MUSTAFA AKYOL
Hace poco tuve la posibilidad de visitar Jerusalem para asistir al Segundo Foro Global de la Biblioteca Nacional de Israel.
Fue un evento importante que reunió a docenas de académicos tanto del estado judío como del mundo para discutir “la suerte del laicismo.” Para mí, fue una oportunidad de escuchar a intelectuales de mente abierta, oír nuevos argumentos, y sentir a la Ciudad Santa, una vez más, en toda su majestad íntima. Fue empero otra oportunidad, también, para destacar las similitudes entre las tres grandes religiones abrahámicas de nuestro mundo, especialmente las dos más similares, Judaísmo e Islam.
Un momento en la conferencia que me tocó en ese sentido fue un panel que reunió a dos voces diferentes de Israel. Una de ellas fue Emuna Elon, una prominente autora y periodista israelí que representa una perspectiva más religiosa sobre el mundo. En su conmovedor discurso, el cual incluyó la imaginación de Israel como el cumplimiento de las profecías bíblicas, ella se refirió a la destrucción de Jerusalem hace 2,000 años por los romanos.
“Nuestra ciudad santa fue destruida”, sugirió ella, citando una fuente antigua, “debido a nuestros pecados.”
Luego subió a escena el otro panelista, Amos Oz, el autor israelí renombrado mundialmente y activista de la paz. En una crítica envuelta en amabilidad, él ofreció su versión de lo que sucedió a los judíos hace 2,000 años. “Jerusalem fue destruida no debido a los pecados judíos, sino a los fanáticos judíos”, dijo él. “Y si será destruida nuevamente, será nuevamente debido a los fanáticos judíos.”
Adoré este panel, y también pensé que podríamos tener la misma discusión exacta entre musulmanes. Podríamos oír, en otras palabras, voces musulmanas diciendo que las calamidades que golpearon a la umma en los últimos dos siglos fueron el castigo de Dios por nuestros pecados. Ellas agregarían que la solución radica en regresar a la piedad. Por el otro lado, podríamos escuchar a musulmanes argumentando, así como, Amos Oz, que nuestros problemas son creados por nuestros fanáticos. La solución, agregarían ellos, radica en abrir nuestras mentes y regresar a la razonabilidad.
Estas serían, aproximadamente, las opiniones “fundamentalistas” contra las “reformistas” dentro del Islam. (Para complicar la cuestión, yo podría sugerir que tal vez Dios está de hecho activo en la historia, como sugieren los fundamentalistas, pero que lo que Él está castigando es nuestro fanatismo, como argumentan los reformistas. Pero esa es una discusión completamente diferente.)
Lo que yo tomé de ese panel fue que sus discusiones inter-judías no son muy diferentes de las discusiones inter-musulmanas. Esto es algo, de hecho, que he advertido por bastante tiempo y he estado observando con entusiasmo. Yo sigo las noticias de Israel sobre religión y sociedad, y veo tantas disputas conocidas. ¿Cómo se supone que las mujeres participen en la vida pública? Bueno, algunos creen que el gobierno debe imponer “directrices de modestia” para asegurar que ellas estén vestidas en forma apropiada. ¿O qué se supone que hagamos con los homosexuales?
Agh, un rabino conservador sale y dice que según la ley judía, ellos deben ser ejecutados.
Tales debates tienen lugar también en muchas sociedades musulmanas, y hay una buena razón para esto: tanto el Judaísmo como el Islam son religiones “basadas en la ley.” Y sus tradiciones legales, la Halajá y la Sharia, respectivamente, incluyen muchos dictados que no concuerdan bien con los valores liberales modernos. Ya sea si condenar esos valores, o reinterpretar la tradición, es pregunta importante que ambas religiones han enfrentado en la era moderna. Ese es el motivo por el cual ellas pueden, y deben, aprender una de la experiencia de la otra.
Fuente: Hurriyet (Turquía)
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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