RAV NEJEMIA COOPERSMITH
1. Debemos saborear los placeres del mundo:
El Talmud de Jerusalem dice que Dios nos reprenderá por no disfrutar los placeres permitidos de este mundo (Tratado de Kidushin, 4:12). Dios no creó las delicias de este mundo para burlarse de nosotros. Disfruta de ese helado de chocolate, pero hazlo de forma consciente, como un conocedor, saboreando cada bocado. De esa manera, serás tú quien controle lo físico y no lo físico a ti.
Hacia el final de su vida, Rav Samson Rafael Hirsch -el gran rabino alemán del siglo XIX- le pidió a sus alumnos que lo acompañaran a los Alpes Suizos. Él quería asegurarse de que cuando llegara al Mundo Venidero y Dios le preguntara: “Samson, ¿viste mis magníficos Alpes?”, él pudiera responder afirmativamente.
Alejarse del mundo material no es un ideal judío. De hecho, la santidad puede alcanzarse sólo a través de utilizar el mundo físico de manera correcta. Piensa en todas las palabras hebreas que están relacionadas con kedushá (santidad): kidushin (matrimonio) el lazo que une a un hombre y a una mujer, kidush sobre vino, Shabat kódesh, el santo Shabat, en el cual es una mitzvá comer comida deliciosa y descansar. Todas estas palabras se centran en torno a actividades físicas porque, de acuerdo al judaísmo, la santidad viene a través de elevar lo físico, no de negarlo.
2. El judaísmo cree en el Cielo y el Infierno:
Pero probablemente no en la versión que te estás imaginando.
La vida después de la muerte es una expresión de la relación con Dios y con la espiritualidad que hemos nutrido y desarrollado en este mundo. La forma en que uno experimenta la vida después de la muerte depende completamente de su preparación de antemano. Cada elección en este mundo le da forma a nuestra existencia y crea ya sea una conexión o una desconexión con el Mundo Venidero.
Imagina a dos personas que están escuchando un concierto. Una de ellas estudió composición musical, leyó sobre el compositor y está altamente sintonizada con todos los detalles implicados en la creación de la sinfonía. Para él, el concierto es una experiencia rica y satisfactoria. La otra persona asistió por obligación y en realidad odia la música clásica. Para él, el concierto es aburrido e incluso doloroso.
Un solo concierto… dos tipos de experiencias muy diferentes.
Nuestra esencia no sufre una gran transformación cuando dejamos este mundo. Lo que ocurre es justamente lo opuesto. Nuestra esencia se expresa por completo en el Mundo Venidero. El dolor de la desconexión y la aguda conciencia de lo que podríamos haber sido si hubiésemos escogido diferente, esa es la visión judía del Infierno.
3. No necesitas ser judío para ir al Cielo:
Contrario a la creencia popular, alguien que no es judío puede perfeccionarse espiritualmente e incluso puede asegurarse un lugar en el Mundo Venidero. La obligación de cumplir las mitzvot de la Torá es solamente para los judíos. Sin embargo, la Torá ordena siete mandamientos para los no judíos y Maimónides afirma, “Cualquier no judío que cumpla los siete mandamientos para servir a Dios, pertenece a los justos entre las naciones y tiene su porción en el Mundo Venidero”.
5. Es una mitzvá estar sano:
¿Mezuzá? Listo. ¿Comida casher? Listo. ¿Zapatillas para correr? ¡¿Qué?!
Vivir una vida espiritual sana requiere también vivir una vida física sana y robusta.
Maimónides, el gran filósofo y médico, escribió en Mishné Torá:
“Dado que mantener un cuerpo sano está dentro de los caminos de Dios, ya que es imposible tener cualquier entendimiento o conocimiento del Creador cuando uno está enfermo, es el deber de una persona evitar lo que sea perjudicial para el cuerpo y cultivar hábitos que promuevan la salud y el vigor” (Leyes de Rasgos de Carácter, 4:1).
Él también era un fuerte partidario del ejercicio:
“Todo el tiempo que uno haga ejercicio, se esfuerce y no coma hasta el punto de la saciedad… no sufrirá enfermedades y aumentará en fuerza… El que es vago y no ejercita… incluso si come los alimentos adecuados… estará lleno de dolor durante todos sus días y su fuerza se desvanecerá” (ibid., 4:14-15).
Así que deja de lado las sobras del cholent y ¡anda a correr! Tu cuerpo te lo agradecerá. Y también tu alma.
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