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domingo 22 de diciembre de 2024

En la Turquía post-golpe, los judíos planean su futuro en el extranjero

De los 4,500 judíos sefarditas que han solicitado recientemente la ciudadanía española, al menos 2,600 son turcos.

ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En un elegante café con vista al Bósforo, dos mujeres judías turcas hablan de emigrar cuando la llamada a las oraciones del viernes explota de los altavoces de una mezquita cercana.

Incapaces de hablar por el canto ensordecedor que llena el café en el barrio de Bebek del oeste de Estambul, las mujeres recurren a sus teléfonos celulares para leer las noticias. Al menos lo intentan.

El gobierno de Turquía ha bloqueado el acceso a Internet en este día de noviembre para evitar que los terroristas se comuniquen entre sí, según se informa. Esto provoca grandes trastornos de tráfico y sobrecarga varias torres celulares.

“Esta es Turquía”, dijo una madre empresaria de 42 años llamada Betty.

“Si ellos no quieren que nos comuniquemos, simplemente no lo haremos,” agrega su amiga Suzette.

Betty y Suzette se encuentran entre los miles de judíos turcos que solicitan pasaportes extranjeros este año en medio de la creciente religiosidad en una sociedad donde los activistas por los derechos civiles y algunas minorías étnicas están sintiendo el peso de las políticas cada vez más autoritarias de Recep Tayyip Erdoğan, quien, entre otras cosas, ha utilizado retórica anti-Israel.

“Por supuesto que estamos pensando emigrar,” dijo Betty mientras exploraba el último piso de la cafetería, un lugar tranquilo que ella propone para una entrevista porque no quiere que se le escuche hablar de judíos con un periodista. “Todos en la comunidad judía buscan emigrar porque es difícil imaginar un futuro para nosotros aquí. Muchos musulmanes también lo hacen. “

De los 4,500 judíos sefarditas que han solicitado recientemente la ciudadanía española, al menos 2,600 son turcos, según Pablo Benavides, cónsul general de España en Turquía. El año pasado, entró en vigor la ley del retorno para los judíos sefardíes cuyos antepasados fueron expulsados de España durante la Inquisición española hace 500 años.

Cientos más han solicitado la naturalización en Portugal, donde una ley similar también entró en vigor el año pasado. De hecho, los judíos turcos son el mayor grupo de solicitantes de un pasaporte portugués.

Aproximadamente 250 judíos de Turquía han emigrado a Israel en el último año -que constituyen más del 1 por ciento de la comunidad judía de Turquía de aproximadamente 17,000 personas.

La prisa por obtener pasaportes españoles y portugueses puede no reflejar ningún deseo inminente de emigrar. Varios solicitantes, entre ellos Nedim Bali, de 38 años, describen la iniciativa como un plan de contingencia. Sin embargo, las cifras parecen reflejar una creciente inseguridad entre los judíos turcos, muchos de los cuales culpan a Erdogan de utilizar retórica anti-Israel con connotaciones antisemitas.

En 2014, acusó a manifestantes que protestaban por el manejo de una tragedia minera de ser la “prole de Israel,” un país que Erdogan había acusado previamente de asesinar a bebés palestinos.

Y en 2010, el presidente turco suspendió las relaciones diplomáticas con Israel por el asesinato de nueve pasajeros a bordo de un barco de Gaza que había salido de Turquía desafiando el bloqueo de Israel en el enclave costero controlado por Hamas. Las relaciones se restablecieron oficialmente sólo a principios de este año y se mantienen frías, aunque a principios de esta semana Israel nombró un embajador en Turquía como parte de la reconciliación de ambos países.

Sin embargo, el malestar por la retórica de Erdogan se agrava por su represión contra la oposición, los medios de comunicación y las libertades civiles en medio de un aumento de ataques terroristas y luego del fallido intento de golpe de Estado en julio para derrocar al gobierno de Erdogan.

Las obstrucciones arbitrarias de Internet como la ocurrida el 4 de noviembre son comunes en Turquía, donde el gobierno ha asumido desde julio grandes poderes ejecutivos bajo leyes de emergencia. Incluso antes de estas medidas, Turquía fue criticada rutinariamente por sus abusos contra los derechos humanos y sus prácticas antidemocráticas – la crítica se ha intensificado conforme avanzan los abusos.

