A. BLASCO -Dagmar Lieblová aún no había cumplido diez años cuando, el 15 de marzo de 1939, las tropas nazis ocuparon la ciudad checa de Kutná Hora en la que vivía, pero ya entendía “la desgracia que era”. También comprendió la situación cuando, tres años después, con sus padres y su hermana fue trasladada al gueto de Terezín -a unos 60 kilómetros de Praga.
ENLACE JUDÍO MÉXICO –Cuenta que era “una especie de parada intermedia” antes del envío a campos de concentración y, como superviviente de los horrores de Auschwitz y Bergen-Belsen, sabe que había lugares “todavía peores”. En él, había un pequeño resquicio para dejar volar la imaginación a través de la música. Formó parte del grupo de niños que representaron allí por primera vez la ópera infantil “Brundibár”. Su deseo es compartir su experiencia y para que sus hijos y sus nietos “no se olviden de lo que pasó en el siglo XX y no vuelva a suceder”.
“Para las personas que solo vivieron en el de Terezín y no conocieron los campos de exterminio, es muy difícil explicarles que aún había algo peor, porque los recuerdos que tienen son horrorosos”, explica Dagmar. De hecho, fue el único gueto al que Hitler, con fines propagandísticos, dejó pasar a la Cruz Roja. Ella llegó allí con sus padres y su hermana pequeña antes de eso, en 1942. “Separaban a hombres y mujeres en barracones militares y no siempre podíamos ver a mi padre y a mi madre”, recuerda. Los nazis habían prohibido que los niños judíos recibieran cualquier tipo de educación, así que los educadores del campo -también prisioneros- “organizaban juegos y dibujaban” con ellos como “una especie de autoayuda”. En ese marco, también tuvieron acceso a la música. “Tuvo un significado enorme tanto para mí, como niña que podía cantarla, como para todos, que la escuchaban, y, sobre todo, para los propios músicos y autores. Les daba algún sentido a su vida”, explica Dagmar. Uno de ellos era Hans Krása, compositor de “Brundibár”. Los artistas judíos tenían prohibido actuar y publicar sus obras, pero el régimen nazi descubrió después que podía usarlo “con fines propagandísticos, para engañar a la opinión pública” sobre lo que acontecía en estos campos y lo permitieron.
Así, pudieron estrenar “Brundibár”, que se representó hasta 55 veces. “Recuerdo mucho los ensayos y el estreno, en el desván de los barracones militares”, relata y añade que participó un arquitecto escenógrafo muy relevante en el Teatro Liberado de la República Checa.
No participó en muchas más representaciones, porque al poco tiempo, en diciembre de 1943, la enviaron junto a su familia a Auschwitz. Se salvó de la cámara de gas por “un error administrativo”. En junio de 1944, los nazis separaron a los internos por edades, seleccionando a los que tenían entre 19 y 50 años para trabajar en Alemania. Dagmar tenía 15, pero en la lista figuraba con cuatro años más. “Si no fuese por eso, habría acabado en la cámara de gas como mis padres, mi hermana y miles de personas más”, señala. A ella la enviaron a Hamburgo y, más tarde, al campo de Bergen-Belsen, el primero al que tienen acceso los aliados en 1945.
A Dagmar Lieblová le da “mucho miedo el actual auge de la extrema derecha”, pero está convencida de que “Europa tienen los mecanismos para defenderse de ello”. Ahora, a sus 87 años, la prisionera 70788 -no ha querido retirarse el número tatuado en su brazo- es catedrática de Traducción e Interpretación y recorre diversos puntos del mundo donde se representa la ópera de Krása, dando charlas, para transmitir lo que sufrieron para que no se olvide ni se vuelva a repetir.
Su hija Rita, que también se ha desplazado a Galicia, ha empezado a tomar el relevo en esta empresa. Se confiesa “muy orgullosa” de su progenitora. “Siempre supe que tenía una madre espléndida y aprecio mucho lo que hace como eslabón que transmite esta trágica experiencia para impedir que caiga en el olvido”, destaca. Ella, residente en Canadá, realizó una traducción al inglés de “Brundibár”, que fue representada allí en once ocasiones. Para las funciones en Galicia, la misma profesora de la Universidad de Santiago que ha servido de intérprete para este artículo, Katerina Vlasakova, la ha traducido al gallego.
Fuente: farodevigo.es
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