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jueves 21 de noviembre de 2024

Cárdenas fue comunista y nazi

EVE GIL

Ensalada de arenques es la más reciente obra de Rosa Helia Villa, autora que en su apellido de pluma perpetúa la herencia del abuelo —Pancho Villa— que se vio orillado a cambiar su apellido original que era Arango. Debutó reconstruyendo la historia de Pancho Villa a través de una investigación histórica recientemente llevada al cine, “Itinerario de una pasión” y un ensayo escrito en coautoría con su hermana, Guadalupe Villa.

El libro que nos ocupa es una novela en toda la extensión del término, pero tiene algo en común con su obra previa: la recreación de otra rama de la familia de la autora, en este caso, la política, también muy participativa, históricamente hablando, durante la Segunda Guerra Mundial.

El título de la novela alude a un platillo muy común en Alemania, de donde es originario uno de los protagonistas, Herbert Schulz: la ensalada de arenques.

La trama

Herbert Schulz fue un alemán que vivió gran parte de su vida entre Alemania y México, para finalmente asentarse en nuestro país. Desde Hamburgo hasta Torreón, ciudad inaugurada por refugiados alemanes. Primero, durante la Primera Guerra Mundial, dejando pendiente su compromiso con Helga. Tras un breve retorno, la Segunda Guerra lo trae de regreso, ya casado, pero lo enfrenta a un terrible mal entendido donde es confundido con un espía nazi que, salvo una letra, leva exactamente su mismo nombre.

Rosa Helia nos confía que fue muy difícil definir a su narrador:

“Consideré la primera persona, pero me parece un tanto limitante para narrar las diversas vertientes de la historia. Finalmente opté por el narrador omnisciente. De alguna manera sentí que era inevitable entrelazar la historia de Herbert con la de Flora —la mía— porque varios de los conflictos que se suscitaron durante su juventud y sus indecisiones de tipo sentimental, afectan directamente la relación de Peter y Flora, la joven mexicana, de las primeras en matricularse en la UNAM para estudiar una «carrera de hombres» (arquitectura)”.

“Asimismo me pregunté —agrega— si no sería un desatino hablar sobre mí misma, porque eso conllevaba abordar otros temas como la liberación femenina, etcétera. Estuvo a punto de ganarme el pudor, pero decidí que la historia de Flora redondeaba lo que vendría a ser también la historia del siglo XX en México”.

“No afirmaría que Flora era feminista —continúa Rosa Helia—, ojos brillantes, intensos como los de su abuelo, a quien se le menciona en una parte de la novela—. Inconscientemente, tal vez, pero a estas alturas podría decir que aprecio mucho el trabajo masculino y repruebo la violencia de las mujeres, que cada vez se aproxima a esa contra la que lucharon durante tantos años en su contra. Valoro y admiro, eso sí, el quehacer exhaustivo de las mujeres que trabajan, tienen hijos y se ocupan de su casa, es decir, vivimos en una sociedad igualitaria”.

La alemana prepotente

Pero a fin de cuentas, Flora encuentra en Helga, su suegra, madre de Peter, su perfecta antítesis:

“Ella era una alemana que siempre miró a los mexicanos por encima del hombro e hizo cuanto pudo por imponerle su voluntad a sus dos hijos, cosa que logra con el mayor. Nunca dejó de ser una extranjera neurótica en México; nunca abandonó la idea, pese a estar lejos de Alemania. No es que hubiera simpatizado con Hitler: sencillamente nunca le importó lo que este hacía, ni el destino de los judíos. Pero el destino ya le tenía reservado a Flora a Peter Wilhelm Mebius Isbrandt, nombre completo de mi esposo, que no aparece en la novela”.

“Por cierto —aclara con cierta picardía— Peter y yo nos casamos el 28 de julio, misma fecha en que Pancho Villa renunció a las armas. Llegamos a cumplir 54 años de casados”.

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Ambivalencia de Cárdenas

La novela prácticamente recorre momentos clave en la historia universal, no sólo mexicana. Un instante crítico es el que señala la ambivalente postura del presidente Cárdenas ante el nazismo, ¿podría ahondar un poco más al respecto?

“Pobre presidente Cárdenas, qué época más difícil le tocó. Pero está documentado que tuvo que servir a Dios y al diablo y que era totalmente pro-nazi, y cómo no, si Hitler le compró todo el petróleo que le dejaron para que gringos e ingleses se hundieran en él, después de la expropiación. Paradójicamente, su ideología era comunista. Defendió la República Española enviándole armas y recibiendo a cuanto refugiado huyera del franquismo. Naturalmente, los norteamericanos no querían comunistas entre sus vecinos del sur, por eso impusieron a Manuel Ávila Camacho, que además les era por completo dócil”.

En todo caso, pregunto cómo es posible que el gobierno de México persiguiera nazis infiltrados acá, al mismo tiempo que bloqueaba el ingreso de judíos en territorio nacional.

“Era el mayor dilema del presidente Cárdenas —dice Rosa Helia—, seguidor a ultranza de la «dictadura del proletariado» y simpatizante del Partido Comunista, pero le debía un favor a Hitler, como he mencionado antes, y eso lo obligó a bloquear el ingreso de muchos judíos. No hay congruencia en esta posición política: se traicionó a sí mismo”.

Sus ángeles del cielo

¿Cómo logra Rosa Helia recrear con tanta verosimilitud, como si hubiera estado allí, escenarios tan remotos en el tiempo y el espacio geográfico: Alemania nazi, Japón, el norte de México a principios de los cuarentas…?

Responde Rosa Helia: “Entre los relatos de mi esposo, de mis tías Margot y Gretel en Hamburgo, de mi suegra, incluso, cuando estaba de humor, en mis viajes frecuentes a Alemania y a tantos otros lugares, pero particularmente a múltiples lecturas que realicé para llevar a cabo esta novela”.

¿Cómo fue el proceso de concluir esta novela tras sufrir un infarto cerebral? ¡Debe haber sido un momento tremendo!, le pregunto.

“Ni yo misma entiendo cómo lo logré —se entristece la autora— porque no fue nada más eso. Perdí casi simultáneamente a mi padre, a mi madre, a mi esposo y a mi hija: todos ellos me han sostenido desde el cielo. Estoy convencida de que de ellos saqué todas mis fuerzas. Actualmente estoy muy contenta porque ya se ha agotado la primera edición. Sigo con mis terapias, pero no dejo de leer, como vengo haciéndolo desde que aprendí a hacerlo”.

Actualmente Rosa Helia Villa se repone de la escritura de Ensalada de arenques, que la dejó exhausta, pero planea iniciar un nuevo proyecto a fin de este año.

Fuente:siempre.com.mx

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