GIULIO MEOTTI
Si el 11-S fue la declaración de la yihad contra Occidente, el 12-S será recordado como uno de los arrodillamientos más dramáticos de la sumisión cultural de Occidente al islam.
El 12 de septiembre de 2006, el papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) aterrizó en Baviera (Alemania), donde nació e impartió sus primeras clases de teología. Se le esperaba allí para dar una conferencia a la comunidad académica en la Universidad de Ratisbona. Esa lección pasaría a la historia como el discurso papal más polémico del último medio siglo.
En el de este año, el del décimo aniversario del discurso, tanto el mundo occidental como el islámico le debían una disculpa a Benedicto, pero, por desgracia ha ocurrido lo contrario: el Vaticano se ha disculpado con los musulmanes.
En su conferencia, el papa Benedicto explicaba las contradicciones internas del islam contemporáneo, pero también ofrecía un terreno de diálogo con el cristianismo y la cultura occidental. El papa habló de las raíces judías, griegas y cristianas de la fe europea, explicando por qué son distintas del monoteísmo islámico. En su charla incluyó una cita del emperador bizantino Manuel II Paleólogo: “Mostradme lo que Mahoma ha traído de nuevo, y no encontraréis más que cosas malvadas e inhumanas”.
Este barril de dinamita quedó suavizado por la cita de una sura coránica de la juventud de Mahoma, “cuando Mahoma seguía sin poder y amenazado”, señaló Benedicto.
La charla del papa Benedicto no fue ninguna sorpresa. “No es ningún secreto que al papa le preocupaba el islam”, apuntó Christopher Caldwell en el Financial Times.
Había expresado públicamente sus dudas de que pudiera acomodarse en una sociedad pluralista. Ha relegado a uno de los principales asesores del papa Juan Pablo II sobre el mundo islámico y moderado su apoyo a un programa de diálogo interreligioso dirigido por monjes franciscanos en Asís. Ha adoptado el punto de vista de los moderados y conservadores italianos respecto a que el principio rector del diálogo interreligioso debe ser la reciprocidad. Es decir, que considera una ingenuidad que se permita la construcción en Roma de una mezquita con financiación saudí, la mayor de Europa, mientras que los países musulmanes prohíben la construcciones de iglesias y centros de caridad.
En Ratisbona, Benedicto escenificó el drama de nuestro tiempo y, por primera vez en la historia de la Iglesia Católica, un papa hablaba del islam sin reciclar clichés. En esa conferencia, el papa hizo lo que está prohibido en el mundo islámico: debatir libremente sobre la fe. Dijo que Dios es diferente de Alá. Nunca volveremos a escuchar algo así.
La cita de Manuel II Paleólogo rebotó por todo el mundo, agitando a la umma [comunidad] musulmana, que reaccionó con violencia. Incluso la prensa internacional se unió a la cantinela unánime de condena del “ataque del papa contra el islam”.
La reacción al discurso del papa demostraba que éste estaba en lo cierto. Todos, desde los líderes musulmanes al New York Times, exigieron que el papa se disculpara y se sometiera. Los principales medios lo convirtieron en un defensor incendiario del “choque de civilizaciones” de Samuel Huntington. En la región bajo la Autoridad Palestina, se prendió fuego a iglesias cristianas, y los cristianos se convirtieron en blanco de ataques. Los islamistas británicos pidieron “matar” al papa, pero Benedicto les retó.
Al mismo tiempo, en Somalia, una monja italiana fue fusilada. En Irak, Al Qaeda decapitó y mutiló a un sacerdote ortodoxo sirio después de que los terroristas exigieran que la Iglesia Católica se disculpara por el discurso. Los Hermanos Musulmanes de Egipto juraron tomar represalias contra el papa. Un líder paquistaní, Shahid Shamsi, acusó al Vaticano de defender a la “entidad sionista”. Salih Kapusuz, número dos del partido del entonces primer ministro (y ahora presidente) Recep Tayyip Erdogan, comparó al papa Benedicto XVI con Hitler y Mussolini. El líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, insistió en que las palabras del papa correspondían a la “cadena de la conspiración estadounidense-israelí”, y acusó a Benedicto de formar parte de la “conspiración de los cruzados”.
Enseguida se aumentaron masivamente las medidas de seguridad en torno al papa Benedicto. Dos años después, el papa fue vetado para hablar en la universidad más importante de Roma, La Sapienza. Tras el caso Ratisbona, Benedicto ya no volvería a ser el mismo. Los apaciguadores islamistas y occidentales lograron cerrarle la boca.
