SAL EMERGUI
El líder conservador bate el récord de días seguidos como primer ministro que estaba en manos del fundador de Israel, el laborista David Ben Gurion.
Cuando hace exactamente 25 años el viceministro israelí de Asuntos Exteriores, Benjamín Netanyahu, realizaba declaraciones ante la prensa internacional en la Conferencia de Paz de Madrid, nadie podía imaginarse que ese diplomático con apariencia e inglés propios de un candidato a la Presidencia de Estados Unidos acabaría convirtiéndose un día en el hombre que ha ocupado más días seguidos la Jefatura de Gobierno israelí. Ni su mentor, el primer ministro Isaac Shamir, ni él mismo soñaron entonces que superaría el récord del fundador laborista de Israel, David Ben Gurion.
El viejo cumplió 2,792 días como primer ministro en su segundo periodo (de noviembre de 1955 hasta junio de 1963), mientras que Netanyahu ha cumplido este martes 2,793 jornadas seguidas en la residencia oficial de la calle Balfour en Jerusalén. En el cómputo general, Ben Gurion aún ocupa el primer puesto, aunque el líder del partido conservador Likud podría superarle en 2019, ya que volverá a presentarse a las próximas elecciones.
Pero Netanyahu, que hace un mes cumplió 67 años, no está para soplar velas, sino para sofocar críticas. Un año y medio después de su abrumadora victoria electoral (30 de los 120 escaños de la Knésset. el Parlamento israelí), está inmerso en una batalla con importantes medios de comunicación y en un duelo interminable por el voto derechista con uno de sus socios en la coalición, el ministro Naftali Bennett. Al mismo tiempo, la oposición exige la apertura de una investigación policial sobre un supuesto caso de conflicto de intereses que afecta a su abogado personal y primo.
Por si no fuera suficiente, el fiscal general y asesor legal del Gobierno, Avichai Mendelbit, debe decidir qué hacer con otro caso de supuestas irregularidades (donaciones) y el interventor del Estado, Yosef Shapira, publicará en diciembre un informe crítico respecto a su papel ante los túneles que el grupo islamista Hamas construyó en la Franja de Gaza para penetrar en Israel.
Para rematar el panorama, Netanyahu debe desactivar una bomba de relojería política: la evacuación del enclave ilegal de Amona antes del 25 de diciembre. Por último, su esposa, Sarah, sigue siendo protagonista a raíz de viejas denuncias de ex empleados y de reportajes sobre su influencia en las cuestiones de Estado. Como consuelo, tiene la marcha el 20 de enero del presidente estadounidense, Barack Obama, a lo que se suma la preocupación que supone su sucesor, Donald Trump, por ser una enorme incógnita.
Polémica de los submarinos nucleares
“Cada semana y a veces cada día se lanzan globos con la misma rapidez con la que se desinflan. En este caso, pasará lo mismo. A todos los que se apresuran, les digo que se calmen. Voy a estar más tiempo con vosotros”, advierte Netanyahu ante las críticas en la Knésset y la prensa en el caso de la adquisición de tres nuevos submarinos.
Se sospecha, como mínimo, de un supuesto conflicto de intereses que podría haber cometido su abogado y hombre de confianza, David Shimron. Según la exclusiva del Canal 10 israelí, Shimron ejerció de abogado del representante en Israel de la empresa alemana que construye los submarinos comprados por Netanyahu, Michael Ganor. Se trata del arma más cara del ejército y dotado con capacidad nuclear. En otras palabras, si Irán logra completar su plan nuclear y decide lanzar una bomba nuclear contra Israel, los delfines israelíes de fabricación alemana responderían atacando con la misma moneda. Israel ya dispone de cinco submarinos definidos como “armas estratégicas” y está a la espera del sexto.
