La conexión francesa y la supuesta destreza nuclear de Israel

YOSSI MELMAN

Shimon Peres falleció pocos meses antes del 60 aniversario de la Guerra del Sinaí contra Egipto de 1956. Esa campaña, y la compra posterior del reactor nuclear francés construido cerca de la ciudad de Dimona, en el desierto de Neguev, son de los mayores logros de Peres.

A sus 33 años de edad, Peres se desempeñó como director general del Ministerio de Defensa y era uno de los pocos confidentes del primer mandatario y ministro de defensa del país, David Ben Gurion.

Ante el temor de que Israel se encontrase aislado en el caso de una nueva guerra mundial, a principios de 1950, Ben Gurion, tomó una postura pro-occidental en la Guerra Fría, poniendo fin a la corta historia de amor de su país con la Unión Soviética. El futuro de Israel, pensó, estaría mejor asegurado al identificarse con Occidente, beneficiándose del apoyo de la comunidad judía estadounidense, construyendo una economía mixta en lugar de una basada en el socialismo puro.

La percepción de Ben Gurion se basa en la esperanza de formar una alianza estratégica con al menos una potencia occidental, preferentemente los Estados Unidos. Ya en 1950, durante la Guerra de Corea, Ben Gurion soñaba con integrar a Israel a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero su visión no era posible.

A lo largo de la década de 1950 y a principios de los años 60, los principales miembros de la OTAN, Estados Unidos y Gran Bretaña, temían que al apoyar a Israel empujaran a los países árabes a los brazos de los soviéticos, por lo que no sólo rechazaron la idea de que Israel se una a la organización, sino que adoptaron políticas anti-israelíes.

Sin embargo, Ben-Gurion y Peres, como fiel asesor e intérprete de la visión de su maestro, nunca abandonó el sueño. Peres siguió intentando ligar a Israel con una potencia occidental como su patrón y benefactor. Eventualmente lo consiguió en 1954-55, en París.

Los inestables gobiernos socialistas de la posguerra fueron cayendo uno tras otro, como resultado de las crisis de política exterior. Francia estaba perdiendo sus colonias en el sudeste de Asia, pero un reto aún más grande y amenazante a su estabilidad fue la sangrienta revuelta en Argelia que dividió a la sociedad francesa.

Las fuerzas armadas y de seguridad de Francia, apoyadas por colonos franceses estaban inmersas en una sangrienta guerra declarada por el Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN), respaldado por Egipto.

Gamal Abdul Nasser suministró armas, apoyo diplomático y refugio a la guerrilla del FLN. El gobierno francés quería deshacerse de Nasser por cualquier medio y planeaba declarar la guerra a Egipto y / o asesinar a su líder. Pero Francia necesitaba un pretexto y un aliado, ahí es cuando Israel entró al juego.

Al detectar un interés común – derrotar a Egipto – Peres acudió a Francia y trabajó para crear lo que sería el “Puente sobre el Mediterráneo.” Tras decenas de viajes a Francia, en los que se codeó con sus líderes, se enamoró de la música, la comida y de la ” Ciudad de la Luz “, Peres fue el arquitecto que construyó el puente.

Como suele suceder en las novelas francesas, el patrón amaba a su amante (o es lo que decía) y la colmó de regalos. Francia comenzó a enviar armas modernas clandestinamente – tanques, aviones de combate y misiles – que más tarde servirían como base para las industrias de defensa israelíes. Por ejemplo, una década y media más tarde, Israel desarrollaría una nueva versión del cohete de corto alcance francés con el nombre de “Jericho”. Hoy en día, es considerado por los medios extranjeros como el principal sistema de transporte de armas nucleares israelíes.

Lo que realmente preocupaba a Israel era que Nasser preparase un “segundo round” para vengar la derrota del mundo árabe en 1948, y destruir el Estado judío. El miedo se convirtió en casi histeria cuando, en septiembre de 1955, Nasser sorprendió al mundo con la firma del “acuerdo de armas checas.” Luego de coquetear por unos años con EE.UU. y Occidente, Nasser se acercó a la Unión Soviética y solicitó armas modernas. Moscú aprobó, y el proveedor fue la Checoslovaquia comunista.

La vida imita al arte y la generosidad francesa no era gratis. El maestro solicita favores a cambio.

Francia quería que Israel atacara a Egipto. La conspiración fue diseñada en secreto en dos días de octubre de 1956 en una casa aislada en el suburbio parisino de Sèvres.

