DAVID PALOMO
Un artículo publicado por la revista alemana ‘Der Spiegel’ ha cuestionado su identidad histórica como entidad judía. Esta es la historia oficial (y la ‘nueva’).
En Múnich, perla bávara, la quietud se reviste de caras serias, sonrisas tímidas y susurros carentes de oídos que escuchen. El silencio, patrimonio regional, sólo se rompe por el claxon de alguna bicicleta impaciente, la borrachera de la noche de viernes, la megafonía del suburbano o el aliento inaudible de los días de partido. Paradójico (o no) esa calma contrasta con el ruido de otro tiempo, cuando el canto del nazismo servía de muro para exculpar el horror de Dachau -campo de concentración situado a 30 kilómetros de la ciudad- o para hervir el antisemitismo desde la Hofbräuhaus donde Hitler daba sus discursos. Desde entonces, el pueblo forjó en su cabeza una idea que hoy en día sigue vigente: el TSV 1860 era el club del régimen y el Bayern, en cambio, el ‘judío’. ¿Y era así? No, al menos, según un reciente artículo publicado por la revista ‘Der Spiegel’, que cuestiona la versión oficial y ha motivado que el club haya encargado un estudio.
Sin embargo, para entender los porqués de la polémica, toca empezar por el principio. Es decir, por su fundación, que se produjo en 1900 en el barrio bohemio de Schwabing. Allí, inconscientemente, comenzó la llamada “heroica historia del Bayern”, un relato de resistencia contra el régimen nazi que encontró un protagonista principal en sus primeros años: Kurt Landauer, hijo de comerciantes judíos, jugador desde 1901, futbolista retirado prematuramente y posterior presidente de la entidad reiteradamente.
Su primer mandato como presidente le llegó en 1913, pero duró poco. Kurt Landauer fue llamado a filas para luchar en la Primera Guerra Mundial y acudió sin miramientos: defendió a su país, no traicionó su bandera y, según alguna versión, llegó a acabar con un entrenador inglés antes de que terminara la contienda. Y, cumplida su labor, regresó a Múnich. Cogió el centro de nuevo y manejó el club desde 1919 hasta 1933, con alguna interrupción -por ejemplo, entre 1921 y 1922 fue dirigido por Fred Dunn-. Incluso, llegó a levantar el primer título nacional contra el Eintracht de Frankfurt. Pero, a partir de entonces, todo cambió.
El régimen intentó acabar con un club considerado ‘judío’ y, para ello, forzó a su presidente a dejar el cargo y sus trabajos -el último de ellos, en una lavandería- hasta arrestarlo la Noche de los Cristales Rotos, cuando fue trasladado al cercano campo de concentración de Dachau. Allí, Kurt Landauer fue hospedado en una de las llamadas habitaciones ‘VIPS’ (donde alojaban a los prisioneros políticos y las personalidades importantes) como el recluso 20.029, pero su historia tuvo final feliz. Pasados 33 días, escapó -o le dejaron- y se exilió a Suiza. Sin embargo, su huella siguió presente.
Años después, en 1943, el Bayern disputó un amistoso en Zúrich y Landauer quiso estar presente. Primero, enviándole una nota al entrenador Konrad Keitkam, que la leyó a pesar de la prohibición de la Gestapo de no tener contacto con judíos. Y, durante el encuentro, acudiendo al estadio como un espectador más. Allí, los jugadores aplaudieron su presencia y su leyenda continuó hasta su regreso a Múnich, después de la II Guerra Mundial, cuando volvió para ser presidente y quedarse hasta 1951, cerrando su etapa en un club que desde entonces sería considerado judío. Y, obviamente, con Landauer como uno de los tres presidentes de honor del club junto a Beckenbauer y Wilhem Neudecker, y con película incluida en la ARD (cadena pública).
¿Qué papel jugó el club durante el nazismo?
Conocido el origen, el desarrollo es más difuso, como ocurre en todas las dictaduras. Dietrich Schluze-Marmeling, considerado uno de los mayores expertos por su libro “El Bayern y los judíos” -galardonado como el mejor de Alemania en 2011-, mantiene la tesis de que el Bayern expulsó a los judíos, como el Eintracht Frankfurt o el Núremberg, mucho más tarde que el resto de entidades. Y, desde luego, después que su rival en la ciudad, el TSV Múnich 1860, club dirigido plenamente por el III Reich. Y, por otro lado, afirma que los malos resultados de la entidad durante esta época se deben a su pasado judío y su resistencia. O, dicho de otro modo, que aunque no pudiera escapar a las garras del régimen, no se dejaba doblegar con facilidad.
En el artículo publicado por la revista ‘Der Spiegel’, en cambio, Markwart Herzog, historiador -al que se cataloga como filósofo religioso- basa su tesis en informes inéditos de las asambleas generales del club. Entre sus conclusiones, que sus presidentes, Oettinger y Amesmaier, estaban muy cerca del partido nazi o, incluso, eran miembros del partido; que en los estatutos incluyó hasta “tres párrafos arios” o que la entidad habría colaborado con el nazismo. Datos que en su mayoría, según Schluze-Marmeling, ya aparecían en su libro ‘El Bayern y los judíos’.
La polémica, por tanto, está servida desde que se publicó el artículo y se han desacreditado, por un lado u otro, todas las versiones sobre el mismo. Por tanto, ¿quién lleva razón? Eso le corresponderá aclararlo al Bayern, que ha encargado un estudio independiente para esclarecer si de verdad tuvo alguna relación con el régimen. Mientras tanto, seguirá siendo considerado un club ‘judío’ y lo llevará con orgullo, como cuando visitó Israel en 2010 para inaugurar como estadio Landauer el campo del TSV Múnich Maccabi. ¿El fin de la historia? Eso sólo lo dirá el tiempo.
Fuente:elespanol.com
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