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jueves 21 de noviembre de 2024

“Hitler era un drogadicto que tomaba cocaína y opiáceos para superar su complejo de inferioridad”: Norman Ohler

MANUEL P. VILLATORO

Entrevista a Norman Ohler, autor de uno de los libros de moda: «El gran delirio. Hitler, drogas y el Tercer Reich» (Crítica, 2016). Una obra que desvela el uso masivo que hicieron los nazis de las sustancias estupefacientes durante la II GM.

La historia, o más bien las películas, recuerdan a Adolf Hitler como un líder impasible ante la adversidad y frío como un témpano de hielo en lo que respecta al asesinato masivo de judíos. Un hombre carismático que odiaba profundamente el café y el alcohol por considerar que destrozaban su organismo. Es por todo ello por lo que resultan especialmente espeluznantes los últimos descubrimientos que el periodista alemán Norman Ohler ha desvelado en su nuevo libro: «El gran delirio. Hitler, drogas y el Tercer Reich» (Crítica, 2016).

Y es que, en esta obra nos muestra una faceta del líder nazi de la que, hasta ahora, había escasa documentación oficial: su adicción a drogas duras tales como la cocaína, el Eukodal (un narcótico creado por unos laboratorios germanos de la época) y, en definitiva, a cualquier tipo de vitamina o sustancia que le despertara o le «mantuviese activo», como explica el propio autor a este diario.

Todas ellas fueron suministradas a Adolf Hitler por el que, desde mediados de la década de los 30, fue su médico de cabecera: Theo Morell. Un rechoncho (y aparentemente bonachón) personaje que suplía su falta de conocimientos con una ligereza insultante a la hora de recetar drogas al Führer. «A Hitler le gustaba precisamente por eso, porque no buscaba saber nada de él, ni examinarle en profundidad. Solo le recetaba supuestos medicamentos de forma instantánea que le hacían sentir mejor inmediatamente», determina Ohler.

Así fue como, durante más de una década, este doctor le dio hasta 74 sustancias diferentes al líder nazi. Unos cócteles brutales que hicieron del dictador un adicto pero que le permitieron, en palabras de Ohler, superar su complejo de inferioridad y enfrentarse de forma estoica a algo que habría destruido el ánimo de cualquiera en su posición: la progresiva caída en desgracia del Tercer Reich y el avance de los ejércitos aliados sobre Alemania.

Así fue, al menos, hasta 1945 en el búnker de Berlín. Y es que, fue en esta época cuando Morell se quedó sin una mísera pastilla o inyección que ofrecer a su jefe debido a la destrucción de las fábricas farmaceúticas. Esta situación llevó a Hitler a despedirle de forma fulminante. ¿Para qué diantres le serviría un camello que no podía darle drogas? Aquellos días, el Führer se dio cuenta de lo que realmente sucedía y de que poco podía hacer para evitar la caída de su imperio.

No obstante, esta fue solo una pequeña parte del gigantesco mercado de la droga que instauraron los nazis en Alemania. Algunas, incluso, aprobadas por el estado como el Pervitín (o Pervitina). Una sustancia similar a la metanfetamina cuyo uso se masificó en los primeros compases de la invasión de Polonia entre los militares (especialmente, entre las tripulaciones de las dotaciones de los carros combate).

La razón era sencilla: mantenía a los militares despiertos y eufóricos, como bien dejaron por escrito los mismos soldados que la probaron (y cuyos testimonios recoge Ohler): «Euforia, aumento de la capacidad de atención, evidente mejora del rendimiento. Trabajo realizado sin problemas. Todo el día de servicio sin descansar». Tampoco se libraron de tomar esta sustancia los niños que defendían Alemania al final de la contienda o, por descontado, los mismos generales de Hitler.

¿Cómo se ganó Morell la confianza de Hitler?

Las drogas empezaron con Morell. Cuando se conocieron, el médico le suministró a Hitler una inyección de alguna droga que, a día de hoy, desconocemos. El Führer se sintió inmediatamente eufórico y entendió que Morell era un doctor muy eficaz. No sabemos lo que había en aquella primera inyección de 1936. Solo sabemos que a Hitler le encantó la sensación que le provocó aquella sustancia y empezó a pedirla continuamente. Probablemente fuese glucosa. Algo bastante eficaz si es inyectado directamente en vena.

¿A qué se dedicaba Morell antes de conocer al Führer?

Morell era conocido por ser un médico especializado en enfermedades que no existían. Recibía a muchas actrices, celebridades… que acudían a él simplemente porque estaban deprimidas. También se especializó en supuestas enfermedades sexuales, para las que recetaba testosterona a los hombres. Era ese tipo de médico.

¿Por qué Hitler tenía en tanta estima a Morell?