Según el Canal 10, Shimron se dirigió al Ministerio de Defensa israelí para pedirles que acepten la oferta alemana sin necesidad de realizar un concurso. Más allá de la necesidad de más submarinos y el hecho de que el entonces ministro de Defensa Moshé Yaalon se opuso, la polémica se centra en el papel del abogado de Netanyahu y si éste conocía su mediación en el contrato valorado en más de 1.400 millones de euros. Netanyahu y Shimron niegan rotundamente que hayan conversado sobre los submarinos. “Mi único criterio ha sido, como siempre, la seguridad de Israel y garantizar su existencia”, se defiende el jefe de Gobierno.
De momento, el fiscal general considera que el caso “no tiene connotaciones delictivas” y no ha ordenado una investigación policial. “Es muy grave si Netanyahu no sabía que su abogado y primo estaba involucrado en la compra de submarinos por parte de la empresa alemana de submarinos. Y si lo sabía, sería aún más grave”, afirma el líder centrista Yair Lapid.
¿Por qué Netanyahu?
¿Por qué este miembro de una unidad de élite en los años 70 y meteoro político en los 90 ha batido el récord de días seguidos en el poder? Hecho, por otro lado, difícil de conseguir teniendo en cuenta que en Israel hay elecciones cada dos o tres años.
En 1993, Bibi se hizo con las riendas del Likud. Hasta entonces, era conocido sólo por su labor diplomática-retórica (ONU y en la Conferencia de Madrid), por su padre, un prestigioso historiador experto en la Inquisición (Benzion Netanyahu), y por su hermano, el carismático oficial muerto en la operación de rescate en Entebbe, Yoni Netanyahu.
En las elecciones de 1996, Netanyahu sorprendió a los sondeos gracias a un discurso centrado en la seguridad en unos meses en los que las calles de Israel sufrían atentados suicidas palestinos. En los comicios de 1999 fue derrotado de forma aplastante por el laborista Ehud Barak. Desde entonces hasta marzo del 2009, Netanyahu pasó unos años en el desierto político -en su caso, millonarias conferencias haciendo valer su indiscutible talento para sintetizar ideas- y otros haciendo de oposición a su rival en el Likud (Sharon) y luego en el Parlamento (Ehud Olmert). En 2009, perdió los comicios ante Tzipi Livni pero logró formar Gobierno. Desde entonces, Netanyahu es primer ministro haciendo gala de astucia política para eliminar o frenar cualquier amenaza, ya sea en el Likud (Moshé Yaalon, Moshé Kajlon, Gideon Saar…) en la derecha (sobre todo el ultranacionalista Bennett) y en las elecciones generales.
Antes que Trump, Netanyahu supo aprovechar de forma magistral la oposición de sectores considerados elitistas y algunos medios para conseguir más apoyo en las redes sociales y en las urnas.
Sus críticos denuncian que, tras una década en el Gobierno -siete años ahora y tres en los 90-, Netanyahu ha perpetuado el statu quo en el conflicto con los palestinos, ha provocado un deterioro sin precedentes con Estados Unidos y ha alimentado las pugnas internas (izquierda frente a derecha, judíos frente a árabes) por motivos electoralistas. Le acusan de no dar el paso necesario para intentar un acuerdo con los palestinos, de apoyar la creación de un Estado palestino pero hacer todo lo posible para evitarlo y de haber girado de forma drástica a la derecha nacionalista.
Consideran que a “Bibi le importa más mantenerse en el poder que el Estado” poniendo como pruebas proyectos de leyes que apoya públicamente como guiño a sus bases pero al mismo tiempo intenta que no se conviertan en ley.
Sus defensores, por su parte, aseguran que si no hay paz es porque “no hay un interlocutor palestino que desee negociar y llegar a un acuerdo”. Y añaden que no hay otro líder en Israel tan preparado, inteligente y, sobre todo, con tanta experiencia como Netanyahu elogiando que consiguió mantener al país estable, fuerte a nivel militar y económico (4,5% de paro) y seguro en sus fronteras pese a las amenazas (Hamas, Hizbulá, Irán..) e históricas turbulencias en la región (desintegración de países como Siria, Libia o Irak, avance del terror yihadista….).
Siete años y 263 días después, Netanyahu ya no es conocido por su padre o hermano.
Fuente:elmundo.es
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