MOSHÉ ARENS
Aunados a grupos periféricos anti-establishment, el Ku Klux Klan, antisemitas y racistas de todo tipo, así como votantes de la clase trabajadora que se sienten abandonados por el Estados Unidos contemporáneo le dieron a Trump una mayoría considerable en el colegio electoral.
Ahora, los análisis post-electorales de la asombrosa victoria de Donald Trump en la contienda presidencial estadounidense han dejado en claro que fueron los muchos millones de estadounidenses que se sienten abandonados y descuidados quienes le otorgaron la victoria – hombres y mujeres blancos de la clase trabajadora que han perdido sus empleos como resultado del cambio tecnológico y la globalización, así como nuevos inmigrantes dispuestos a hacer su trabajo con salarios más bajos.
Ellos, que durante años fueron considerados la columna vertebral de Estados Unidos, concluyeron que su país había avanzado dejándolos atrás. Ellos votaron por el cambio. Aunados a grupos periféricos anti-establishment, el Ku Klux Klan, antisemitas y racistas de todo tipo, dieron a Trump una mayoría considerable en el colegio electoral. Ahora los comentaristas se preguntan por qué no habían visto este fenómeno que se desarrollaba ante sus ojos. Trump sí lo vio.
Los que lo observaron durante la campaña haciendo caras y gesticulando con sus manos, haciendo las declaraciones más escandalosas, estaban seguros de que la gran mayoría de los estadounidenses no querrían votar por él. No se dieron cuenta de que no hablaba con ellos. Él conocía a su público.
Las muchas mujeres que votaron por él se preocupaban más de lo que les había sucedido a sus familias en los últimos años que de sus escapadas con las mujeres. Trump habló con aquellos que querían volver a la nación que habían conocido, y eso es lo que les prometió. Insistiendo en mantenerse en su postura moralista, Hillary Clinton se quedó ahí pero perdió las elecciones.
¿Y qué pasa en Israel? ¿Acaso la revolución tecnológica y la globalización han tenido un efecto similar en un segmento de la población? En realidad, Israel, que se encuentra a la vanguardia del progreso tecnológico, con un rápido crecimiento económico en la última década, parece haberse ajustado a estos cambios. Es cierto que aquí también existe una creciente diferencia de ingresos entre ricos y pobres, pero no hay un sentimiento de abandono en un gran segmento de la población. Aún existen oportunidades.
Fuera de las frecuentes quejas de que el sur y el norte de Israel han sido abandonados, en realidad la mayor parte de la población que vive en la periferia del país, así como la mayoría de los estratos socioeconómicos medios y bajos de la sociedad israelí, están orgullosos de ser israelíes y se sienten satisfechos con las oportunidades que Israel les ha ofrecido a ellos y a sus hijos. Los que se asentaron en campamentos de inmigrantes a su llegada a Israel hace muchos años sienten que han recorrido un largo camino desde entonces y que siguen avanzando. Son parte de la base política que mantiene a la coalición liderada por Netanyahu en el poder.
Su principal preocupación es la seguridad. Ven a Israel amenazado por enemigos. Los israelíes que llegaron de países musulmanes sienten que conocen mejor a los enemigos del país que aquellos que afirman que Israel puede obtener la paz ahora mediante concesiones a los palestinos y el establecimiento de un Estado palestino al lado de Israel. En tanto que Netanyahu es considerado instigador del miedo por la oposición, estos votantes creen que hay verdadero motivo de preocupación.
Al igual que Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses, los políticos de la oposición en Israel adoptan la postura moralista – se lamentan de la “ocupación” y dicen que no quieren gobernar a otro pueblo. Una y otra vez se quedan con el fundamento moral y pierden las elecciones.
Tomará algún tiempo hasta saber cuánto cambiará el nuevo gobierno estadounidense. El nuevo presidente de Estados Unidos seguramente no podrá cumplir todas las promesas que hizo durante la campaña. Pero al parecer, habrán terminado los ocho años de conflicto entre el mandatario estadounidense y el primer ministro israelí. Seguramente Trump no criticará a Israel en público y probablemente tratará de coordinar con él la política estadounidense con respecto a las ambiciones nucleares de Irán. Las cosas pueden mejorar.
Fuente: Haaretz
Traducción: Esti Peled
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