Continuamos con algunas reflexiones alrededor del Séptimo Mandamiento: “No cometerás adulterio”.
RAB YOSEF BITTÓN
El jueves pasado hablamos de las dificultades que tiene una persona judía para mantener su código de conducta moral en una sociedad con códigos opuestos. Explicamos que la sexualidad en el judaísmo tiene lugar exclusivamente en la intimidad del matrimonio. Esto no sólo tiene que ver con la visión judía sobre las relaciones prematrimoniales o el adulterio, sino también con el fenómeno de la revolución sexual de los 60’s y la industrialización sexual que caracteriza a la sociedad moderna. Tomemos como ejemplo la hipersexualización de las niñas, un fenómeno del cual la sociedad moderna todavía no conoce las consecuencias a largo plazo. Niñas de 8, 9 o 10 años se maquillan, se visten de una manera seductora y se comportan como mujeres adultas. Y todo esto se produce a través de la influencia de los medios, la televisión, internet, y los smartphones.
¿Qué hacer entonces frente a esta invasión mediática que amenaza con transformar los valores judíos y nuestros códigos de conducta sexual?
Socializacion: Socialización significa que la gente que vive en una sociedad absorbe los valores de esa sociedad sin evaluarlos ni cuestionarlos (ya que por lo general, es lo único que conoce) y los integra a su personalidad. Muchos no conocen lo suficiente acerca del judaísmo, o no han sido bien informados, y no tienen otro marco de referencia para poder evaluar lo que los rodea. Estas personas probablemente están “socializadas”. En ese estado uno se asimila a lo que ve y vive a su alrededor. Cuando hablamos de asimilación no debemos pensar sólo en matrimonios mixtos. Es la asimilación de valores, de códigos morales no judíos, la que primero debe preocuparnos. Ahora bien, cuando uno estudia Torá y aprende los códigos de moralidad del pueblo de Israel, desarrolla una conciencia de lo que pasa a su alrededor y entonces puede mirar y evaluar la realidad que conoce “desde el balcón” (“from the balcony”, es una frase en inglés que se usa en sicología para describir una visión objetiva, desde afuera de uno mismo, y en este caso, desde afuera de la cultura que a uno lo rodea). Recién entonces uno está capacitado para comparar un código moral frente al otro.
Pero ¿qué se puede hacer cuando uno es consciente de lo perjudicial de la banalización sexual?
Siguiendo el ejemplo que mencionamos, padres que no quieren que sus hijos se “socialicen” con los códigos morales modernos, hay 2 posibles estrategias.
Filtros: Hay padres que dejarán que sus hijos usen computadoras, smartphones e internet, pero con ciertos límites. No estoy hablando ahora de los límites de horario sino de límites de contenido. Ejemplos: en Estados Unidos hay routers que se pueden programar para limitar el acceso a material indebido. Hay también filtros virtuales gratuitos como K9. Y lo más popular y efectivo son los proveedores de internet “judíos” que filtran de entrada todo material inapropiado (Ver aquí). TAG, por ejemplo, es una de las compañías más importantes en esta área y tiene oficinas en muchas ciudades del mundo incluyendo Buenos Aires y Ciudad de México. Ver https://www.taghelpline.org/. También está KOSHERNET www.koshernet.com que tiene filiales en el mundo entero. Hoy en día también existen una gran cantidad de aplicaciones de “parental control” para smartphones. Ver aquí. Todo esto disminuye drásticamente la exposición de nuestros hijos a la banalización sexual mediática y otras desvirtudes de la sociedad moderna.
Bloqueo: Muchos Yehudim optan por no tener directamente acceso a TV o internet o celulares con internet. Crean estas barreras de contención virtuales ya que piensan que de otra manera resulta imposible evitar la exposición a la banalización moral moderna. Si bien no es fácil cerrar los hogares herméticamente a la invasión cultural, estas familias judías sin pantallas electrónicas en sus casas, crean su propio ambiente donde el estudio, la lectura y las distendidas conversaciones en familia llenan los espacios que en otros hogares ocupa el internet.
No es mi intención emitir un juicio de valor acerca de cuál estrategia es la mejor o la más efectiva. Creo que ambas tienen su lógica y su mérito. Ambas requieren un gran esfuerzo.
Todo comienza por la concientización acerca de las secuelas de la socialización en la sociedad moderna, y el sentido de urgencia para evitar la banalización de algo tan íntimo, sagrado y delicado como es la sexualidad.
Es cierto que la sociedad ejerce una influencia que parece imposible de contrarrestar. Pero al fin y al cabo somos descendientes de Abraham Abinu.
Un hombre que, convencido de su verdad, pudo sobreponerse a la presión social y estuvo dispuesto a hacer enormes sacrificios para alejarse de lo que lo apartaba de HaShem, y mantenerse del lado de la verdad.
Fuente: halaja.org
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