Allí, los líderes israelíes (Ben Gurion, el Jefe del Estado Mayor Moshe Dayan, Peres y otros), altos funcionarios franceses y británicos se reunieron el 21 de octubre de 1956. Durante los dos días de discusiones, planearon los detalles operativos y la cobertura política para su plan contra Nasser de Egipto. Una semana más tarde, se puso en marcha el plan conocido como: Operación Mosquetero; guerra de Suez; Operación de Cades; o la Guerra del Sinaí.

Una semana después de la conferencia de Sèvres, Israel lanzó sus paracaidistas a la península del Sinaí y la guerra parecía extenderse de acuerdo con el plan secreto. Pero terminó inesperadamente.

El presidente de Estados Unidos Dwight D. Eisenhower se unió con su homólogo soviético Nikita Khrushchev y envió un ultimátum obligando a Francia y Gran Bretaña a detenerse y exigiendo a Israel que renunciara a la península del Sinaí, poco después de haberla invadido.

Esta fue una victoria diplomática para Nasser y una derrota para Francia y Gran Bretaña, que fueron testigos del principio del fin de sus reinados como potencias coloniales.

Sin embargo, Israel marcó un número de logros diplomáticos y militares durante la guerra. Derrotó al ejército egipcio; abrió el bloqueo de Eilat; y ganó el respeto de Occidente. Aunque la guerra también fue vinculada con el putrefacto olor del colonialismo occidental.

Israel comenzó a considerarse como un “títere” de los intereses de las potencias coloniales occidentales.

No obstante, lo más importante desde el punto de vista israelí es que menos de un año después de la guerra, Francia, cuya era de Cuarta República llegaba a su fin, acordó vender a Israel un reactor nuclear y proporcionarle el conocimiento, equipo, material y mano de obra necesario para el proyecto.

Las semillas de ese acuerdo fueron sembradas durante la reunión en Sèvres, previo a la guerra, cuando los israelíes y los franceses celebraron la futura operación y Peres expresó su esperanza de que Francia proporcionaría a Israel el reactor nuclear. No se firmó ningún acuerdo en el momento, pero la semilla había sido plantada.

Unos 11 meses después, en septiembre de 1957, Peres se encontró de nuevo en París, donde firmó dos acuerdos que, según fuentes extranjeras, convirtió a Israel en la sexta potencia nuclear del mundo.

Peres no sólo firmó estos acuerdos, que “sacó una rápida”, junto con su amigo, el ex primer ministro francés Maurice Bourgès-Maunoury.

El día anterior, el gobierno de Bourgès-Maunoury había caído en una votación de la Asamblea Nacional y no estaba autorizado para firmar los acuerdos para proporcionar a Israel del reactor nuclear. Pero Peres lo convenció de anotar la fecha del día anterior.

Peres diría después con una sonrisa, “¿Qué son 24 horas entre amigos?” Tres años más tarde, Peres fue el padre orgulloso mientras cientos de técnicos e ingenieros franceses terminaban la construcción del reactor.

Cinco años más tarde, antes de la Guerra de los Seis Días, Israel ya tenía su primera bomba atómica, según informes extranjeros.

De acuerdo a fuentes extranjeras, Israel produce materiales fisible -uranio y plutonio – por su arsenal de armas nucleares en el reactor. Estas armas eran, y siguen siendo, el principal factor de disuasión que impide a los países árabes e Irán hacer realidad sus fantasías de eliminar a Israel en el campo de batalla. Si hubiese sido un copywriter, Peres lo habría resumido en una frase parafraseada de Herzl: en Sèvres, lo fundé Dimona y aseguré el futuro del Estado de Israel.

Desde entonces, los enemigos de Israel vieron a Peres como el arquitecto del programa que, en su opinión, le proporcionó a Israel la disuasión estratégica y el monopolio nuclear en Oriente Medio.

En 1960, Peres fue ascendido a asesor de Ben Gurion en el Ministerio de Defensa, pero tres años más tarde, siguió a su jefe y renunció por cuestiones internas, uniéndose a la oposición, sólo para volver al gobierno después de la Guerra de los Seis Días.

En los años siguientes, manifestó otras habilidades aunadas a su visión, ideas y optimismo. Estaba obsesionado con las relaciones públicas, filtraba información a los medios y fue un político manipulador, conspiró contra Yitzhak Rabin, su máximo rival en el Partido Laborista. Luego, como ministro de Defensa en los años 70 fue el ángel guardián del movimiento de los colonos en Cisjordania.

Fue sólo en los años 90 que Peres ganó la imagen que le siguió desde entonces – un partidario de la paz y el intercambio de tierra, un hombre de Estado reconocido y admirado internacionalmente, un hombre de mundo. Pero no olvidemos que fue uno de los pocos que hizo de Israel una potencia militar.

Fuente: The Jerusalem Post

Traducción: Esti Peled

Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico

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