HÉCTOR GAMBINI
La increíble historia del caso Penjerek, un misterio sin resolver que lleva 54 años.
A Carlos le dicen Chacho. Lleva una vida tranquila en el Oeste del Gran Buenos Aires. Tiene siete hijos y cinco nietos. Dirige una consultora de temas de higiene urbana y está preparando un viaje para irse a pasear con su mujer. En las horas libres escribe una historia que avanza y retrocede. Se abre y se cierra en los recuerdos y en un puñado de anécdotas familiares que sobrevuelan los últimos 54 años. Es la historia de una duda. La duda de su vida. El apellido de Carlos es Penjerek.
Es una historia que podría contarse en tres actos.
Primer acto. Norma Penjerek era una adolescente de 16 años que iba al secundario y vivía con sus padres -él empleado municipal, ella enfermera- en una casa de la avenida Juan Bautista Alberdi, en Flores. El 29 de mayo de 1962 fue a una clase de inglés particular y no regresó. La profesora dijo que efectivamente estuvo con ella y que se fue a la hora habitual. Norma nunca llegó a su casa. Nunca más.
Cuarenta y siete días después, un hombre que paseaba a su perro en un baldío de Llavallol, en el sur del conurbano, encontró el cadáver de una mujer. El forense determinó que el cuerpo medía 1,65 y que pertenecía a una mujer de unos 25 a 30 años que había tenido hijos. Norma medía 1,55, tenía 16 y nunca había sido madre. Pero la Policía dijo que era Penjerek.
El caso estalló en la calle y en los medios cuando una chica detenida por prostitución dijo que ella sabía lo que había pasado con Norma. Contó una fábula que prendió en el imaginario popular: que Norma fue reclutada por una red de trata que la obligaba a participar de fiestas sexuales y con drogas en una casa del conurbano. Culparon de todo eso a un zapatero que se postulaba a concejal por el peronismo. Hubo un show que duró meses, hasta que el juez de La Plata que investigaba el caso sobreseyó a todos los acusados por falta de pruebas. La chica que los había señalado se desdijo y terminó admitiendo que lo había hecho por pedido de un enemigo del hombre acusado, que lo quería perjudicar porque tenía con él una vieja e insignificante rencilla vecinal.
Cuando bajó la marea y se disipó el humo, quedó un cadáver dudoso y ningún culpable. El odontólogo de Norma Penjerek dijo que el cuerpo sí era el de la chica. Y parte de una huella digital coincidía, aunque nunca se obtuvo una huella entera. Los padres no reconocieron ni el cadáver ni la ropa que llevaba puesta.
El caso fue tragado, impune, por la sombra de los tiempos. Fin del primer acto.
Intervalo.
Segundo acto. El nazi Adolf Eichmann, ejecutor implacable de la “solución final” y uno de los máximos responsables del Holocausto, consiguió escapar tras la guerra y llegó a la Argentina en 1950 con el nombre de Ricardo Klement. Tras deambular por el conurbano, se fue a trabajar de peón rural a Tucumán en la cosecha de la fruta y regresó al GBA, donde sobrevivió con changas varias. Hasta que consiguió un trabajo como operario en la Mercedes Benz y se instaló con su mujer y sus hijos en una casa ignota de una calle llamada Garibaldi, en San Fernando.
En mayo de 1960, un grupo comando de los servicios secretos israelíes llegó al país, comprobó que Klement era Eichmann, lo secuestró cuando llegaba del trabajo en colectivo, lo tuvo 9 días oculto en algún lugar de Bella Vista y lo subió a un avión en Ezeiza drogado y disfrazado. Quienes lo llevaban dijeron que estaba borracho. El avión había llegado de Israel con una excusa bien oportuna: dijeron que traía al canciller, que formaría parte de los festejos del 150° aniversario de la Revolución de Mayo.
Tras la llamada “Operación Garibaldi”, Eichmann fue llevado a Israel clandestinamente -el gobierno de Frondizi sólo se enteró cuando el nazi ya estaba en el país donde sería juzgado- y terminó condenado a muerte por el Holocausto. Murió en la horca el 31 de mayo de 1962.
Repasamos fechas. Norma Penjerek desapareció en Buenos Aires el 29 de mayo. Adolf Eichmann fue ejecutado en Israel 48 horas después. Es acá donde comienza el tercer acto. El de la conspiración. El que desvela a Chacho, el único Penjerek que acepta hablar en los últimos 50 años.
El nexo de la improbable conexión de los casos son los misterios. Tras la Operación Garibaldi, nunca quedó claro cuántos y quiénes “marcaron” a Eichmann en la Argentina. Y en la familia Penjerek nunca se supo por qué Enrique, el padre de Norma, empleado municipal de modesto vivir, viajó tres veces a España, solo, entre fines de 1958 y comienzos del 59. Chacho dice hoy que su familia decía entonces, en voz muy baja, que Enrique viajaba para hacer contacto con agentes israelíes y pasarles información de probables nazis en la Argentina. ¿Fue Enrique Penjerek uno de los que pasaron el dato de oro sobre Eichmann?
Y si el cuerpo dudoso de Norma no era de ella, entonces ¿qué fue de ella? La misma hipótesis familiar sostuvo durante décadas que Norma pudo ser “salvada” de posibles represalias de grupos nazis contra su padre. Y que por eso decidieron sacarla de escena dos días antes de la ejecución de Eichmann, simulando una desaparición. Chacho Penjerek, que tenía 10 años cuando su prima desapareció, cuenta que otro de sus primos supo de una chica argentina, adolescente, que fue “encargada” a un familiar en la ciudad de Haifa, en Israel, porque “había tenido un problema” en la Argentina y ya no podría volver allí.
Y si el cadáver no era el de Norma, ¿de quién era? Una semana antes del hallazgo del cuerpo se había denunciado la desaparición de una joven que trabajaba como prostituta en la zona de Luis Guillón, muy cerca de Llavallol. Esa chica tenía 28 años, había sido madre y medía 10 centímetros más que Norma Penjerek. Nunca fue hallada. O al menos no con su nombre.
“Mi teoría es indemostrable”, dice ahora Chacho Penjerek, “pero no me cabe ninguna duda de que el cuerpo de aquella chica no era el de mi prima”.
Cuando todo pasó, cuenta él, sus tíos, los padres de Norma, comenzaron a viajar a Israel al menos dos veces al año, casi todos los años hasta que murieron. ¿Iban a ver a su hija o a aliviar el dolor de su pérdida con sus familiares de aquel lado del mundo?
¿Y qué vínculo pudo tener Enrique Penjerek con los agentes secretos? El eslabón, dijeron siempre en la familia, pudo ser un hombre llamado Sorkin, ex marido de María, la hermana menor de Enrique. “En mi casa decían que trabajaba en los servicios israelíes. El anduvo muy cerca de los policías que investigaban el caso de mi prima y después desapareció de golpe”, dice Chacho, que prepara un viaje a la ciudad de Haifa para dentro de seis meses.
Penjerek es entonces algo más que uno de los mayores enigmas de la historia criminalística argentina. Es también un puñado de fantasmas sin destino que, 54 años después, aún siguen persiguiendo a un hombre.
Fuente:clarin.com
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