Hitler tenía miedo de los médicos expertos. Siempre estaba rodeado de especialistas antes de conocer a Morell, pero no quería que se acercasen demasiado a él porque, al examinarle, podían averiguar cosas sobre él que le disgustaban. Por eso le gustó Morell. Era un médico que no le examinaba de forma exhaustiva. Simplemente le daba unas inyecciones que le hacían sentirse mejor sin hacer demasiadas preguntas.

Morell, que llamaba a Hitler el “paciente A”, dejó anotado en multitud de ocasiones que el líder le había dicho que no quería que le examinasen y que, simplemente, buscaba que diesen medicamentos inmediatamente. Morell hacía eso sin rechistar, por eso era perfecto para él. Hitler le llamaba a la una de la mañana pidiéndole Eukodal o cualquier droga, y él se la daba en apenas media hora. Yo le definiría como un servicio 24 horas de droga dura.

Además, a Hitler le gustaba Morell porque era muy bueno comunicándose con los demás. Era muy sensible, pasaba mucho tiempo con él, le decía que tenía que hacer… Creo que Morell era un médico muy eficaz que no comprendía los efectos secundarios y las contraindicaciones de las drogas que recetaba. No tenía consciencia de las repercusiones que podía tener mezclar determinados medicamentos o drogas en el organismo. Era muy descuidado en este sentido.

¿Qué efecto pudo tener la glucosa en el cuerpo de Hitler?

Es como beberte una taza de café, pero mucho más efectivo y más rápido. Para Hitler esto era muy importante porque siempre buscaba ser una persona energética. Como no bebía ni café ni té, necesitaba estimulantes. Y los encontró en Morell. A Hitler le encantaba que le suminstraran estas inyecciones. Se las ponía antes de cada reunión, antes de cada discurso… Quería mejorar su rendimiento. Pero su organismo se acostumbró y terminaron siendo cada vez más fuertes para que le hiciesen efecto.

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¿Era Hitler un drogadicto?

Es obvio que Hitler era un drogadicto, pero no al principio. Los primeros años podríamos decir que era un yonqui de las vitaminas, pero eso cambió en 1941, en agosto. En ese momento recibió muchos esteroides y hormonas. Luego, en el 43, tomó opiáceos por primera vez. Entre ellos el Eukodal. El 20 de julio de 1944, después del atentado en la Guarida del Lobo, tomó opiáceos un día si y otro también. Y ese es el ritmo de un yonqui. Tomaba 20 miligramos, una dosis muy fuerte para una persona.

¿Cuándo comenzó a tomar drogas?

Las primeras, como ya he comentado, eran vitaminas. En base a la definición que tenemos actualmente de droga podríamos establecer que empezó a tomarlas en 1941 (esteroides), pero la primera toma de drogas clásicas fue en enero de 1943, con el Eukodal.

Luego vino la cocaína en 1944, desde julio hasta octubre la consumió más de 40 veces. Incluso recibió cocaína de otro doctor a la vez que el Eukodal de Morell. Como la segunda era un opiáceo, y la primera un excitante, se provocaba una reacción llamada “speedball”, lo más fuerte que puede sentir un drogadicto.

¿Qué tipo de drogas solía tomar?

Además de las vitaminas iniciales y el Eukodal, Morell metía injertos de hígado de cerdo en las venas de Hitler. Esto le daba un subidón a su sistema inmunológico. Los animales son muy ricos en hormonas, glándulas, órganos… Todo eso lo mezclaba con testosterona creando un cóctel de dopaje brutal. Es cierto que le hacía estar en la mejor forma posible, pero también provocó que perdiera el equilibrio y se volviera un adicto.

Además, tomó testosterona cuando conoció a Eva Braun. Se la dio Morell para que estuviera a la altura a la hora de mantener relaciones sexuales. La mujer -a la que Morel llamaba el “paciente B”- también recibía habitualmente hormonas para que no tuviera la menstruación cuando estaba con Hitler.

¿Las tomaba sabiendo que eran drogas?

Hitler nunca habló de drogas, se refería a ellas como Eupaverin porque Morell le suministraba Eupaverin y Eukodal juntos. Y la primera era inocua. Pero en abril de 1945, cuando despidió a Morell, se dio cuenta de veras de que le habían estado suministrado sustancias que le hacían dependiente.

A veces Hitler sospechaba. Se sabe que alguna vez le preguntó a Morell si le estaba convirtiendo en un adicto. El médico contestaba que no porque, mientras que los cocainomanos esnifaban droga a través de la nariz, él le estaba administrando únicamente una solución diluida de cocaína. Pero era igual de potente.

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¿Y el resto de oficiales lo sabían?

