Mahmoud Abbas, el ganador…

CLIFFORD D. MAY

Un hombre, una elección, una vez: En el 2005, Mahmoud Abbas fue electo para un mandato de cuatro años como presidente de la Autoridad Palestina. Él no se ha molestado en presentarse para la reelección desde entonces.

Él es también presidente de Fatah, un movimiento político con vínculos pasados con el terrorismo y el partido dominante dentro de la Organización para la Liberación de Palestina. La OLP fue fundada en 1964 — tres años antes que los israelíes estuvieran en Gaza o la Margen Occidental. Abbas es presidente de la OLP, también.

Lo que todo esto significa es que a pesar de la popularidad en caída de Abbas — dos tercios de los palestinos quisieran que él renuncie, según un sondeo reciente — nadie ha podido retar exitosamente su poder en la Margen Occidental.

Y la semana pasada, en el Séptimo Congreso de Fatah, celebrado en la Muqata’a, su cuartel general fortificado en Ramala, Abbas solidificó más su posición. Con los miembros de facciones rivales excluidos de asistir, y ningún otro candidato en la votación, Abbas fue reelecto a mano como presidente de Fatah. “Todos votaron sí”, aseguró el portavoz de Fatah, Mahmoud Abu al-Hija, a los periodistas que no tuvieron permitido presenciar el evento.

Abbas, quien también tiene el nombre de guerra, Abu Mazen, tiene 81 años de edad y no goza de buena salud. Él no ha nombrado un sucesor. Tampoco ha dado forma a un proceso probable para llevar a una sucesión pacífica. Dimitri Diliani, un miembro del Consejo Revolucionario de Fatah, dijo a Grant Rumley, un miembro investigador en la Fundación para la Defensa de las Democracias que cubrió la reunión: “”Solíamos llamar dictador a Arafat, pero comparado con Abu Mazen, Arafat fue un abanderado de la democracia.”

¿Qué tiene intención de hacer Abbas con el poder que posee en el tiempo que le queda? Pienso que está claro que no se ve estrechando manos con el Primer Ministro Benjamin Netanyahu sobre el césped de la Casa Blanca. Él entiende demasiado bien que una “solución de dos estados” — significando dos estados para dos pueblos coexistiendo en forma pacífica — sería inaceptable para muchos dentro de Fatah y la OLP y para todos en Hamas, el Estado Islámico, al Qaeda, Hezbolá y, por supuesto, la República Islámica de Irán, la cual, al menos por ahora, es la potencia en ascenso en el Medio Oriente, un régimen cuyas líneas rojas no cruzas con impunidad.

Lo que Abbas quiere en cambio es que un estado palestino sea reconocido en las Naciones Unidas en ausencia de un tratado de paz con Israel. ¿Incluiría tal estado a Gaza bajo el control de Hamas, una organización yihadista comprometida abiertamente con el exterminio de Israel? ¿Cómo lograría viabilidad económica tal estado? ¿O el plan es que siga siendo dependiente de la “comunidad donante” internacional indefinidamente? Y lo más importante, ¿Quién proveerá su seguridad nacional?

La mayoría de los que se llaman a sí mismos pro-palestinos enfocan su atención y enojo en el hecho de que los israelíes mantienen una presencia en la Margen Occidental. Ellos fingen no comprender que si los israelíes fueran a salirse mañana, sería sólo cuestión de tiempo antes que Hamas asumiera el poder, probablemente a través de la violencia. En más de una ocasión, el Shin Bet, el servicio de seguridad interna de Israel, ha descubierto a células de Hamas tramando el asesinato de Abbas.

En el 2005, ustedes recordarán, los israelíes renunciaron a Gaza. Dos años después — dos años muy sangrientos después — Hamas estableció su control. ¿Los pro-palestinos de nombre realmente estarían contentos de ver a Ramala volverse como Ciudad Gaza? ¿O peor: Sin cooperación israelí en seguridad , quien impediría que Ramala se vuelva como Raqqa, Alepo o Mosul?

Se dice que los franceses están trabajando en una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que, apostaré, ignorará tales preguntas y demandará en cambio concesiones concretas de los israelíes a cambio de promesas vagas por parte de los palestinos.

En el pasado, Estados Unidos siempre ha bloqueado tales resoluciones. Pero el Secretario de Estado John Kerry, en un Foro Saban el domingo, dio a entender que podría no ser el caso si la resolución llega a una votación durante los días finales de la administración Obama. ¿Por qué no? Porque, Israel, dijo él, se está “dirigiendo a un lugar de peligro” y necesita “un camino mejor que seguir.” Y él ha “pasado mucho tiempo observando esto.” (¿Supone él que Netanyahu no lo ha hecho?)

Una palabra final sobre Abbas: En el Congreso de Fatah, él defendió su asistencia en el funeral de Shimon Peres, el ex presidente israelí y primer ministro, tanto como su decisión de enviar bomberos para ayudar a los israelíes a apagar incendios, muchos de ellos provocados por incendiarios anti-israelíes. “No lamento haber ido al funeral del Presidente Peres”, dijo. “Participaron representantes de 70 naciones, ¿y por qué no nosotros? Tampoco lamento, y no necesito disculparme con nadie, por enviar a nuestros bomberos para ayudar a nuestros vecinos a apagar el fuego. Siento muy fuertemente que como vecinos esta es una obligación humana.”

Pero él no pudo lograr admitir quienes son esos vecinos: la nación judía; gente que, como señaló una vez la historiadora Barbara Tuchman, están viviendo en la misma tierra, hablando el mismo idioma, y rezando al mismo Di’s como hicieron sus ancestros hace 3,000 años.

Puede ser útil recordar que en junio del 2002, el Presidente George W. Bush ofreció una “visión” de “dos estados, viviendo lado a lado en paz y seguridad.” Pero conseguir eso, dijo él, requeriría “un liderazgo palestino nuevo y diferente”, uno dispuesto a “abrazar la democracia, enfrentar la corrupción y rechazar firmemente el terror.”

Casi 15 años después, no está en su lugar tal liderazgo palestino. Eso podría cambiar. Pero hasta que lo haga, no hay ninguna buena alternativa al status quo, con todo lo frustrante que pueda ser para los que buscan la paz o al menos un proceso que podría llevar a ese destino elusivo.

Fuente: The Washington Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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