CHARLES KRAUTHAMMER
La semana pasada, la principal agencia cultural de la ONU, UNESCO, aprobó una resolución condenando ferozmente a Israel (nombrada como “la Potencia Ocupante”) por variadas supuestas entradas ilegales y violaciones del Monte del Templo en Jerusalem. Excepto que la resolución nunca utiliza ese término para el santuario más santo del Judaísmo. Se refiere a él y lo trata como un sitio exclusivamente musulmán, un intento deliberado por erradicar su conexión–por no hablar de su centralidad–con el pueblo judío y la historia judía.
Este absurdo orwelliano parte de una campaña más grande para negar la conexión judía con su patria ancestral, es un insulto no sólo para el Judaísmo sino para la Cristiandad. Hace una burla de los evangelios, los que describen la historia de un judío galileo cuya vida y ministerio se desarrollaron a lo largo de la Tierra Santa, muy especialmente en Jerusalem y el Templo. Si este no es nada más que un sitio musulmán, ¿Qué sucede con la fundación misma de la Cristiandad, la cual ocurrió 600 años antes que el Islam surgiera siquiera?
Esta resolución de la UNESCO es meramente el extremo surrealista de la campaña mundial para deslegitimar a Israel. Presenta al movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), ahora creciendo en los campus universitarios occidentales y en algunas iglesias protestantes tradicionales. Y se extiende incluso dentro de algunos recintos del Partido Demócrata.
Bernie Sanders trató de introducir dentro de la plataforma del Partido Demócrata un punto más desfavorable para Israel. Él falló, pero cuando un par de consultores de la campaña de Hillary Clinton cuestionaron (en emails divulgados por WikiLeaks) por qué ella debía estar mencionando a Israel en sus discursos, el gerente de la campaña, Robby Mook, concordó, “No tendríamos que tener a Israel en los eventos públicos, especialmente los activistas demócratas.” Para quienes la mención misma de Israel es tóxica.
¿Y qué hacer con la corrección por parte de la Casa Blanca de un comunicado de prensa sobre el funeral de Shimon Peres del mes pasado? El comunicado original identificaba el lugar como “Monte Herzl, Jerusalem, Israel.” La corrección tachó al identificador de país-“Israel.”
Bueno, ¿en qué otro lado está Jerusalem? ¿En Sri Lanka? Aparte, el Monte Herzl ni siquiera está en la Jerusalem oriental disputada. Está en Jerusalem occidental, dentro de los límites del Israel anterior a 1967. Si eso no es Israel, ¿qué es?
Pero tales gestos cobardes son meramente pinchazos comparados con el daño que enfrenta Israel en los días finales de la presidencia de Obama. Como escribió hace poco John Hannah de la Fundación para la Defensa de las Democracias (en Foreign Policy), durante meses ha habido indicios de que el Presidente Obama podría ir ante la ONU y develar sus propios parámetros de status final para una solución de dos estados. Estos serían entonces consagrados en una nueva resolución que podría reconocer oficialmente un estado palestino en el territorio del que Israel tomó posesión durante la Guerra de los Seis Días de 1967.
Hay una razón por la cual tal medida ha sido resistida por seis administraciones anteriores de Estados Unidos: derrumba la base central del proceso de paz de Medio Oriente, tierra por paz. En virtud del cual, los palestinos obtienen su estado después de negociaciones en las cuales las partes concuerdan en fronteras reconocidas, intercambian reconocimiento mutuo y declaran un fin permanente del conflicto.
Tierra por paz sería reemplazada por tierra por nada. Respaldar por adelantado un estado palestino y lo que sería esencialmente una retirada israelí total, quita el incentivo palestino para negociar y despoja a Israel de piezas de negociación territoriales del tipo que usó, por ejemplo, para lograr la paz con Egipto.
El resultado sería no sólo guerra perpetua sino daño incalculable para Israel. E irreversible, también, porque la resolución estaría protegida de la alteración por el veto ruso y/o chino.
En cuanto al daño, consideren sólo un ejemplo: el barrio judío de Jerusalem, destruido y limpiado étnicamente de judíos por sus conquistadores árabes en la guerra de 1948-49. Fue reconstruido por Israel después de 1967. Ahora sería abierto a la acusación judicial absurda de que la posesión del barrio por parte del estado judío constituye una ocupación criminal de otro país.
Israel sería arrastrado interminablemente dentro de tribunales (tanto nacionales como internacionales) para enfrentar sanciones, boicots (ahora bajo el color de la ley) y arresto de sus líderes. Todo esto por violar un mandato de la ONU al cual no podría acceder en forma posible ningún gobierno israelí, de derecha o de izquierda.
Antes de la elección Obama no se atreve a intentar este elemento de legado final, acompañar el acuerdo de Irán y la reconciliación con Castro, por temor de dañar a Clinton. Su última oportunidad llega después del día de la elección. La única persona que podría detenerlo, señala Hannah, es la misma Clinton, comprometiendo a Obama a no hacer nada antes de dejar el cargo que ate sus manos si ella se convierte en presidente.
Los partidarios de Clinton a los que les importa Israel y la paz tienen que instarla a hacer eso ahora o será muy tarde. Pronto Obama será libre para dar un devastador tiro de despedida a Israel y al primer ministro que él detesta.
Fuente: The Washington Post
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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