Décimo Mandamiento: La envida positiva

קנאת סופרים תרבה חכמה  בבא בתרא , כא, ע”א

La envidia de los Sabios multiplica la sabiduría

RABBI YOSEF BITTON

El famoso psicoanalista judío Erich Fromm (1900-1980) escribió un libro monumental llamado “Tener o ser”. El libro de Fromm, que bien podría ser considerado un libro de “Musar” (ética judía), muestra la diferencia entre estos dos verbos, explicando que hay dos formas de “identidad”.

1. Cuando nos identificamos por lo que tenemos e identificamos a los demás por lo que tienen.
2. Cuando nos identificamos e identificamos a los demás por lo que son.
Quisiera extender este profundo análisis de Fromm hacia un área completamente distinta, la envidia. La idea es que hay dos tipos de envidia:

1. La envidia negativa; cuando envidio a alguien por lo que tiene y por lo que logró poseer.
2. La envidia positiva, cuando envidio a alguien por lo que es o logró ser.

Veamos algunos ejemplos del mundo del “tener”. Yo puedo tener: dinero, inversiones, posesiones; el mejor coche, el mejor celular, la mejor casa, etc.

También puedo tener una buena posición laboral: patrón de tal empresa, CEO de una famosa compañía, etc. Lo que poseemos es vulnerable. Todo lo que tenemos lo podemos perder. Alguien me lo puede quitar o usurpar. Y además, todo lo que tengo puede ser adquirido y “transferido”. Lo que tengo, también puede ser objeto de envidia. Hay quien va a envidiar mi casa o mi fortuna o mi posición, etc. Y muchos intentarán quizás competir conmigo y quitarme lo que gané.

Veamos ahora algunos ejemplos del “ser”. A la dimensión del ser pertenecen, por ejemplo, mi “sabiduría”, lo que aprendí, estudié y experimenté. Mi “carácter”, lo que con el tiempo refiné o modifiqué de mi personalidad: mi paciencia, un poco más larga que antes; mi buen humor, que ahora es casi incondicional (al mal tiempo, buena cara); mi sensibilidad hacia el que sufre, que desarrollé porque yo también sufrí, etc. Y luego están mis “valores”: mi generosidad, mi espiritualidad, es decir, la relación que desarrollé con HaShem, mi integridad, etc.

Todas estas virtudes de la dimensión del “ser” no son vulnerables ni transferibles. No se pueden comprar ni vender ni heredar. Y aunque estudiar es caro, la sabiduría no se puede comprar con dinero, sino dedicando tiempo al estudio y a la lectura. Algo parecido sucede con mi carácter: por más que yo quiera, no me será posible “transferir” a mis hijos mi paciencia, algo que cultivé con el correr de los años. Y si bien un padre puede enseñarle a sus hijos integridad, no hay garantías de que este u otro valor se transfiera necesaria u automáticamente a mis herederos. En la dimensión del “ser” no existen las transferencias.

Ahora que quizás comprendemos un poco mejor la diferencia entre ser y tener, podemos continuar hablando de la envidia. Cuando la envidia sucede en el ámbito del “tener”, es destructiva. Puede destruir al envidiado y suele destruir al envidioso, la víctima principal, a veces no sólo que no obtendrá lo que desea, sino que podrá llegar a perder lo que tiene. Para probar este último punto los rabinos citan el ejemplo de Koraj. מה שביקש לא נתנו לו ומה שבידו נטלוהו ממנו.

Koraj “tenía” una posición muy importante dentro del pueblo judío. Pero para él no era suficiente ni gratificante, ya que su primo, Moshé “tenía” un cargo superior a él. Koraj organizó una rebelión contra Moshé con el ánimo de usurpar su posición.

Al final no solo que Moshé no fue afectado por Koraj sino que Koraj no consiguió lo que quiso, y encima perdió todo lo que tenía. La envidia material nos lleva a desenfocarnos de nuestros propios logros y nos hace estar pendientes todo el tiempo del éxito ajeno. Esta envidia nos destruye interiormente, sembrando en nuestro seno sentimientos como la depresión, el odio, el resentimiento. Nuestra existencia, como la de Koraj, se vuelve miserable.

Ahora hablemos un poco de la envidia en la dimensión del “ser”. Este suele ser un sentimiento positivo ya que más que envidia es admiración. Y como yo sé que no puedo “quitarle” a mi colega su sabiduría, o que de nada me serviría afectar negativamente su carácter o sus valores, la única opción que me queda para canalizar mi admiración hacia él es la imitación: tratar de “ser” como él, dedicándole más tiempo al estudio, cultivando más mi paciencia, refinando mi carácter, desarrollando una mejor relación con Dios, revaluando mis valores, etc. En otras palabras, esta envidia es positiva porque me estimula a crecer.

Nuestros rabinos denominaron a la envidia por la sabiduría de otra persona קנאת סופרים, la envidia o la competencia entre los estudiosos de la Torá. Que en realidad no afecta ni disminuye la sabiduría de la persona admirada, sino que en última instancia la multiplica.

Fuente: halaja.org

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