Enlace Judío lamenta la muerte de Rodolfo Stavenhagen, defensor de los derechos humanos

ENLACE JUDÍO MÉXICO –El pasado 5 de noviembre murió en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, el sociólogo mexicano Rodolfo Stavenhagen, nacido en Fráncfort, Alemania, en 1932. Fue un incansable defensor de los derechos humanos de los pueblos indígenas en México, además de un reconocido académico e invcestigador. En reconocoimiento a su labor, en 1997 se le otorgó el Premio Nacional de Ciencias y Artes en México.

Autor de Siete tesis equivocadas sobre América Latina, Stavenhagen Gruenbaum fue fundador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México (Colmex), institución que le ofrecerá un homenaje en fecha próxima. También se anunció la propuesta de realizarle un tributo en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, el miércoles próximo, iniciativa del diputado constituyente Porfirio Muñoz Ledo, aceptada por el presidente del órgano, Alejandro Encinas.

Rodolfo Stavenhagen llegó a México en 1940 huyendo con su familia del nazismo y adquirió la nacionalidad en 1949.

Estudió artes en la Universidad de Chicago. En México cursó antropología social en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y después en París el doctorado en sociología. Fue profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e impartió cátedra en las universidades de Harvard y Stanford. Asimismo presidió la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), institución que, al igual que la UNAM, le confirió el doctorado honoris causa. 

Entre otros reconocimientos fue relator especial de la Organización de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales de los Pueblos Indígenas.

En un comunicado emitido tars su fallecimiento, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México (ONU-DH) resaltó que Stavenhagen hizo importantes contribuciones a la reivindicación de los derechos humanos de los pueblos indígenas del mundo.

“Dentro de su connotada e ilustre labor destaca su designación como el primer relator especial de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, cargo que desempeñó con gran capacidad y compromiso de 2001 a 2008”.

En una entrevista concedida al semanatio Proceso en 2012, el sociólogo abundó sobre la historia de exilio de su familia, “Somos refugiados de la Alemania nazi. Como judíos ya no era posible vivir en Alemania y, felizmente, a mi familia le tocó la suerte de salir de ella en 1936 cuando yo tenía cuatro años. Primero pasamos un par de años en otros países de Europa, donde mi padre trató de establecerse porque pensó que saliendo de Alemania se iba a resolver el problema, no fue así porque el fascismo se extendió por todos lados, había señales terribles de que venía una guerra espantosa.”

Primero la familia llegó a Holanda, donde el padre comenzó a preparar la posibilidad de emigrar a América. Su negocio era la joyería y tenía amigos establecidos en México desde principios del siglo XX. Así obtuvieron la visa que les permitió salir de Europa y entrar a México. Salieron de Holanda hacia el puerto de Amberes en mayo de 1940 para abordar el barco que saldría en la madrugada siguiente. Esa noche los alemanes invadieron Holanda y bombardearon el puerto.

“Yo vi caer las bombas, fue mi primera conciencia sobre la guerra”, relata. “Felizmente pudimos salir, a pesar de las bombas, el barco zarpó por instrucciones superiores… Era un barco carguero holandés con unos cuantos camarotes, ocho o diez para unos veinte pasajeros, de la línea holandesa Holland-America-Line”

“Nos salvó la vida salir la noche en que los alemanes invadieron. Y en cuatro días acabó la guerra, ocuparon Holanda. Algunos parientes no salieron, mis abuelos paternos se quedaron, murieron en un campo de concentración. Un tío se había casado con una chica holandesa y dijo: ‘Nosotros no nos vamos, este es nuestro país’. También se los llevaron, pero sobrevivieron al Holocausto, estuvieron dos años en un campo de concentración y fueron liberados por el ejército norteamericano en 1945.”

Recuerda que los vidrios estallaban por las explosiones y oía a los marinos gritar: “¡Abajo, protéjanse debajo de las mesas!” Los conminaban a no quedarse en el camarote por si había que saltar del barco o a los botes salvavidas. Eran varias naves y salieron en convoy, protegidas por barcos de guerra ingleses que los acompañaron por un par de días, pues se decía que había submarinos alemanes dispuestos a atacar.

“No atacaron, pero dormíamos vestidos, con una maleta al lado con lo más indispensable y se hacían ejercicios para practicar el salvamento cuando sonaba la alarma, como las de la defensa civil que ahora se acostumbran aquí en caso de los sismos, pero durante la travesía del barco. Lo recuerdo muy bien porque para los dos o tres niños que estábamos ahí era muy emocionante, pero me imagino que para mis padres no.”

La familia Stavenhagen llegó a Nueva York a fines de junio de 1940 y viajó en coche hasta la Ciudad de México, pues no podía permanecer en ese país, sólo se le permitió el paso por su visa mexicana.

Estas experiencias de supervivencia nunca lo abandonaron, y dedicó si vida a estudiar y ayudar a preservar la memoria histórica de los más desprotegidos en su país de adopción, México.

 

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