Gran parte de sus actores murió más tarde en los campos de exterminio, y el autor de la novela en la que se basó el film, el periodista Hugo Bettauer, fue asesinado por un militante nazi en Viena.
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La ciudad de Utopía está en crisis, hay una revuelta gestándose y al alcalde se le ocurre una solución: expulsar a los judíos. Esta anticipación política del nazismo, estrenada en 1924 y que se titula “La ciudad sin judíos” (“Die Stadt ohne Juden”, dirigida por Hans Karl Breslauer), es la película muda “más importante” del cine austríaco y es “urgente salvarla” como testimonio histórico, dijo Nikolaus Wostry, director de las colecciones de la Filmarchiv, la cinemateca austríaca. Rodada en Viena en pleno auge del antisemitismo y del peligro nacionalista, la copia existente tiene amputadas numerosas escenas, y poco tenía que ver con la que hizo correr ríos de tinta cuando se estrenó. Hasta que un coleccionista anónimo descubrió, el año pasado, una nueva versión de esta sátira del antisemitismo oculta en Francia.
El visionado de la película, amarilla por el tiempo, emocionó a los equipos de Filmarchiv Austria: numerosas escenas faltantes, que le devuelven su fuerza política y documental, cobraron vida en la pantalla. Pero la película, de nitrato de celulosa, está en muy mal estado de conservación. “Este documento se descompone, hay que salvarlo y hacerlo accesible, no sólo por su carácter histórico sino también por su mensaje actual contra la exclusión y los muros que se erigen”, agregó Wostry.
La petición de fondos, lanzada en una plataforma de financiación participativa, permitió recolectar algo más de la mitad de los 75,000 euros necesarios. Estará abierta hasta el 10 de diciembre. “Esta versión es el eslabón que falta, hay muchas más escenas con valor documental que ilustran la vida de los judíos de Viena entre las dos guerras mundiales, y un mensaje más fuerte porque el antisemitismo se muestra en su brutalidad, a través de escenas de persecución, de pogroms”, señaló Wostry.
La versión “light” de la película conocida hasta ahora “estaba sin duda destinada a la exportación y fue expurgada para no impactar al público extranjero”, cuenta. Esta versión databa de los años 1930 y fue hallada en las estanterías de la filmoteca holandesa.
Publicada en 1922, la novela epónima del periodista y escritor de éxito Hugo Bettauer, judío convertido al protestantismo, fue un “best-seller” después de la Primera Guerra Mundial. Si la deportación de los judíos resuena de manera premonitoria, diez años antes de las primeras leyes raciales adoptadas por la Alemania de Adolf Hitler, Bettauer “describió perfectamente el clima de terror antisemita que reinaba en Austria en aquella época”, recuerda Werner Hanak-Lettner, conservador del Museo Judío de Viena.
“La primera pregunta que hacíamos sobre cualquier famoso, cantante de ópera o futbolista era ‘¿es judío?’. El mundo estaba dividido en dos categorías”, agrega. Hitler tuvo una fuerte influencia de sus años pasados en Viena (1907-1913), centro de una creatividad judía única, donde florecían los talentos de Stefan Zweig, Sigmund Freud, Gustav Mahler o Arthur Schnitzler, pero donde gobernaba también un alcalde abiertamente antisemita, el doctor Karl Lueger (1897-1910). “En el cambio de siglo, el antisemitismo era un código cultural, dirigido contra las élites económicas, los intereses financieros, la prensa. Está alimentado por la llegada a Austria de una primera ola de emigrantes judíos de Europa del este, atraídos por el brillo vienés”, describe el historiador y germanista francés Jacques le Rider.
“La situación se vuelve crítica después de la Primera Guerra Mundial. Los refugiados judíos que huyeron de los abusos en el frente ruso afluyeron a la capital, la hiperinflación y el desempleo son galopantes en una Austria humillada por la pérdida del imperio austro-húngaro. El antisemitismo adquiere una dimensión explosiva” a partir de los años 1920, recuerda. En unas escenas dolorosamente proféticas, columnas de judíos abandonan la ciudad, con su hatillo al hombro, por carreteras nevadas. Fue el destino que corrieron muchos de los actores judíos de la película de Breslauer, que acabaron en el exilio o muertos a partir de los años 1930.
En 1925, menos de tres años después de la publicación de su libro, Bettauer fue asesinado por un militante nazi en Viena.
“Es nuestra historia, hay que confrontarla”, considera Nikolaus Wostry. “‘La ciudad sin judíos’ es más que una película, es un manifiesto antinazi”. Pero la ficción tiene un “happy end”: el declive económico que golpea Utopía tras la marcha de los judíos es tal que tiene que anularse el decreto de expulsión, lo que permite el regreso de los exiliados. Un final que desapareció de la copia truncada de la película, pero que fue redescubierto en la nueva versión.
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