahu subrayó, cuando fue su turno de hablar ante las Naciones Unidas, unas pocas horas después de Mahmoud Abbas, que Israel no está aislado, y que no aceptará que le dicetn malas condiciones.
Tanto Netanyahu como el gobierno israelí aparentemente consideran que una página de la historia se ha girado, y que la centralidad del conflicto sobre la paz entre Israel y Palestina en Oriente Medio pertenece esencialmente al pasado.
En privado, algunas personas dicen que el entierro de Shimon Peres fue también el entierro de los Acuerdos de Oslo y de un interminable “proceso de paz” que sólo trajo la guerra.
En 2009, Daniel Pipes escribió que “los israelíes, finalmente, tienen que volver a su política anterior a 1993 dejando claro que Israel es fuerte, duro, y permanente”. Israel está yendo en esta dirección.
Otro eminente, Walter Russell Mead, señaló recientemente que los éxitos de Netanyahu “no harán ni pueden hacer que los problemas y retos de Israel desaparezcan”, pero sí que pusieron a Israel en una “posición global mucho más fuerte”. Mead agregó que cuando los liberales estadounidenses entiendan las causas de los éxitos de Netanyahu, podría comenzar “una nueva y más inteligente era de debate de política exterior” .
Los políticos occidentales harían bien en escuchar.
Fuente: Gatestone Institute – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico
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