CON COUGHLIN
Una investigación parlamentaria restó importancia a la ideología radical y actividades del grupo.
Desde que Inglaterra se unió al gobierno de Obama en el 2011, para exigir la remoción de Hosni Mubarak, el gobierno inglés ha enfrentado un duro dilema acerca de cómo manejar a la Hermandad Musulmana, el partido que asumió el poder luego de la caída del presidente egipcio.
Los estados árabes moderados y pro occidentales, incluidos Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han visto hace mucho tiempo a la Hermandad Musulmana como una organización radical islámica. Bajo presión para proscribir al movimiento, David Cameron, primer ministro de Inglaterra en aquella época, autorizó en el año 2014 una investigación gubernamental de las actividades de la Hermandad Musulmana.
John Jenkins, uno de los principales arabistas de Inglaterra y ex embajador ante Irak, Libia, Arabia Saudita y Siria, fue nombrado para dirigir la investigación. Pero a pesar de una revisión minuciosa, las conclusiones de la investigación fueron ambivalentes sobre las acusaciones de que la Hermandad Musulmana estaba involucrada en forma directa en actividad terrorista.
Cuando el gobierno anunció finalmente las “conclusiones principales” de la revisión el año pasado, llamó a la pertenencia de la Hermandad Musulmana meramente un “posible indicador de extremismo” y al grupo un “rito de iniciación” a la violencia para algunos miembros. Este encubrimiento es desconcertante. Incluso la revisión llegó tan lejos como a identificar la conexión de la Hermandad Musulmana con Hamas, al cual Inglaterra ha designado organización terrorista.
A principios de noviembre, el Comité Selecto de Comunes para Asuntos Extranjeros dijo que las conclusiones ambivalentes del informe habían debilitado la confianza de los tratos de Inglaterra con el mundo árabe. Por ejemplo, el informe parece haber ignorado el hecho que poco después de que Mohammed Morsi de la Hermandad Musulmana asumió el poder en el 2012, surgieron salafistas de línea dura y lanzaron una campaña de terror contra egipcios de pensamiento laico. Las mujeres fueron acosadas regularmente para que llevaran el velo, y los cristianos coptos fueron atacados y asesinados.
El gobierno de Morsi buscó también profundizar sus vínculos con Hamas e inició un acercamiento entre Cairo y Teherán. Enseguida se les concedió paso a buques de guerra iraníes a través del Canal de Suez por primera vez desde la revolución iraní de 1979.
Este precedente preocupante no ha sido repetido desde que Morsi fue depuesto en el 2013 por Abdel Fattah al Sisi, el ex ministro de defensa y ahora presidente de Egipto. Morsi y otros importantes miembros de la Hermandad Musulmana, mientras tanto, han sido condenados por traición y terrorismo, aunque la sentencia de muerte de Morsi ha sido revocada y se ordenó un nuevo juicio.
Los gobiernos de Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han proscripto todos a la Hermandad Musulmana como una organización terrorista y quieren que Whitehall proscriba su capacidad de operar en Inglaterra. Estos países árabes insisten en que activistas de la Hermandad Musulmana están tomando ventaja de la actitud tolerante de Inglaterra hacia los grupos islámicos para tramar ataques terroristas en el mundo árabe, acusaciones que niega la Hermandad Musulmana, afirmando que se opone al terrorismo y la violencia. Los estados árabes pro occidentales también están aún resentidos por la participación de Inglaterra y Estados Unidos en apoyar la remoción de Mubarak, quien había sido un aliado leal de la política occidental en la región, remontándose al menos a la Primera Guerra del Golfo.
La falla de la revisión en salir fuertemente contra la Hermandad Musulmana está ahora causando algunos grandes dolores de cabeza al gobierno británico. Arabia Saudita y los E.U.A han amenazado, según se informa, con cancelar acuerdos comerciales lucrativos con Inglaterra en represalia por la investigación. Mientras tanto, el gobierno británico ha sido criticado fuertemente por el Comité Selecto para Asuntos Exteriores tanto como por partidarios de la Hermandad Musulmana en Inglaterra, quienes afirman que la revisión falló en tomar en cuenta la represión brutal que sufrieron los partidarios de la Hermandad a manos de las autoridades de seguridad egipcias después de que el Presidente Sisi llegó al poder.
La controversia continua sirve ciertamente como un indicio de la intromisión mal aconsejada de Cameron en la política egipcia. Como muchos partidarios de la Primavera Árabe, él tomó al pie de la letra la afirmación de la Hermandad Musulmana de ser un partido reformista y democrático que transformaría el paisaje político de Egipto luego de la corrupción endémica del régimen de Mubarak.
En su lugar, fueron traicionados los sueños y aspiraciones de los manifestantes de la Plaza Tahrir, y el único logro del gobierno de Morsi fue proporcionar al Medio Oriente otra dictadura islámica y anti occidental más, que buscó como sus aliados a terroristas conocidos en vez de demócratas.
*Con Coughlin es el editor de Defensa y Asuntos Exteriores del Telegraph de Londres.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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