Unos días después de la conferencia, agotado y asustado, el papa Benedicto se disculpó. “Lamento profundamente las reacciones en algunos países a algunos pasajes de mi conferencia […] que fueron considerados ofensivos hacia la sensibilidad de los musulmanes”, les dijo el papa a los peregrinos en su residencia veraniega de Castelgandolfo. Esa cita “no expresaba en modo alguno mis opiniones personales. Espero que esto sirva para aliviar los corazones”.
El papa pudo haberlo dicho para evitar más violencia. Pero desde entonces, las disculpas hacia el mundo islámico se han convertido en la política oficial del Vaticano.
“Las posturas predeterminadas frente al islam militante recuerdan desgraciadamente a las posturas predeterminadas de la diplomacia del Vaticano frente al comunismo durante los últimos 25 años de la Guerra Fría”, escribió George Weigel, destacado investigador estadounidense. La nueva agenda del Vaticano busca “alcanzar un acomodo político con los Estados islámicos y renegar de la rotunda condena pública de la ideología islamista y yihadista”.
Diez años después de la conferencia de Ratisbona, tan relevante como siempre después de los ataques del ISIS en suelo europeo, otro papa, Francisco I, ha tratado de muchas maneras separar a los musulmanes de la violencia, y siempre ha evitado mencionar la palabra prohibida: islam. Como escribió Sandro Magister, uno de los periodistas sobre asuntos católicos más importantes de Italia: “Ante la ofensiva del islam radical, la idea de Francisco es que ‘debemos mitigar el conflicto’. Y olvidarnos de Ratisbona”.
Todo el cuerpo diplomático del Vaticano se cuida mucho hoy de evitar las palabras “islam” y “musulmanes”, asumiendo en su lugar la negación de que exista un choque de civilizaciones. Cuando regresaba del Día Mundial de la Juventud en Polonia el pasado agosto, el papa Francisco negó que el islam fuese intrínsecamente violento, y afirmó que a toda religión, incluido el catolicismo, subyace un potencial violento. Antes, el papa Francisco había dicho que hay “una guerra mundial”, pero negó que el islam tuviese algún papel en ella.
En mayo, el papa Francisco explicó que el “concepto de conquista” es fundamental para el islam como religión, pero se apresuró a añadir que algunos podrían interpretar el cristianismo, la religión de poner la otra mejilla, de la misma manera. “El verdadero islam y la lectura correcta del Corán se opone a toda forma de violencia”, afirmó el papa en 2013. Un año después, Francisco declaró que el “islam es una religión de paz, compatible con el respeto a los derechos humanos y la coexistencia pacífica”. Afirmó que son los males de la economía global, y no el islam, los que inspiran el terrorismo. Y hace unos días, el papa dijo que “aquellos que se dicen cristianos, pero que no quiere refugiados en su puerta, son unos hipócritas”.
El pontificado del papa Francisco ha estado marcado por su equidistancia moral entre el cristianismo y el islam, lo que también hace sombra a los crímenes de los musulmanes contra su propio pueblo, los cristianos de Oriente y Occidente.
Pero también están los cardenales valientes que dicen la verdad. Uno es el líder católico estadounidense Raymond Burke, que participó en una reciente entrevista con los medios italianos, en la que dijo:
Está claro que los musulmanes tienen un objetivo último: conquistar el mundo. El islam, a través de la sharia, su ley, quiere gobernar el mundo y permite la violencia contra los infieles, como los cristianos. Pero nos cuesta reconocer esta realidad y responder a ella defendiendo la fe cristiana […]. He escuchado varias veces una idea islámica: “Lo que no logramos hacer con las armas en el pasado, lo estamos haciendo hoy con la tasa de natalidad y la inmigración”. La población está cambiando. Si esto persiste, en países como Italia la mayoría será musulmana. […] El islam se autorrealiza con la conquista. ¿Y cuál es la conquista más importante? Roma.
Por desgracia, el primer arzobispo de Roma, el papa Francisco, parece estar sordo y ciego ante estas importantes verdades. Benedicto XVI tardó cinco días en disculparse por su valiente conferencia. Pero abrió la veda, que cumple ya una década, de las excusas del Vaticano sobre el terrorismo islámico.
Aún se espera que el papa Francisco visite la iglesia de St.-Étienne-du-Rouvray, donde el padre Jacques Hamel fue asesinado por islamistas este verano. Ese asesinato, diez años después de la conferencia de Ratisbona, es la prueba más trágica de que Benedicto estaba en lo cierto y Francisco se equivoca.
Fuente:es.gatestoneinstitute.org
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