La UE calcula que aproximadamente un tercio de los 5.000 yihadistas europeos que viajaron a Siria e Irak ha regresado. Esos combatientes (entre 1.500 y 1.750 según la estimación) son “una amenaza para la seguridad” y el ‘zar’ antiterrorista europeo alerta de que algunos vuelven con “misiones específicas”
LUCÍA ABELLÁN
La UE calcula que aproximadamente un tercio de los 5.000 yihadistas europeos que viajaron a Siria e Irak ha regresado. Esos combatientes (entre 1.500 y 1.750 según la estimación) son “una amenaza para la seguridad”, alerta un informe restringido de la UE. Continúan en el terreno la mitad de los que viajaron (unos 2.500), y entre un 15% y un 20% han muerto, recoge el texto presentado ayer a los ministros del Interior por el zar antiterrorista de la UE, Gilles de Kerchove.
El informe, elaborado por Gilles de Kerchove, el zar antiterrorista de la UE, precisa que aunque la gran mayoría de retornados “se alejarán” de la contienda, una parte “serán enviados con misiones específicas y son los que generan la mayor preocupación”.
En ese tránsito hacia Europa, algunos están ya en Turquía. Hay otro contingente ligado al Daesh (denominación árabe para el Estado Islámico) afincado en Libia “que puede intentar utilizar su nacionalidad o sus conexiones familiares para regresar a Europa”. Para financiarse, los terroristas recurren en muchos casos al mercado de la droga, en especial a las anfetaminas.
De Kerchove incluye una advertencia que hasta ahora las autoridades europeas habían evitado. “Existe el riesgo de que los combatientes extranjeros terroristas de Estados no europeos (como Marruecos, Túnez y Rusia) puedan pedir asilo en países de la UE”, recoge el texto, que se centra en los yihadistas europeos pero que amplía también el foco hacia este otro colectivo que puede camuflarse entre los demandantes de asilo.
Para minimizar riesgos, el coordinador antiterrorista recomienda aprovechar al máximo el servicio que prestan los agentes antiterroristas de Europol que están desplegados desde la pasada primavera en los centros de recepción de migrantes de Grecia e Italia. Aunque Bruselas siempre ha sostenido que la llegada de potenciales refugiados no planteaba una amenaza de seguridad, los indicios -aún difusos- de conexiones criminales de algunos demandantes de asilo en Europa han obligado a elevar la guardia.
La principal receta para aliviar la presión que imponen los llamados combatientes extranjeros -el informe añade ahora a ese nombre oficioso la denominación de terroristas para despojarlos de cualquier tinte épico- sigue siendo compartir información. Es uno de los grandes retos porque los Estados aún recelan de poner pistas sensibles en manos de otros socios comunitarios. La situación ha mejorado desde los atentados de París y Bruselas. El informe insta a intercambiar también datos con Estados Unidos.
Críticas a Telegram
Existen, pese a todo, importantes lagunas derivadas de la privacidad de las comunicaciones. El análisis de Kerchove señala directamente a la red de mensajería electrónica Telegram como un ámbito cerrado a las indagaciones europeas: “Telegram no responde a los requerimientos de Europol para retirar el material de propaganda yihadista”. La agencia europea para terrorismo y delitos de gran magnitud no puede, por tanto, acceder al contenido de esas cuentas a no ser que los Estados miembros lo soliciten. El texto cita también a Twitter, sin valorar su cooperación. Esta red social y otros gigantes de Internet como Google y Facebook han participado esta semana en un foro con autoridades europeas y han acordado cooperar más en la detección de contenidos ligados al terrorismo. Pero las promesas se basan más en retirar mensajes propagandísticos que en dar acceso a comunicaciones privadas.
En el regreso de los combatientes europeos desempeña un papel fundamental Turquía, la puerta de entrada y salida de los yihadistas en la mayor parte de los casos. Aunque el Consejo Europeo siempre ha elogiado la cooperación con Ankara, el documento avisa de un problema: Turquía deporta a los combatientes europeos que detecta en el plazo de 10 días, un periodo demasiado corto. Al no tipificar, además, sus acciones como delito, los traslada como migrantes irregulares, que viajan de vuelta sin escolta al país comunitario que ellos eligen.
Este fue el caso de uno de los suicidas del atentado del aeropuerto de Bruselas el pasado marzo. Las autoridades turcas detuvieron a Ibrahim El Bakraoui en territorio turco y lo deportaron, pero a Holanda, como finalmente se supo, sin que Bélgica le siguiera el rastro. Para evitar casos como este -también achacable a una falta de celo de las autoridades belgas-, la UE “planea lanzar pronto un proyecto con las autoridades turcas diseñado en parte para evaluar cómo las autoridades de inmigración turcas registran a los retornados”, recoge el documento.
Fuente: El País
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