Era un secreto a voces. Goebbels, por ejemplo, dejó escrito en la entrada de su diario de marzo de 1945 que las sustancias recetadas por Morell podían ser a largo plazo sumamente dañinas para Hitler. Pero no era algo de lo que se hablara abiertamente.

¿Qué efectos tenía el Eukodal en su organismo?

Los farmacólogos me han explicado que es un opiáceo muy potente. Te relaja por completo, pero también te estimula los procesos mentales. Puedes pensar mucho más rápido y te sientes mucho más despierto. Es como una mezcla de cocaína y heroína. Hitler utilizaba esta droga para sentirse como el rey, como se había sentido durante muchos años. También lo tomaba para superar su complejo de inferioridad.

¿Realmente le ayudaba el Eukodal en su día a día?

Sí. Un ejemplo es lo que sucedió tras el atentado del 20 de julio de 1944 en la Guarida del Lobo (en el que una bomba ubicada bajo una mesa por poco mata a Hitler). Tras el ataque, el Führer tenía planeado reunirse con Mussolini. Todo parecía indicar que iba a ser imposible que se celebrase el encuentro porque Hitler acabó muy dolorido, con los dos tímpanos reventados, y con cientos de trozos de astillas de madera de la mesa clavadas en el cuerpo. Pero, inmediatamente, Morell le puso una inyección de Eukodal que actuó como analgésico.

Hitler decidió entonces no cancelar la reunión a pesar de que los consejos de todos sus generales. Dijo que se sentía bien. Fue a la estación de tren y a Mussolinni le pareció un milagro verle de pie. Semanas después, y como Hitler se encontraba severamente desmejorado, utilizó las drogas continuamente para mantener su ritmo de trabajo.

No fue la única vez. Al final de 1944, por ejemplo, tuvo una reunión importante con varios generales en la que iban a tratar qué hacer a nivel militar. Antes de la misma, Hitler recibió una inyección de Eukodal. Esta droga le encantaba porque le ayudaba a ser convincente y le ponía eufórico.

¿Cree que las drogas pudieron acentuar la crueldad de Hitler y llevarle a entender la muerte como algo normal?

Hitler era malvado antes de tomar drogas. No es que tuviera estas ideas por tomar drogas. Las tenía por su ideología, por su forma de entender el mundo. Pero las drogas sí permitieron mantenerse en ese camino. Le permitieron ser frío y no plantearse jamás que podía estar haciendo algo malo. Las drogas no le convirtieron en alguien bueno o malo, pero subrayaron su carácter, hicieron que no se planteara nada.

¿Hasta cuándo tomó drogas?

Hasta el 45. Durante sus últimos días en el búnker ya no le quedaban. Las fábricas, las farmaceúticas… Todas ellas habían sido bombardeadas y no podían distribuir. Morell envió entonces mensajeros en moto a todas partes para hallar las drogas que necesitaba, pero no hubo forma. Hitler, cuando vio que su médico no podía conseguirle las dosis, le despidió en abril del 45. En esos meses Hitler se sentía derrotado físicamente. No quería vivir más. Se podrái decir que, en el búnker, Hitler era un drogadicto con mono.

Además de las drogas que tomaba Hitler, usted afirma que se distribuyeron durante la guerra pastillas de metanfetamina bajo el nombre de Pervitin para mantener a los militares despiertos y eufóricos

Sí. Se distribuyeron 35 millones de pastillas entre el ejército. Los conductores de los carros de combate que lideraron, por ejemplo, el ataque a Polonia consumían gran parte de las pastillas. Eso era mucho si consideramos que solo las tomaba la avanzadilla. Esas personas fueron las que más drogas tomaron, pero también fueron los más decisivos durante la campaña.

Luego su uso se generalizó a lo largo de la guerra. Tuve acceso a un informe que decía, por ejemplo, que los niños que trataban de defender el Estadio Olímpico de Berlín recibieron metanfetamina. Eran concretamebte los que luchaban a los mandos de un cañón antiáereo. A estos niños se les dio droga porque acababan de salir del colegio y sentían pavor al combate.

¿Cómo es posible que se generalizara el uso de la metanfetamina en el ejército?

Muchos soldados no conocían para qué servía el Pervitin. Cuando lo probaron y vieron sus efectos (entre ellos, que les quitaba el miedo al combate) ya no hubo forma de detener su expansión. El ejército alemán simplemente fue el primero en usarla pero, posteriormente, la utilizaron muchos como los soviéticos o los británicos. Estos últimos en su variante más suave, la anfetamina. Existen informes que corroboran la existencia de algunas batallas en África en la que el ejército de Montgomery combatió puesto de droga a un contingente alemán “colocado” también con metanfetamina.

Fuente:abc.es

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