GABRIEL GROISMAN
“De pronto, la cultura dominante destaca el antiguo odio hacia los judíos”.
ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
Erin Schrode, una prometedora mujer judía de 25 años, anuncia su candidatura para el Congreso de Estados Unidos. En respuesta, es bombardeada por cientos de mensajes antisemitas: “Enciendan el horno.” “Sal del país. Vete a Israel. Ahí es donde debes estar. Eso o el horno, elige.” Esto no sucedió en la década de 1930. Ocurrió el mes pasado en California.
Joy Karega, una profesora de Oberlin College, publicó una foto de Jacob Rothschild, miembro de una reconocida familia bancaria judía, que decía: “Somos dueños de casi todos los bancos centrales del mundo. Financiamos ambos lados de cada guerra desde la era de Napoleón. Somos dueños de sus noticias, los medios de comunicación, su petróleo y su gobierno.” Esto no apareció en Gleichschaltung, un periódico nazi, sino en su página de Facebook.
Los estudiantes de UC Berkley se despertaron una mañana del año pasado con las palabras, “los sionistas deben ser enviados a la cámara de gas” pintadas en un edificio.
Estudiantes judíos de NYU, Harvard, Florida Atlantic University y otras universidades recibieron avisos de “desalojos” colocados en sus puertas, pidiendo la expulsión de todos los judíos del campus. Los avisos eran falsos, pero el impacto fue real.
El discurso antisemita en Internet ha aumentado un 114 por ciento de 2014 a 2015, según un informe. El mes pasado, Jonathan Weisman, un editor judío del New York Times, fue blanco de un ataque coordinado de Twitter hostigando a usuarios con nombres judíos. Su cuenta fue inundada por miles de tweets antisemitas. Weisman se encontró con imagen de billetes de dólar que conducían a un horno, una Menorá con la cifra de 6 millones (representando el número de judíos asesinados en el Holocausto) – el acoso era tan extremo e implacable que no tuvo más remedio que cerrar su cuenta.
El ataque contra Weisman no fue un incidente aislado, sino parte de una tendencia antisemita en línea. Un grupo de fanáticos conocedores de la tecnología creó un código conocido como “(((ecos)))” para identificar y etiquetar a judíos en Internet. Este código funciona con el “detector de coincidencias” de Google Chrome y coloca estos “ecos” en más de 8,000 nombres automáticamente. Una vez que ha sido etiquetado, se inunda al usuario con comentarios maliciosos de odio antisemita. Hay un sinnúmero de ejemplos. Esto se aplica sólo a Estados Unidos. Los incidentes en Europa, Sudamérica y Oriente Medio son exponencialmente peores.
De pronto, la cultura dominante destaca el antiguo odio a los judíos. Mientras el ataque sea disfrazado de un ligero sentimiento anti-Israel, y se pretenda estar luchando por los “derechos humanos”, el ascenso del antisemitismo es socialmente aceptado. No debe serlo. No puede ser. No otra vez.
¿Estoy haciendo sonar una alarma? Por supuesto. Según un estudio, casi el 75 por ciento de los estudiantes universitarios judíos han estado expuestos al antisemitismo. Un informe del FBI revela que en 2015, la mayoría de los crímenes de odio anti-religiosos en Estados Unidos fueron perpetrados contra judíos. La comunidad judía está consciente de la situación. Es el tema de discusión en las mesas de todo el país. Es hora de que se convierta en un tema de conversación en la tuya también.
Los judíos han sido siempre odiados y perseguidos. Han sufrido libelos de sangre, genocidios, masacres, expulsiones o conversiones forzadas. Una cultura de conformidad, silencio e incluso un “guiño de complicidad”, ha invadido las sociedades de Europa y Oriente Medio antes y durante cada uno de estos incidentes. Al parecer, la misma cultura de espectadores existe hoy en día en Estados Unidos.
Mucho se ha escrito sobre lo que se pudo o debería haberse hecho para evitar que el Holocausto ocurriera. Muchos argumentan que el partido y el movimiento eran demasiado grandes para detenerse. Pero, aquellos que permitieron que el partido nazi asesinara a 6 millones de judíos, se mantuvieron al margen a lo largo del camino. Cuando Hitler aprobó las leyes de Nuremberg en 1935, callaron durante la Kristallnacht en 1938, y durante el Holocausto, por supuesto. Desafortunadamente, lo mismo puede decirse del resto del mundo. Esto perduró hasta mayo de 1944, cuando las fuerzas aliadas decidieron que ya era suficiente y actuaron para poner fin a las atrocidades.
Hoy, el antisemitismo vuelve a despertar a niveles que no hemos visto en el mundo occidental desde el ascenso del partido nazi. Todos los pueblos civilizados – judíos y no judíos por igual – tienen la obligación moral de resistirse a esta intolerancia y poner fin a este antiguo odio. Es inaceptable quedarse con los brazos cruzados y callar hasta que sea demasiado tarde.
¿Qué debes hacer?
Exige que los fanáticos respondan a sus acciones. Denúncialos. Si tu alma-mater apoya a profesores antisemitas, o permite que algunos eventos se conviertan en encuentros de odio contra judíos, escribe al decano, hazle saber que eso es inaceptable. Si contribuyes a la universidad, deja de hacerlo y explica por qué – por escrito. Envía la correspondencia a tu periódico local para que sea publicada. Difúndela en las redes sociales. Si encuentras una página antisemita en Facebook, como fue el caso a principios de este año, escribe a la red y exige que lo retiren. Pide a tus amigos que hagan lo mismo. Denuncia la página a organizaciones contra la discriminación y pide que ellos también presionen a Facebook. Exactamente esto ocurrió a principios de este año, y finalmente se retiraron las páginas en cuestión. Si estudias en una universidad donde hay un profesor abiertamente antisemita, boicotea su clase. Convence a otros que hagan lo mismo. Luego, escribe al Decano o al Consejo Directivo. Explica por qué nadie se inscribe a los cursos de ese profesor. Un grupo de profesores de Oberlin sabe lo es actuar. 174 miembros de la facultad de Oberlin firmaron una petición en la que condenan enérgicamente la conducta antisemita de Joy Karega. Haz lo mismo contra el fanatismo y el antisemitismo. Simplemente levántate y habla. Si no tiene un efecto en línea, sin duda lo tendrá en tu oficina o en la casa de un amigo. Si no actuamos y permitimos que esto siga adelante, crecerá hasta salir de nuestro control. No podemos ignorar la historia.
Recuerda las palabras del gran Albert Einstein: “El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por aquellos que observan sin hacer nada.”
Gabriel Groisman es abogado y alcalde de Bal Harbour
Fuente: The Huffington Post
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