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sábado 02 de noviembre de 2024

El chico de la chaqueta a rayas 84679

En el interior de un armario, expuesto entre otros objetos en una venta en 2015 en Long Island, entre camisas viejas y vestidos de época, Jillian Eisman vio una chaqueta que inmediatamente captó su atención.

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Aquellas inconfundibles rayas azules y grises desvanecidas sintetizaban el horror de los campos de concentración nazis. «Supe exactamente lo que era, aun antes de ver los números (84679 en el pecho)», señaló esta compradora de ropa de época al periodista Frank Eltman, de Associated Press.

Eisman adquirió la chaqueta por solo 2 dólares y la donó al Centro Kupferberg del Holocausto (KHC) en Nueva York. Un año después, expertos del centro han descubierto la historia de su propietario, un adolescente judío de Lituania llamado Benzion Peresecki, que llevó la chaqueta durante diez meses en el campo de concentración de Dachau y la conservó durante 33 años. El KHC cuenta ahora en una exposición la historia de este superviviente del Holocausto con fotos históricas, mapas, múltiples testimonios y cortometrajes. «Es una historia de supervivencia del Holocausto que demuestra el poder de un solo objeto para conectar las narrativas de justicia, identidad y búsqueda de un hogar», resaltan en el KHC.

Hijo del propietario de una tienda de delicatessen de Radviliškis (Lituania), Peresecki sobrevivió con 15 años al Holocausto, aunque con un coste inmenso. En diez años, su padre murió de una úlcera de estómago, su hermano fue asesinado por los nazis, fue recluido en un gueto y después encarcelado, golpeado y sometido a trabajos forzados en el campo de concentración de Dachau. Benzion se vio obligado a fabricar municiones para los alemanes.

Cuando acabó la guerra, Benzion pasó cinco años en un campo de desplazados con su madre, Chiena, que sobrevivió al campo de concentración de Stutthof. Emigró a Estados Unidos, donde cambió su nombre por Ben Peres, y luchó por encontrar justicia por el sufrimiento vivido exigiendo reparaciones al gobierno alemán y por crear un nuevo hogar, según destacan los curadores del KHC.

En Nueva York, tanto Ben como su madre vivieron y trabajaron en Brooklyn, el Bronx, y Manhattan. Ambos recibieron tratamiento de varios médicos por las lesiones físicas y psicológicas que arrastraron del Holocausto. En 1968, con el pago de unas reparaciones por parte del gobierno alemán más de 20 años después de la liberación, Ben y su madre Chiena, junto con la esposa de éste Chaya y sus dos hijos Lorrie y Michael pudieron comprarse una casa en Bellmore, Long Island. Allí vivió Ben hasta su muerte, diez años después.

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Pese a haber residido en varios lugares y en distintas casas, siempre llevó consigo su chaqueta de Dachau aunque nunca se lo contó a sus familiares. De hecho, nunca les dijo a sus dos hijos que existía. Lorrie se quedó «atónita» cuando se enteró de que la chaqueta había sido encontrada en la casa donde había crecido. «Ni siquiera lo revisé antes de que se vendiera», señaló a la agencia AP.

«Sabíamos que mi padre y abuela habían estado en el Holocausto» y que «tuvo un hermano que fue asesinado, pero él no hablaba mucho de eso», añade Lorrie, que tenía solo 13 años cuando su padre murió de una embolia en 1978.

La chaqueta permaneció en su armario durante 65 años (37 de ellos después de su muerte) hasta que el 4 de julio de 2015 fue descubierta por Jilliam Eisman durante la venta de bienes de su casa en Bellmore. Eisman «reconoció inmediatamente la chaqueta como un símbolo de dolor» que debía ser objeto de reflexión para el público, señala el centro Kupferberg antes de apuntar que el abuelo de la joven sirvió en el ejército soviético durante la Segunda Guerra Mundial y su hermano (Joshua Birnbaum, de 24 años), murió en los atentados del 11-S. La joven compró la chaqueta y la donó al KHC para que fuera expuesta.

Es una prenda muy rara, ya que la mayoría de las prendas de los prisioneros de los campos de concentración fueron quemadas para evitar la propagación de piojos y posibles enfermedades, según señalan historiadores a la AP. Además, la mayoría no quería guardar recuerdos del horror vivido.

Pero el centro no solo expone esta prenda difícil de encontrar, junto a la chaqueta, el KHC muestra los más de 1,500 documentos, películas y fotografías, entre ellas las que su familia encontró tras su muerte y que han sido prestadas para la exposición. Con ellas el KHC contextualiza la búsqueda de la justicia, la identidad y el hogar de este joven judío que fue arrancado de su casa de Lituania.

Para Eisman «hay una razón por la que tenía que estar en esa casa» así como «hay una razón por la que yo era amiga de alguien que trabajaba en un museo del Holocausto», según señala a la agencia AP. « ¿Cuáles son las probabilidades de eso? Es difícil decir que todo sea coincidencia», subraya.

Fuente:cciu.org.uy

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