Cuando Alejandro Magno llegó a Yerushalayim en el año 332 a.e.c (antes de la era común), milagrosamente, lo hizo en paz. El monarca griego quedó fascinado con el Cohén Gadol, la Torá y los valores del pueblo judío. Alejandro, que era muy inteligente y había sido educado por Aristóteles, quedó tan admirado de la religión de los judíos que les ofreció complacer sus deseos. Los Yehudim no pidieron nada material, ni venganza de sus muchos enemigos, etc. Dijeron: “Sólo te pedimos que nos permitas cumplir con nuestra Torá en paz.”
RAB YOSEF BITTÓN
Alejandro, muy complacido, accedió. Un par de ejemplos: Alejandro solicitó que una fuerza de elite fuera formada por soldados judíos, quienes lucharían en su ejército, y a estos soldados se les permitiría cumplir con su religión, mientras sirvieran en sus filas (Kashrut, Shabbat, etc.). Hay documentación que muestra que Alejandro Magno instruye a sus generales que excusen a los soldados judíos de participar en la construcción de un templo pagano (‘Aboda Zará) en Babilonia (E. Bickerman).
También se encontró una carta donde Alejandro pide que se le conceda un aceite especial a sus soldados judíos en Antioquia, que se negaban a usar el aceite común (tamé).
Pero con el tiempo, luego de una o dos generaciones, ocurrió lo inevitable. El contacto social y cultural ente los judíos y los griegos en Israel era diario y permanente. Los Yehudim participaban junto con los ciudadanos griegos en las artes, la escultura, la ingeniería y el ejército.
Hay documentos del año 259 a.e.c. donde se deja ver, por ejemplo, el abundante intercambio comercial entre los dos pueblos. El idioma griego, que era el idioma del mercado, pasó a reemplazar al idioma hebreo. La influencia de la atractiva cultura griega, su moderna tecnología y especialmente su sofisticada industria del entretenimiento (deportes, artes, teatro) hicieron un profundo impacto en los Yehudim de Eretz Israel.
El libro Yobelot (también conocido como בראשית זוטא) relata que como consecuencia del intenso contacto con los griegos, muchos Yehudim “habían ya olvidado los preceptos religiosos, dejaron de observar el Shabbat, comían las mismas comidas que los ciudadanos griegos y algunos, hasta se casaban con ellos, y servían a sus dioses.” Muchos Yehudim también dejaron de celebrar Rosh Jódesh, es decir, el principio de mes judío. ¿Por qué? Porque el calendario judío es solar y lunar a la vez, mientras que el calendario griego era solar (más sencillo), y era el calendario civil y comercial. Ben Sirá, un autor de esa época (escribió sus libros alrededor del año 190 a.e.c) que es citado algunas veces por la Guemará, denunciaba que muchos Yehudim se sentían avergonzados de su religión. Los judíos participaban de los famosos deportes griegos, en los cuales los atletas debían competir estando totalmente desnudos. Hay evidencias, en una antigua Mishná en Pirqué Abot, de que algunos judíos se sometían a cierto tipo de cirugía plástica para revertir su Berit Milá (מושך עורלתו), y así poder competir en los estadios de atletismo sin el estigma de la circuncisión (Ver Rambam MT, Teshubá 3:6).
Esta tendencia hacia la asimilación y el abandono del judaísmo ocurrió, como suele ocurrir en nuestros días, no porque los judíos fueran “forzados” a abandonar el judaísmo. Poco a poco muchos Yehudim abandonaron la Torá y se dejaron influenciar por la cultura griega, su modo de pensar y de actuar. Sin la observancia de las Mitsvot y sin barreras sociales que los protegieran de la integración a la sociedad gentil (los judíos hablaban griego, vestían como griegos y hasta tenían nombres griegos), de a poco y quizás sin darse cuenta, iban perdiendo su identidad…
Y todo esto ocurría décadas antes de que Antiojus Epifanes (215 a.e.c -164 a.e.c) estableciera sus decretos prohibiendo la práctica judía.
Por supuesto que no todos los judíos estaban asimilados. Muchos Yehudim, quizás la mitad o un poco menos, a pesar de estar integrados “comercialmente” con la sociedad gentil, todavía seguían cumpliendo con la Torá y cuidando las barreras sociales que prevenían la asimilación.
Así fue que en los tiempos de los Jashmonaim, los héroes de Janucá (175-165 a.e.c) ya existían dos campos muy diferenciados dentro del pueblo judío: aquellos Yehudim que se habían asimilado o helenizado voluntariamente (mityavnim), y por el otro lado los que seguían fieles a su religión, incondicionalmente.
Continuará…
Fuente: halaja.org