A principios de este mes, en medio de una ola de arrestos, cierres de periódicos y una depuración de miles de personas sospechosas de complicidad en el intento de golpe, el Departamento de Estado expresó su “preocupación por lo que parece ser un aumento de la presión oficial sobre los medios opositores en Turquía.”

Para un sinnúmero de judíos y no judíos turcos, el fracaso del derrocamiento fue significativo, no sólo porque introdujo políticas más represivas, sino porque reflejó un potencial de inestabilidad, según Rifat Bali, escritor e historiador judío de Estambul.

“Encendimos la televisión y fue increíble. Pensamos que Turquía había superado la etapa de golpes de Estado, pero estábamos equivocados,” dijo, recordando el intento del 15 de julio, que terminó después de que innumerables civiles, llamados a actuar por Erdogan, se confrontaron y paralizaron las unidades rebeldes del ejército.

El episodio provocó una explosión del sentimiento nacionalista en Turquía – nunca un país particularmente cosmopolita – donde incontables banderas turcas, algunas del tamaño de edificios, dominan ahora los espacios urbanos públicos.

La estabilidad del régimen es de suma importancia para los judíos turcos, cuyas sinagogas están bajo fuerte vigilancia del ejército tras ataques terroristas y amenazas. Una encuesta de 2015 de la Liga Anti-Difamación sugirió que el 71 por ciento de la población tiene opiniones antisemitas, comparado con el 60 por ciento en Irán.

Antes del ascenso de Erdogan al poder en 2003 – el año en el que fue elegido para dirigir el partido islamista AKP – el ejército era un importante actor político, dispuesto a neutralizar fuerzas percibidas como perjudiciales para una clase dominante que se había comprometido, por lo menos en papel a los aliados occidentales de Turquía, así como a algunos principios que incluyen la separación entre la religión y el Estado.

Sin embargo, bajo Erdogan el ejército fue gradualmente sometido a una sucesión de cinco gobiernos dirigidos por el AKP, cuyas políticas, según muchos judíos turcos, promueven una religiosidad nunca antes vista en la Turquía moderna.

“Aquí nunca se veía a las mujeres veladas,” dijo Betty, residente de Bebek, un barrio costero occidentalizado. “Ahora están en todas partes. Y esa es una mala noticia no sólo para las minorías religiosas sino también para las mujeres independientes como nosotras.”

Suzette considera que la normalización de relaciones con Israel “es un espectáculo”. Pero Mario Levi, conocido novelista y columnista judeo-turco, dice que fue un importante avance para tranquilizar a los judíos turcos en su país natal.

“No estoy de acuerdo con las políticas del gobierno israelí, pero tengo una conexión con el Estado judío”, dijo. “Por lo tanto, el hecho de que mi país está en relaciones amistosas con Israel significa mucho.”

En 2014, Erdogan dijo que el antisemitismo era un “pecado”, tal vez es un intento de desviar la crítica de su declaraciones virulentas y las de sus asociados.

Además, en los últimos años, el gobierno turco ha invertido millones de dólares en la restauración de sitios patrimoniales judíos, incluyendo la reapertura de la Gran Sinagoga de Edirne el año pasado.

En última instancia, la creciente influencia de la religión en la sociedad, junto con la represión de las libertades civiles, incomoda a los judíos turcos “no como judíos, sino como principalmente miembros de una clase liberal,” continúa Levi.

“Tengo muchos amigos que han sido arrestados por su crítica contra el gobierno. No es necesario ser judío para sentirse cómodo en este ambiente.”

El hijo de Rifat Bali, Nedim, quien ha solicitado un pasaporte español, dice que está considerando emigrar para “construir un mejor futuro” para sus dos hijos, aunque no necesariamente a España.

Desde el punto de vista económico, Turquía “es un gran país con mucho potencial,” dice Bali. “Pero no para intelectuales, ya que es cada vez más conservador con más restricciones sobre el libre pensamiento y la expresión”.

Fuente: The Jerusalem Post / JTA

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